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martes, 8 de octubre de 2024

"TRISTE TIGRE". Un libro de Neige Sinno, Barcelona, Anagrama, 2024


Entre la autobiografía y el ensayo, un texto poderosísimo y de alto voltaje literario sobre el abuso sexual a menores.

Esta es la historia de una mujer que de niña sufrió abusos por parte de su padrastro y que reflexiona sobre el sentido de la experiencia que le tocó vivir. Sabe que nunca va a entender realmente qué pasó, y aun así sigue buscando, con la distancia pacificadora de los años pero con la rabia intacta. Pensar es como la lucha de un samurái contra un monstruo, y, para luchar contra los monstruos del pasado y los nuevos monstruos que aparecen en el momento de ser madre, esta mujer usa las armas con las que se ha formado: las armas de la literatura. Triste tigre es una aventura del pensamiento que nos propone acompañar a la narradora mientras se cuestiona la violencia sexual, el mal, el trauma, el silencio, pero también las formas de ser un adulto protector, la libertad, la verdad, el relato. ¿Cómo contar una historia que no se puede contar? ¿Cómo escuchar una historia que nadie quiere escuchar? ¿Qué hacer con eso que es terriblemente grave y a la vez perfectamente normal?

miércoles, 6 de abril de 2022

"LA LETRA INVISIBLE DE UN CRIMEN. ABUSO SEXUAL Y LITERATURA INFANTO-JUVENIL (LIJ) por Graciela Bialet




Breve contextualización de la problemática del abuso sexual a menores

Números y letras. Voces acalladas. Delitos invisibles. ¿Realidades que superan la ficción?

Según UNICEF, en 2011, 5 mil 500 niños y niñas eran explotados sexualmente por día en América Latina y el Caribe. Estas cifras se disparan aún más en Asia y la Polinesia. Los mayores consumidores de “turismo sexual infantil” son adultos del llamado primer mundo. En España y en otros países de la Unión Europea, EEUU y Canadá, estiman que un 23-25% de las niñas y un 10-15% de los niños sufren abusos sexuales antes de los 17 años. No hay condición social para este crimen. Ricos, pobres, clases medias son víctimas o victimarios de esta perversión centrada en saciar fantasías y actos sexuales con niños y adolescentes. Y lo peor es que las tres cuartas partes de los abusadores denunciados son familiares directos de las víctimas.[1]

El abuso sexual a menores se configura cuando se produce cualquier contacto sexual, consentido o no, entre un adulto y un menor de edad. Según la Organización Mundial de la Salud —reflejado en documentos de UNICEF de noviembre de 2016— a nivel mundial, una de cada cinco mujeres y uno de cada trece varones ha sufrido abuso sexual en la infancia. “Entre las víctimas, el 71% son niñas y el 29% son varones y las edades de mayor riesgo son entre los 3-4 años y entre los 8-12 años”.[2]

Si nos situáramos hipotéticamente en un salón de clase de escuela primaria, cuya matrícula fuese de 36 estudiantes, podríamos deducir que dentro de ese grupo, 7 niñas y 3 varones han sido o están siendo abusados sexualmente. De 36 niños, 10 sufren abuso. O sea, casi la tercera parte de una escuela infantil vive esa pesadilla.

Alguna vez se definió al abuso sexual en la infancia como un crimen silencioso, porque las víctimas son indefensas, vulnerables, y mientras ese delito se consume, las criaturas no entienden qué, ni por qué les sucede, sospechan que tal vez son responsables por algo que han hecho mal, o es un tema natural a aprender, dado que la mayor cantidad de abusos contra las niñas y los niños ocurre en el seno de su hogar: siete de cada diez abusadores son los padres, padrastros, tíos y/o abuelos.

El abuso siempre es una violación a la intimidad, ya sea que la agresión sexual implique penetración carnal, acosos, exhibicionismo, toqueteos, pornografía, o engaños seductores a través de encuentros en redes de internet (grooming, en inglés).


“El abuso es una de las formas más tremendas de violencia hacia la infancia, pues los chicos tienen miedo de hablar porque son niños, porque se los juzga, por temor a las represalias, porque sienten culpa y vergüenza” [3], dice Mariángeles Misuraca, oficial de Protección y Acceso a la Justicia de Unicef.

Las secuelas emociones, psicosociales y físicas que marcan al infante abusado van desde la ansiedad, enuresis, depresión, dificultades en su adulta vida sexual, ya sea por insatisfacciones amorosas crónicas o por el desarrollo de conductas promiscuas, incluso una fuerte predisposición a la esquizofrenia.

Según estudios realizados en la Universidad del País Vasco, las niñas son más proclives a mostrar reacciones ansioso-depresivas, en cambio los varones, tienden al fracaso escolar, a tener dificultades para socializar, e incluso, precoces comportamientos sexuales agresivos.

Los niños más pequeños, en etapa pre-escolar, como consecuencia de su escueto repertorio lingüístico y el incipiente proceso de formación de sus recursos psicológicos, tienden a invisibilizar o negar lo ocurrido. Pero cuando crecen, aparecen los sentimientos de culpa y de vergüenza. Ya en la adolescencia, se agudiza el problema, pues se toma conciencia del alcance de esas relaciones abusivas e incestuosas, del riesgo real de coito y de embarazo, lo que da cabida a “huidas de casa, consumo abusivo de alcohol y drogas, promiscuidad sexual e incluso intentos de suicidio”[4]. CONTINUAR LEYENDO
Fuente: Linternas y bosques

sábado, 18 de diciembre de 2021

"PIEL/PELLEJO DE ASNO". Un cuento de Perrault

Érase un rey el más poderoso de la tierra, tan amable en la paz como terrible en la guerra. Sus vecinos le respetaban y temían y reinaba la mayor tranquilidad en sus Estados, cuya prosperidad nada dejaba que desear, pues con las virtudes de los ciudadanos brillaban las artes, la industria, y el comercio. Su esposa era tan cariñosa y encantadora y tantos atractivos tenía su ingenio, que si el rey era dichoso como soberano, más lo era como marido. Tenían una hija, y como era muy virtuosa y linda, se consolaban de no haber tenido más hijos.

