lunes, 21 de enero de 2019

No desistas. Un poema de Rudyard Kipling.


No desistas

Cuando vayan mal las cosas como a veces suelen ir,
cuando ofrezca tu camino sólo cuestas que subir,
cuando tengas poco haber pero mucho que pagar,
y precises sonreír aun teniendo que llorar,
cuando ya el dolor te agobie y no puedas ya sufrir,
descansar acaso debes pero nunca desistir.

Tras las sombras de la duda,
ya plateadas ya sombrías,
puede bien surgir el triunfo,
no el fracaso que temías,
y no es dable a tu ignorancia figurarse cuan cercano,
puede estar el bien que anhelas y que juzgas tan lejano, lucha,
pues por más que en la brega tengas que sufrir.

¡Cuando todo esté peor, más debemos insistir!
Si en la lucha el destino te derriba,
si todo en tu camino es cuesta arriba,
si tu sonrisa es ansia satisfecha,
si hay faena excesiva y vil cosecha,
si a tu caudal se contraponen diques,
Date una tregua, ¡pero no claudiques!
“Porque en esta vida nada es definitivo,
toma en cuenta que: todo pasa, todo llega y todo vuelve”.

Documental sobre "Las sinsombrero". Las Misiones Pedagógicas en Femenino.

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Carmen Conde junto a compañeros y compañeras de las misiones.

domingo, 20 de enero de 2019

Del tacto. Un poema de la poeta jerezana Josefa Parra.

¡Sálvame con la luz que hay en tus dedos si me tocan!
Conjura la desidia.
Enciéndeme o abrásame en el tacto esplendoroso y claro de tus manos.
Como las mariposas de noche.
Hacia la llama iré que tú convocas,
que prefiero quemarme a estar a oscuras.


viernes, 18 de enero de 2019

El hacha. Un cuento de Agota Kristof.

Pase, doctor. Es aquí, sí. Yo le he llamado, sí. Mi marido ha tenido un accidente. Sí, creo que es un accidente grave. Muy grave. Hay que subir al primer piso. Está en nuestro dormitorio. Por aquí. Discúlpeme, la cama no está hecha. Como comprenderá, me he alarmado cuando he visto tanta sangre. No sé si tendré el valor de limpiar todo esto. Creo que iré a vivir a otro sitio.

Aquí está la habitación, venga. Está aquí, al lado de la cama, sobre la alfombra. Tiene un hacha clavada en el cráneo. ¿Quiere examinarlo? Sí, examínelo. Vaya accidente más estúpido, ¿verdad? Se cayó de la cama mientras dormía y cayó sobre esta hacha.

Sí, el hacha es nuestra. Suele estar en el salón, al lado de la chimenea, sirve para cortar ramas.

¿Que por qué estaba al lado de la cama? No tengo ni idea. Seguramente él mismo la apoyó contra la mesita de noche. Tal vez temía a los ladrones. Nuestra casa está bastante aislada.

¿Dice usted que está muerto? Enseguida creí que estaba muerto pero pensé que sería mejor que un médico se asegurara.

¿Quiere hacer una llamada? ¡Ah, sí! A la ambulancia, ¿verdad? ¿A la policía? ¿Por qué? Ha sido un accidente. Simplemente se ha caído de la cama sobre un hacha. Sí, es extraño, pero hay montones de cosas que pasan así, de la forma más tonta.

¿No estará pensando que he sido yo la que ha puesto el hacha al lado de la cama para que se caiga encima? ¡Cómo iba a saber que se caería de la cama!

¿Acaso cree que lo he empujado y luego me he dormido tan tranquila, por fin sola en nuestra cama grande, sin oír sus ronquidos ni notar su olor?

Doctor, no irá usted a suponer semejantes cosas, no puede…

Es verdad, he dormido bien. Hacía años que no dormía tan bien. No me he despertado hasta las ocho de la mañana. He mirado por la ventana. Hacía viento. Las nubes blancas, grises, redondas, jugaban frente al sol. Me sentía feliz y pensaba que con las nubes uno nunca sabe. A lo mejor se dispersaban —corrían tan rápido— o formaban un conjunto y descendían sobre nosotros en forma de lluvia. Me daba igual. Me gusta mucho la lluvia. De hecho, esta mañana todo me parecía maravilloso. Me sentía aliviada, liberada de una carga que hace tanto tiempo…

Fue entonces cuando, al volver la cabeza, vi el accidente y enseguida le llamé.

Usted también quiere hacer una llamada. Aquí está el aparato. Va a llamar a la ambulancia para que se lleven el cuerpo, ¿verdad?

¿Cómo que la ambulancia es para mí? No lo entiendo. No estoy herida. No me he hecho ningún daño, estoy muy bien. La sangre que llevo en el camisón es de mi marido, ha salpicado cuando…

martes, 15 de enero de 2019

Muerte de un semidios. Un cuento de Fernando Quiñones.

De Matías Uvero, el hombre de Jerez que murió inexplicablemente va a hacer hoy veintinueve años, no puede decirse que bebiera.

—Allí: de ésa.

Desclavaba despacio los ojos del suelo, miraba un instante a la bota sin señalarla, con aquella acuosa mirada sin fondo, y El Tili, Jeromo o Marianito ya entendía cuál era de entre tantas. En seguida, Matías se llevaba a los labios la copa recién llegada. Pero no estaba propiamente bebiendo, sino reponiendo o trasegando: incorporándose —algo de lo que era ya su misma sustancia—. El vino se integraba al momento, se repartía por todo su gran cuerpo blando, que era como una cuba especial y viviente entre las de la bodega, barril con piel en lugar de duelas y carne en vez de madera de roble. Volumen, quietud, contenido y emanación de Matías, se identificaban con los de los toneles que, durante su vida entera, habían compuesto su paisaje laboral.

