¿UN ROALD DAHL CORRECTO? Por Sebastián Vargas
La noticia es, para mí y para muchísimos lectores del mundo, insólita y triste: en las nuevas ediciones de Roald Dahl se censuran los términos y pasajes considerados políticamente incorrectos. Ya no se podrá leer que los personajes feos son feos, ni que son gordos los gordos, ni que son estúpidos los estúpidos, y si se dice que las brujas son peladas, enseguida se leerá que hay muchos motivos por los cuales puede suceder que una persona pierda el cabello... Los hombres ahora son llamados personas, y nadie es más negro, blanco, bizco ni rengo. No más violencia gratuita ni insultos innecesarios.
La explicación que dieron los editores fue que se hicieron “pocos cambios” y “pequeños”, solo para que “todos puedan seguir disfrutando de la lectura de estas obras”.
Esto que hicieron está tan mal, y a tantos niveles, que es difícil enumerarlos. En primer lugar, qué flagrante traición a Roald Dahl, quien hizo de la incorrección política uno de sus atributos más constantes y atractivos de sus obras. Qué poco respeto a él, y qué poco cariño a esos libros, cambiarlos por algo tan insulso e inútil como el intento (en vano, desde ya les aviso) de no ofender a alguien que busca ofenderse.
Además, qué desconocimiento total de qué es la literatura. Si estás modificando una obra artística, ¿quién dice que hay cambios “pequeños”? ¿Si le cortás un dedo a una escultura estás haciendo un cambio pequeño? ¿O si le cambiás un color a un cuadro de cualquier pintor? ¿O cambiás unas pocas notas en una obra musical? En una obra literaria, cada palabra tiene un porqué; aunque a vos una palabra no te parezca importante, te aseguro que lo fue para quien la escribió. Y si no lo fue, si al autor le daba lo mismo decir que un personaje era feo a no decirlo, igual deberíamos considerar que es significativo que lo haya dicho.
Si el autor estuviera vivo, el editor o la editora puede hablar con él y discutir esas cosas: de hecho, es algo que se conversa casi siempre, cuando se va a publicar un libro de un autor vivo. Y vaya si hay discusiones sobre estas cuestiones, y censuras veladas o no veladas, y cosas que ya ni siquiera se escriben porque se sabe que nunca se publicarían. Pero si el autor está muerto, no podés acordar nada, con él: ¿con qué derecho le cambiás sus palabras? ¿No les da pudor, hacer eso? ¿No les da vergüenza? ¿De verdad creen que están mejorando lo que escribió Roald Dahl, al cambiarlo? Les admiro la autoestima, la verdad.
Creo que en esta acción subyace, no muy profundo, la idea de que la literatura para niños no es literatura de verdad, sino solo textos para que los chicos lean y aprendan a portarse bien. Y por eso podemos cambiarle impunemente el texto a un libro de Roald Dahl, pero no lo propondríamos para un libro de Faulkner o de Joyce o de cualquier otro autor “en serio” (bah, espero que no cambien a Faulkner, al menos: ya no estoy seguro de nada).
Y también, y tampoco muy profundo, tras este tipo de censuras está la idea de que los niños no son personas completas. Que se pueden dañar irremediablemente si leen que un personaje es gordo. Que pueden volverse malas personas si leen la palabra "estúpido", o "negro", o "pelado". Que no tienen capacidad de pensar ni de discernir entre una historia de ficción y la realidad, entre un cuento con personajes y sus propias vidas.
Por último, cuando dicen “cambiamos el texto para que todos puedan disfrutarlo”, ¿quién consideran que no podía disfrutarlos, así como estaban? ¿Los niños? ¿Cuántos millones de niños leyeron y disfrutaron los libros de Roald Dahl? ¿Alguno, uno solo alguna vez protestó por alguna palabra en esos libros? No hace falta hacer una investigación, yo les doy la respuesta: no. Censurar esos textos se motiva en el afán de aumentar las ganancias editoriales y en la disminución alarmante de los escrúpulos de herederos y editores. Si el tío Roald estuviera vivo, lo menos que los llamaría sería estúpidos, gordos y pelados (y al editar el video cambiarían esas palabras por biiiips).
Para terminar, linkeo a una notita de mi blogcillo “Un plan chino” en la que hablé sobre la censura, en particular la censura con criterios morales en los libros de LIJ .
En este cuadro se comparan edicionesdel 2021 con las del 2022
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