martes, 24 de junio de 2025

"EL ACERTIJO". Un cuento de ciencia ficción de Stanislaw Lem

El padre Cincán, el Doctor Magnéticus, se hallaba sentado en su celda, y en aquel monacal silencio, mientras estudiaba el comentario de Clorofanto Omnicki sobre el famoso fragmento sexto, "Acerca de la creación de los robots", el crujido de sus huesos resonaba con fuerza cuando se movía, pues había decidido dejar de practicar la mortificación mediante los ungüentos. Concentrado, tras haber terminado el versículo que aborda la programación del Universo, ojeaba las coloreadas láminas que representaban al Señor en el acto de insuflar el espíritu en el hierro, su preferido entre todos los metales. En ese momento, el padre Clorián entró en la celda sin hacer ruido y permaneció tranquilamente junto a la ventana para no interrumpir las meditaciones de tan eximio teólogo.

–¿Qué tal, mi Cloriancito? ¿Qué me cuentas? –lo saludó poco después el padre Cincán, levantando sus cristalinos ojos del volúmine.

–Señor y Padre –dijo aquel–, le traigo el Halogénico, el libro que el Santo Oficio proscribió recientemente; un libro nacido del susurro satánico que fue escrito por el terrible Marmagedón Lapidor. Incluye la descripción de los obscenos experimentos con los que este intentó derrocar al Poder verdadero.

Dicho eso, colocó delante del padre Cincán un fino librito que había sido debidamente sellado por el Santo Oficio.

El anciano se frotó la frente y de ella se desprendió un poco de herrumbre que fue a caer sobre las páginas del folleto, que había tomado en el ínterin con gran rapidez, mientras pronunciaba estas palabras:

–¡No es nada terrible, nada terrible, mi Clorete! Más bien desgraciado a causa de sus errores…
Mientras hablaba, hojeaba el macilento libro y, al advertir los nombres de capítulos tales como "Sobre los ductilaxos, los morbidacos y los maleabilis Pallens", "Sobre los lácteos pensantes", "Sobre la génesis de la Razón de una Máquina Irracional", apareció en sus labios una insignificante sonrisa, a la vez que bondadosa, hasta que al fin dijo:

–Tú, Clorete, y tu Santo Oficio, por el que tengo un más que profundo respeto, abordáis este asunto de una forma totalmente errónea. ¿Qué es lo que, en realidad, tenemos aquí? Pues, simplemente, puñetas en vinagre, soberanas tonterías, falsas leyendas interpretadas por enésima vez y cuya trama se basa bien en aquellos blandurrios, morbiduchos o maleables Pallens (según otros apócrifos), o bien en los Gelatinados, que supuestamente nos crearon, hace muchísimo tiempo, a base de alambre y de tornillos.

–¡Por el Altísimo! –exclamó el padre Clorián, estremeciéndose.

–De poco sirve maldecir a diestro y siniestro –dijo el padre Cincán, y prosiguió su alegato bondadosamente–: En realidad, ¿no es más sensata la postura del padre Etérico, de los Ciclotrones, quien, hace ya tres décadas, afirmó que no era éste un problema de carácter teológico sino más bien propio de las ciencias naturales?

–Pero, padre Cincán –repuso el padre Clorián, con un fatigoso hilo de voz que adelgazaba por momentos–, está prohibido proclamar esa doctrina ex cathedra. Si no la hemos censurado ya, es únicamente por la devoción de su autor, quien… CONTINUAR LEYENDO

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