Emperador del panzudo, inmóvil ejército de las botas, Gran Lama en el espirituoso Tíbet del vino y los licores, la materia y el ser del viejo conocedor hacía tiempo ya que no pertenecían de lleno al mundo de los hombres: ochenta años de bodega y más de cien kilos o litros en una estatura no muy alta, pueden mucho. Demasiado. Sin duda, la añeja afirmación de que el oficio destiñe sobre la persona que lo ejecuta, se había quedado corta para Matías, que no le parecía ya a muchos un personaje de las bodegas, sino como un fragmento material de ellas.

La panza henchida, bajo la eterna pana negra, era la de una de las cubetas de trasiego; los contados movimientos del hombre en su salón, parecían marcar el lentísimo pulso del tiempo que se espesa bajo las naves y telarañas bodegueras; el reflejo de los ojos, glaucos y opacos de cataratas, guardaba un algo de las masas líquidas ambarinas que apenas se entrevén por los agujeros de los toneles y, a veces, lo avivaba fugazmente un claror también quieto tal el de los rayos solares que catedralizan aquellos recintos. Por fin, el olor del alcohol, recóndito y ostentoso al tiempo como un nocturno de Chopin, le circundaba donde estuviese y, desde muy cerca, casi podía distinguirse que era algo más y algo menos que sangre lo que traslucían las rojas venillas superficiales de su cara, que detrás de aquellos semisólidos tejidos cutáneos, de aquellos agolpamientos carmesíes en cuello y mejillas, residían, como clasificadas por añadas y calidades, las ganaderías bravas del alcohol. CONTINUAR LEYENDO

domingo, 13 de enero de 2019

¿Cómo va a ser tu día hoy? Un poema de Mario Benedetti.

¿Cómo va a ser tu día hoy? Mario Benedetti

Esta mañana desperté emocionado 
con todas las cosas que tengo que hacer 
antes que el reloj sonara.

Tengo responsabilidades que cumplir hoy. Soy importante.
Mi trabajo es escoger qué clase de día voy a tener.

Hoy puedo quejarme porque el día está lluvioso
o puedo dar gracias porque las plantas están siendo regadas.

Hoy me puedo sentir triste porque no tengo más dinero
o puedo estar contento porque mis finanzas me empujan
a planear mis compras con inteligencia.

Hoy puedo quejarme de mi salud
o puedo regocijarme de que estoy vivo.

Hoy puedo lamentarme de todo
lo que mis padres no me dieron mientras estaba creciendo
o puedo sentirme agradecido de que me permitieran haber nacido.

Hoy puedo llorar porque las rosas tienen espinas
o puedo celebrar que las espinas tienen rosas.

Hoy puedo autocompadecerme por no tener muchos amigos
o puedo emocionarme y embarcarme en la aventura de descubrir nuevas relaciones.

Hoy puedo quejarme porque tengo que ir a trabajar
o puedo gritar de alegría porque tengo un trabajo.

Hoy puedo quejarme porque tengo que ir a la escuela
o puedo abrir mi mente enérgicamente
y llenarla con nuevos y ricos conocimientos.

Hoy puedo murmurar amargamente porque tengo que hacer las labores del hogar
o puedo sentirme honrado porque tengo un techo para mi mente, cuerpo y alma.

Hoy el día se presenta ante mí esperando a que yo le dé forma
y aquí estoy, soy el escultor.

Lo que suceda hoy depende de mí. Yo debo escoger qué tipo de día voy a tener.

Que tengas un gran día… a menos que tengas otros planes….

martes, 1 de enero de 2019

La expulsión de lo distinto. Un libro del filósofo Byung-Chul Han.

Los tiempos en los que existía el otro se han ido. El otro como misterio, el otro como seducción, el otro como eros, el otro como deseo, el otro como infierno, el otro como dolor va desapareciendo. Hoy, la negatividad del otro deja paso a la positividad de lo igual. La proliferación de lo igual es lo que constituye las alteraciones patológicas de las que está aquejado el cuerpo social. Lo que lo enferma no es la retirada ni la prohibición, sino el exceso de comunicación y de consumo; no es la represión ni la negación, sino la permisividad y la afirmación. El signo patológico de los tiempos actuales no es la represión, es la depresión. La presión destructiva no viene del otro, proviene del interior.

Así comienza este interesante ensayo que acabo de terminar. Es un libro corto, poco más de 100 páginas, pero, como suelen se r los de este autor, terriblemente profundo y actual. Un texto que nos lleva por diferentes caminos de esta sociedad informacional que nos ha llevado a un neoliberalismo extremo y deshumanizado. 

Observando el indice, nos podemos hacer una idea de ese recorrido que el autor hace por diferentes encrucijadas:
  • El terror a lo igual 
  • El violento poder de lo global y el terrorismo 
  • El terror de la autenticidad 
  • Miedo 
  • Umbrales 
  • Alienación 
  • Cuerpos que se nos contraponen
  • Mirada 
  • Voz 
  • El lenguaje de lo distinto 
  • El pensamiento del otro 
  • Escuchar 
Resumiendo. Un libro que merece la pena ser leído, pensado y conversado en una tertulia o en un club de lectura.