He comentado en alguna ocasión que admiro mucho la ironía y a quien la maneja con inteligencia, si bien no siempre es fácil encontrarla en la literatura en general y menos aún en la poesía. Hoy quiero compartir el poema ‘Adiós a las armas’ del poeta mexicano José Emilio Pacheco, quien desde el propio título nos anuncia el juego y el humor que se dispone a desplegar. En el poema, tan risueño, tan musical, José Emilio Pacheco transforma el título de la célebre novela de Ernest Hemingway en el reconocimiento no de una victoria sino de una derrota, de una decepción adolescente. (Andrea Villarrubia Delgado)
ADIÓS A LAS ARMAS
Una tarde llegaron de una ciudad del norte,
o acaso era del centro.
No puedo precisarlo
entre tantas mentiras de los años, la ficción
que llamamos memoria y es olvido que inventa.
María Elvira, Ana, Amalia: nombres del tiempo,
hermanas casi idénticas,
las tres bellísimas,
las tres el sueño
erótico y romántico de quienes
no éramos siquiera adolescentes.
Altivas por hermosas, quizá tímidas
por ser recién llegadas, no nos miraron.
Luchamos por llamarles la atención:
acrobacias en bicicleta, escalamientos y equilibrios
en barandales y cornisas,
juegos de mano, juegos de pelota, peleas de box:
todo inútil.
Perdida la esperanza, Marco Vargas
obtuvo no sé cómo su amistad.
Y una noche la madre de las hermanas Armas
nos invitó a su casa.
Sándwiches de paté, Sidral Mundet,
dos horas conversando en plena sala.
Marco y yo
salimos como nunca enamorados de Ana,
María Elvira, y Amalia.
Pero al día siguiente
las tres volvieron al lugar de origen:
su padre mató a alguien
o fue ascendido a un gran puesto.
Nunca más volvimos a verlas.
Aquella última noche fue el adiós a las Armas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario