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domingo, 16 de marzo de 2025

"LOS SUEÑOS SIEMPRE HAN FORMADO PARTE DE LA LITERATURA". José Daniel Martínez (Universidad de Murcia) en The Conversation ES

Una de las páginas del manuscrito de Alicia
en el país de las maravillas
 de Lewis Carroll en 1864

 “Creí escuchar una voz que me decía: Macbeth, tú no puedes dormir, porque has asesinado al sueño. Perder el sueño, que desteje la intrincada trama del dolor, el sueño, descanso de toda fatiga: el alimento más dulce que se sirve a la mesa de la vida”.

Es curioso citar al personaje de la tragedia de Shakespeare, que ha perdido la capacidad de soñar, justo cuando vamos a hablar de quienes sí sueñan en los libros. Pero precisamente esa incapacidad lo define: deja claro quién es, qué ha hecho y por qué tiene que pagar.

Macbeth no puede probar “el alimento más dulce que se sirve a la mesa de la vida”, pero muchos otros personajes lo han hecho.

La literatura onírica, es decir, aquella que apela a los sueños para desarrollar parte de su trama, nos ha acompañado desde siempre. De hecho, los eventos asociados con el sueño literario han sido el foco de mi estudio. A lo largo de la historia, los sueños han servido como premoniciones, justificaciones e incluso como espacios de exploración de la realidad y la imaginación.

Premoniciones en la literatura onírica

Desde tiempos antiguos, la interpretación de los sueños se considera un proceso divino, otorgando a la experiencia onírica un carácter sagrado y profético.

Tanto en los relatos épicos como en las escrituras sagradas, los sueños han sido representados como mensajes de los dioses para advertir o guiar a los mortales. Este aura premonitoria ha marcado profundamente la literatura.

Uno de los ejemplos más antiguos de este fenómeno aparece en la épica de Homero, La Odisea. Penélope, esposa de Ulises, espera el regreso de su marido mientras es pretendida por numerosos hombres. Y de repente un sueño premonitorio le anticipa su vuelta. Lo interesante es que esta experiencia no le sucede necesariamente cuando está dormida, sino despierta. Así, con ese conocimiento, Penélope se convierte en un símbolo de paciencia, astucia e inteligencia, en la viva imagen de la representación de la espera para reunirse con su amado.

En contraste, los sueños se presentan en la Biblia como visiones divinas enviadas durante el sueño real. Un ejemplo claro es la historia de Daniel y Nabucodonosor. El rey babilónico es incapaz de interpretar sus propias visiones. Así que Daniel actúa como el oráculo que descifra sus sueños, vislumbrando el futuro del reino y salvándose de la condena al demostrar su utilidad.

Este patrón se repite en diversas tradiciones literarias: los sueños como presagios de eventos que están por ocurrir, ya sea en la vida de los personajes o en el destino de naciones enteras.

El sueño como herramienta de absolución

Además de ser una fuente de premoniciones, la literatura onírica ha sido utilizada como un recurso para exculpar personajes e incluso a los propios autores. A través del sueño, es posible presentar eventos que de otra manera serían inadmisibles en un contexto social o moral.

Dante Alighieri, en La Divina Comedia, utiliza este recurso para sortear la censura. Su descenso al Infierno es presentado como una experiencia onírica, permitiéndole abordar temas sensibles sin temor a represalias. Gracias a este artificio, Dante puede detallar castigos atroces, criticar a figuras religiosas e incluir a personajes históricos en su relato sin que sus palabras sean interpretadas como una afrenta directa.

Esta estrategia narrativa no solo funciona como una vía de protección para el autor, sino que también refleja una perspectiva teológica. La doctrina católica exculpa los pecados ocurridos durante el sueño, pues se considera que el ser humano no tiene control sobre lo que sueña. En este sentido, el mundo onírico se convierte en un espacio sin consecuencias morales, un territorio donde los personajes pueden actuar sin ser juzgados.

Dante, al relatar su viaje en sueños al Infierno, no solo explora su desviación del camino recto, sino que también emplea el sueño como un escudo narrativo. Gracias a esta perspectiva, el lector puede sumergirse en su visión sin cuestionar demasiado la veracidad de los eventos.

La frontera difusa entre sueño y alucinación

Dentro del vasto campo de la literatura onírica, hay casos donde los sueños se entrelazan con la alucinación, generando narrativas más complejas y desafiantes. Ejemplos emblemáticos de esta fusión son Peter Pan y Alicia en el país de las maravillas.

En Peter Pan, J.M. Barrie transporta a sus lectores a la mágica Tierra de Nunca Jamás, donde los niños nunca crecen. La historia juega constantemente con la percepción de la realidad: ¿es la aventura de Wendy y sus hermanos un sueño o una experiencia real? Al final, la duda persiste, reforzando la idea de que la imaginación infantil y el sueño son casi indistinguibles.

Por otro lado, Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll, sumerge al lector en un universo caótico donde la lógica convencional se quiebra. Todo el relato se presenta como una ensoñación de Alicia, pero las reglas del mundo onírico se mezclan con las de la alucinación, creando una experiencia literaria única. La obra desafía al lector a cuestionar qué es real y qué es producto de la mente de la protagonista.

