La memoria, la capacidad de recordar es exclusiva del ser humano. La memoria de la humanidad pervive en las palabras y se expresa mediante el lenguaje. Recor dar es una forma de abrir el presente al pasado. Recurrir a la memoria acumulada en las palabras, escuchar lo que nos dicen del pasado, tal vez podría ayudarnos a comprender mejor nuestro ahora.
... Somos herederos, en efecto, de un legado frágil e inestable, que nos ha llegado fragmentado y a menudo desarraigado, una circunstancia que nos plantea un dilema moral, no solo filológico o educativo: ¿qué hacer con esa inconmensurable heren cia: preservarla, dejarla extinguirse, embalsamarla? La decisión es compleja, pues afecta al significado y a la formación de una memoria que no nació con nosotros ni nos pertenece solo a nosotros, sino que comenzó muchas generaciones atrás y es ahora un patrimonio colectivo.
La memoria es una facultad admirable del cerebro humano. Gracias a la memo ria podemos retener el flujo huidizo de la existencia y modelar nuestra identidad, nuestro sentido del yo. Somos lo que hemos vivido, pero somos sobre todo lo que recordamos. O lo que podemos recordar. O lo que queremos recordar. Recordar, evocar episodios del pasado, revivir cuantas veces queramos experiencias de nuestra vida, puede decirse que es una capacidad exclusiva de los seres humanos. Somos una especie privilegiada en ese sentido. Podemos regresar al pasado a voluntad, recrearlo y observarlo con delectación, y, más asombroso aún, podemos contar a otros lo que nos pasó, lo que ya vivimos. Somos seres que viven, recuerdan y disfrutan narrando y compartiendo recuerdos, más afianzados cuanto más impacto emocional provocó un suceso en nuestra vida. Pocas cosas nos satisfacen más. Somos seres memoriosos, capaces no solo de recuperar una y otra vez nuestros recuerdos, sino de disfrutar escuchando y contando episodios, reales y ficticios, de los que no fuimos protagonistas, que les sucedieron a otros o los imaginaron otros, pero que están ya integrados en una memoria común, compartida.
La expresión pública de la memoria compartida es el lenguaje. Las palabras condensan la experiencia vivida, la hacen reconocible, narrable, comprensible. Las palabras hacen que la memoria personal se expanda y se socialice. Podemos rememorar a solas, en silencio, de hecho lo hacemos continuamente, pero si queremos que la memoria personal se haga común, tenemos que narrarla. Y esa narración solo es posible a través del lenguaje, de las palabras, en las cuales se ha ido sedimentan do la historia de la humanidad. Rememorar en esos casos significa rescatar, aunque sea de modo leve y breve, lo que los seres humanos pensaron, sintieron, dijeron.
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