sábado, 18 de diciembre de 2021

"PIEL/PELLEJO DE ASNO". Un cuento de Perrault

Érase un rey el más poderoso de la tierra, tan amable en la paz como terrible en la guerra. Sus vecinos le respetaban y temían y reinaba la mayor tranquilidad en sus Estados, cuya prosperidad nada dejaba que desear, pues con las virtudes de los ciudadanos brillaban las artes, la industria, y el comercio. Su esposa era tan cariñosa y encantadora y tantos atractivos tenía su ingenio, que si el rey era dichoso como soberano, más lo era como marido. Tenían una hija, y como era muy virtuosa y linda, se consolaban de no haber tenido más hijos.

El palacio era muy vasto y magnífico. En todas partes había cortesanos y criados. Las cuadras estaban llenas de arrogantes caballos y de bonitas jacas cubiertas de hermosos caparazones de oro y bordados; y por cierto no eran los caballos los que atraían las miradas de los que visitaban aquel sitio, sino un señor asno, que en el punto mejor y más vistoso de la cuadra erguía con arrogancia sus largas orejas. Bien merecía la referencia, pues tenía el privilegio de que lo que comía saliese transformado en relucientes escudos de oro, que eran recogidos todas las mañanas al despertar el asno.

Turbó la felicidad de los regios esposos una aguda enfermedad sufrida por la reina, que se fue agravando a pesar de haberse acudido a todos los auxilios de la ciencia y de haber llamado todos a los médicos. Comprendió la enferma que se aproximaba su última hora, y dijo al rey:

-Antes de morir quiero hacerte una súplica. Si cuando haya dejado de existir quieres volver casarte...

-¡Jamás! ¡Jamás! -exclamó el rey sollozando.

-Tal es tu propósito en este instante y me lo hace creer el amor que siempre te he inspirado; pero para que la seguridad sea mayor, quiero me jures que no has de volver a casarte a menos de hallar una mujer que me supere en belleza y en prudencia, la única a quien podrás hacer tu esposa.

Con los ojos llenos de lágrimas lo juró el príncipe, y poco después la reina exhaló en sus brazos el último suspiro, siendo grande la desesperación de su esposo. El dolor trastornó algo su razón, y a los pocos meses dio en mandar comparecer a su presencia a todas las jóvenes de la corte, después a las de la ciudad y luego a las del campo, diciendo que se casaría con la que fuera más bella que la reina difunta; pero como ninguna podía compararse con ella, todas eran rechazadas. El rey acabó por dar evidentes muestras de locura, y cierto día declaró que la infanta, que realmente era más bella que su madre, sería su esposa. Los cortesanos le hicieron presente que tal boda era imposible porque la infanta era hija suya, pero como es difícil hacer entrar en razón a un loco, el rey vociferó que querían engañarle pues él no tenía hijas.

La pobre princesita, al saber lo que ocurría, fuese llorosa a encontrar a su madrina, que era la más poderosa de las hadas, la que exclamó al verla:

-Sé lo que te trae a mi casa. Como tu padre desgraciadamente ha perdido la razón, no conviene que le contraríes abiertamente. Dile que antes de acceder a ser su esposa quieres un vestido de color de cielo, y no podrá dártelo. CONTINUAR LEYENDO

NOTA: La sexualidad y abuso han estado presentes en la LIJ desde sus orígenes. Ya la versión de Caperucita Roja —recogida de la oralidad popular y transcripta por Charles Perrault—, prevenía con explícita moraleja a las niñas sobre no dejarse seducir por “zalameros” que solo quieren llevarlas a la cama. Pero tal vez sea “Piel de asno” —también recopilado por Perrault e incluido en su célebre Cuentos de Mamá Oca (1697)—, uno de los primeros relatos para niños que toca el escabroso tema del incesto y la amenaza del abuso (un rey que halla en su propia hija la posibilidad de volver a casarse con alguien tan hermosa como su fallecida esposa y madre de la víctima). 

La letra invisible de un crimen: Abuso sexual y Literatura Infanto-Juvenil (LIJ), por Graciela Bialet.


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