Ambas historias exploran la naturaleza efímera del sueño y su capacidad para desdibujar los límites entre lo tangible y lo imaginario. Más que simples relatos de fantasía, estas obras son reflexiones sobre la mente humana, la percepción de la realidad y la influencia del subconsciente en nuestra experiencia.

A lo largo de la historia, la literatura onírica ha servido como un reflejo de la humanidad, explorando sus miedos, creencias y deseos más profundos. Desde los sueños premonitorios de la antigüedad hasta los relatos que desafían la realidad, el sueño ha sido un recurso narrativo esencial.

A medida que la literatura evoluciona, el papel del sueño continúa expandiéndose, reafirmando su importancia como una herramienta capaz de dar forma a nuestras historias y a nuestra comprensión del mundo.

domingo, 21 de abril de 2024

"LOS PAÍSES IMAGINADOS. La realidad está enferma y necesitamos el elixir de la literatura". Un artículo de Gustavo Martín Garzo (El País, 17 ENE 2013)

La atención a lo real, dice Hannah Arendt, es una forma de virtud. Pero ¿qué es lo real, a qué nos obliga esa atención? ¿Tiene sentido en los tiempos que corren contar, por ejemplo, un cuento de fantasmas, hablar de anillos que dan la invisibilidad, de miembros que siguen viviendo separados de sus cuerpos, de amantes que, como en la bella película Sueño de amor eterno,se encuentran en sus sueños? ¿De qué nos sirve escuchar historias así? Aún más, ¿prestarles atención no es una forma de evitar nuestro compromiso con una realidad que no deja de reclamarnos? El mundo se ha vuelto tan doloroso y sus problemas tan acuciantes que nos parece que esas historias, por muy bellas que puedan parecer, poco o nada tienen que decirnos.

Tenemos hambre de realidad porque todo se ha vuelto extraño e irreal. Por eso pedimos a los libros que nos hablen del mundo en que vivimos y nos ayuden a entenderlo. Sin embargo, más allá de los problemas concretos que nos acosan, y que tienen que ver con las injusticias y los abusos que se comenten cada día, los hombres y mujeres actuales siguen asistiendo al nacimiento de los niños, se pierden en los laberintos del amor, visitan en sueños lugares incompresibles, conversan en secreto con los muertos, se sienten interrogados por la mirada de los animales. ¿Por qué los libros no deberían hablar de todo esto? "Sabes tanto de mí y no me comprendes, escribe Antonio Porchia. Saber no es comprender. Podríamos saberlo todo y no comprender nada".

El hombre vive en la materia y necesita la ciencia para comprenderla y la técnica para transformarla; pero vive también entre representaciones y para comprenderse a sí mismo y a los demás necesita historias que le pongan en contacto con lo más oculto y postergado de sí mismo. Todo es doble en nuestro corazón. Vivimos entre la razón y la locura, entre el principio del placer y el principio de realidad, entre el mundo del doctor Jekyll y el de mister Hyde, que no tiene por qué ser necesariamente un malvado. Mister Hyde representa lo excéntrico, lo que no cabe en el mundo real. La literatura debe hablarnos del doctor Jekyll y del mundo que le rodea, pero sería incompleta si no lo hiciera a la vez de mister Hyde, de su deambular en la noche, de sus extravagancias y, por qué no, de sus ocultas delicadezas. De esos otros que también somos y de los asuntos peligrosos en que tantas veces andamos metidos. CONTINUAR LEYENDO

viernes, 28 de agosto de 2015

El poder permanente del discurso sobre el sueño de Martin Luther King.

El reverendo King estaba a mitad del discurso que había preparado cuando Mahalia Jackson —que unas horas antes había ofrecido una conmovedora versión del espiritual He sido rechazado y he sido despreciado— le gritó desde la tribuna de los oradores: "¡Háblales del Sueño, Martin, háblales del Sueño!"; se refería a una frase que él había pronunciado en ocasiones anteriores. Y el reverendo King dejó a un lado el texto de su discurso y comenzó una extraordinaria improvisación sobre el tema del sueño, que acabaría por convertirse en uno de los estribillos más conocidos del mundo. [...]


Con su estrofa improvisada, el reverendo King entró de un salto en la historia, pasó de la prosa a la poesía, del podio al púlpito. Su voz se agrandó en un crescendo emocional mientras pasaba de una pesimista valoración de la injusticias sociales del momento a una visión radiante de esperanza, de lo que podía ser América. "Tengo un sueño", declaró, "que mis cuatro hijos vivirán un día en una nación en la que no se les juzgará por el color de su piel sino por el contenido de su carácter. ¡Hoy tengo un sueño!".  [...]

El discurso de Martin Luther King fue no solo el corazón y el pilar emocional de la marcha sobre Washington, sino la prueba del poder de transformación y la magia de las palabras de un hombre. Cincuenta años después, sigue siendo un discurso capaz de conmover hasta las lágrimas. Cincuenta años después, los escolares recitan sus frases más famosas, y los músicos las utilizan. Cincuenta años después, esas palabras, "Tengo un sueño", se han convertido en el símbolo del compromiso de King con la libertad, la justicia social y la no violencia, y han inspirado a los activistas desde la plaza de Tiananmen hasta Soweto, desde Europa del Este hasta Cisjordania.  [...]
Fuente: elpais.com