El palacio era muy vasto y magnífico. En todas partes había cortesanos y criados. Las cuadras estaban llenas de arrogantes caballos y de bonitas jacas cubiertas de hermosos caparazones de oro y bordados; y por cierto no eran los caballos los que atraían las miradas de los que visitaban aquel sitio, sino un señor asno, que en el punto mejor y más vistoso de la cuadra erguía con arrogancia sus largas orejas. Bien merecía la referencia, pues tenía el privilegio de que lo que comía saliese transformado en relucientes escudos de oro, que eran recogidos todas las mañanas al despertar el asno.

Turbó la felicidad de los regios esposos una aguda enfermedad sufrida por la reina, que se fue agravando a pesar de haberse acudido a todos los auxilios de la ciencia y de haber llamado todos a los médicos. Comprendió la enferma que se aproximaba su última hora, y dijo al rey:

-Antes de morir quiero hacerte una súplica. Si cuando haya dejado de existir quieres volver casarte...

-¡Jamás! ¡Jamás! -exclamó el rey sollozando.

-Tal es tu propósito en este instante y me lo hace creer el amor que siempre te he inspirado; pero para que la seguridad sea mayor, quiero me jures que no has de volver a casarte a menos de hallar una mujer que me supere en belleza y en prudencia, la única a quien podrás hacer tu esposa.

Con los ojos llenos de lágrimas lo juró el príncipe, y poco después la reina exhaló en sus brazos el último suspiro, siendo grande la desesperación de su esposo. El dolor trastornó algo su razón, y a los pocos meses dio en mandar comparecer a su presencia a todas las jóvenes de la corte, después a las de la ciudad y luego a las del campo, diciendo que se casaría con la que fuera más bella que la reina difunta; pero como ninguna podía compararse con ella, todas eran rechazadas. El rey acabó por dar evidentes muestras de locura, y cierto día declaró que la infanta, que realmente era más bella que su madre, sería su esposa. Los cortesanos le hicieron presente que tal boda era imposible porque la infanta era hija suya, pero como es difícil hacer entrar en razón a un loco, el rey vociferó que querían engañarle pues él no tenía hijas.

La pobre princesita, al saber lo que ocurría, fuese llorosa a encontrar a su madrina, que era la más poderosa de las hadas, la que exclamó al verla:

-Sé lo que te trae a mi casa. Como tu padre desgraciadamente ha perdido la razón, no conviene que le contraríes abiertamente. Dile que antes de acceder a ser su esposa quieres un vestido de color de cielo, y no podrá dártelo. CONTINUAR LEYENDO

NOTA: La sexualidad y abuso han estado presentes en la LIJ desde sus orígenes. Ya la versión de Caperucita Roja —recogida de la oralidad popular y transcripta por Charles Perrault—, prevenía con explícita moraleja a las niñas sobre no dejarse seducir por “zalameros” que solo quieren llevarlas a la cama. Pero tal vez sea “Piel de asno” —también recopilado por Perrault e incluido en su célebre Cuentos de Mamá Oca (1697)—, uno de los primeros relatos para niños que toca el escabroso tema del incesto y la amenaza del abuso (un rey que halla en su propia hija la posibilidad de volver a casarse con alguien tan hermosa como su fallecida esposa y madre de la víctima). 

La letra invisible de un crimen: Abuso sexual y Literatura Infanto-Juvenil (LIJ), por Graciela Bialet.


miércoles, 28 de septiembre de 2016

4 cuentos infantiles para prevenir y detectar a tiempo el abuso sexual.


Para evitar este daño irreparable es necesario educar a los niños a temprana edad sobre cómo reconocer un abuso sexual. Así, logramos empoderarlos y de pasada, debilitamos a los abusadores. ¿Cómo hablar este tema tan difícil con los niños? Leyéndoles cuentos.


Las estadísticas son alarmantes. La Organización Mundial de la Salud (OMS) dice que 1 de cada 5 niños son víctimas de violencia sexual, incluido el abuso sexual, y que esto afecta a niños de todas las edades, razas, clases sociales y religiones. Generalmente se da en entornos cercanos y de confianza, es decir, con tíos, abuelos, primos mayores, profesores, sacerdotes, vecinos o amigos de los padres.

Sabemos que como padres no es fácil abordar este tema con nuestros hijos cuando son muy pequeños, porque tenemos miedo a sexualizarlos a muy temprana edad, a pervertir su infancia, a inculcarles la desconfianza en los mayores, y, en resumen, a presentarles la idea de que el peligro puede estar cerca, cuando lo único que queremos es proteger su inocencia e infancia, criándolos en base a la confianza, el amor y la seguridad.

Pero, aunque suene cliché, la frase "más vale prevenir que lamentar", en este caso es la gran clave. ¿Por qué? Porque los abusos pueden cometerse a cualquier edad, y porque, si los niños no saben de antemano qué es lo que está permitido que otras personas hagan con su cuerpo, jamás lo verán como un acto abusivo, y será mucho más fácil que el abusador los someta por períodos prolongados a esta violencia tan dañina. CONTINUAR LEYENDO
Fuente: eldefinido.cl