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miércoles, 26 de junio de 2024

"DESPLAZAR LA LUNA: MI NOCHE EN EL MUSEO DE LA ACRÓPOLIS". Un libro de Andrea Marcolongo


Un bellísimo ensayo que nos recuerda lo que debemos a la cultura clásica y esa pequeña península mediterránea que gobernó el mundo.

Andrea Marcolongo pasó una noche de luna menguante en el Museo de la Acrópolis, un espacio en el que llama más la atención lo que falta que lo que se exhibe, y esa pequeña aventura le dio pie a escribir este ensayo en el que la reivindicación adquiere un carácter político, y abre un debate sobre el expolio y la apropiación cultural.

Como punto de partida, narra la increíble historia del secuestro de los mármoles del Partenón por el embajador británico lord Elgin, compuesta de toda una serie de incidentes rocambolescos que arrancó en diciembre de 1801 y se prolongó durante meses. En el trasfondo, un frágil y cambiante equilibrio de poder entre la Francia de Napoleón, el Imperio otomano e Inglaterra que contribuyó al desastre: debido a una sucesión de increíbles negligencias, los mármoles sufrieron daños y muchos de ellos se perdieron.

lunes, 18 de septiembre de 2023

"TESIS SOBRE EL CUENTO. Los dos hilos: Análisis de las dos historias" Ricardo Pligia

I
En uno de sus cuadernos de notas, Chejov registró esta anécdota: “Un hombre, en Montecarlo, va al casino, gana un millón, vuelve a casa, se suicida”. La forma clásica del cuento está condensada en el núcleo de ese relato futuro y no escrito.

Contra lo previsible y convencional (jugar-perder-suicidarse), la intriga se plantea como una paradoja. La anécdota tiende a desvincular la historia del juego y la historia del suicidio. Esa escisión es clave para definir el carácter doble de la forma del cuento.

Primera tesis: un cuento siempre cuenta dos historias.

II

El cuento clásico (Poe, Quiroga) narra en primer plano la historia 1 (el relato del juego) y construye en secreto la historia 2 (el relato del suicidio). El arte del cuentista consiste en saber cifrar la historia 2 en los intersticios de la historia 1. Un relato visible esconde un relato secreto, narrado de un modo elíptico y fragmentario.

El efecto de sorpresa se produce cuando el final de la historia secreta aparece en la superficie.

III

Cada una de las dos historias se cuenta de un modo distinto. Trabajar con dos historias quiere decir trabajar con dos sistemas diferentes de causalidad. Los mismos acontecimientos entran simultáneamente en dos lógicas narrativas antagónicas. Los elementos esenciales del cuento tienen doble función y son usados de manera distinta en cada una de las dos historias. Los puntos de cruce son el fundamento de la construcción.

IV

En “La muerte y la brújula”, al comienzo del relato, un tendero se decide a publicar un libro. Ese libro está ahí porque es imprescindible en el armado de la historia secreta. ¿Cómo hacer para que un gángster como Red Scharlach esté al tanto de las complejas tradiciones judías y sea capaz de tenderle a Lönnrott una trampa mística y filosófica? El autor, Borges, le consigue ese libro para que se instruya. Al mismo tiempo utiliza la historia 1 para disimular esa función: el libro parece estar ahí por contigüidad con el asesinato de Yarmolinsky y responde a una casualidad irónica. “Uno de esos tenderos que han descubierto que cualquier hombre se resigna a comprar cualquier libro publicó una edición popular de la Historia de la secta de Hasidim.” Lo que es superfluo en una historia, es básico en la otra. El libro del tendero es un ejemplo (como el volumen de Las mil y una noches en “El Sur”, como la cicatriz en “La forma de la espada”) de la materia ambigua que hace funcionar la microscópica máquina narrativa de un cuento. CONTINUAR LEYENDO

jueves, 7 de septiembre de 2023

UNA BIBLIOTECA: "UN LUGAR DONDE PERDER LA INOCENCIA, SIN PERDER LA VIRGINIDAD". Piedad Bonnett

La escritora Piedad Bonnett clausuró el Foro sobre Bibliotecas Públicas con este conmovedor ensayo sobre estos espacios donde los libros abren un mundo de posibilidades infinitas.

[...] Porque una biblioteca contiene, sobre todo, tiempo: es un compendio del pasado, una posibilidad de futuro y un presente pleno, que comprende el ayer y el mañana. Una biblioteca es también un gran ojo, como aquel con el que representan a Dios, o como el de las moscas, lleno de ocelos, o el de los camaleones, que pueden ver al mismo tiempo adelante y atrás. Es la mirada que resulta de la suma de todas las miradas, que ve a la vez lo grande y lo pequeño, los infinitos matices del universo. El resultado de ver a través del gran ojo de la biblioteca es que jamás nada se verá, de forma empobrecida, en blanco y negro. Porque el alma de la biblioteca está llena de la riqueza de lo ambiguo. No hay verdades en una biblioteca: hay visiones de la verdad, que es otra cosa. Infinitas voces que se dirigen a un solo sujeto, el rey de este recinto: el lector.

Pulsa AQUÍ para leer el ensayo
Fuente: Revista Arcadia.com

viernes, 4 de agosto de 2023

"SOBRE EL DUELO·. Un ensayo de Chimamanda Ngozi Adichie

En este emotivo y poderoso ensayo, que nace de un artículo publicado enTheNew Yorker, la autora nigeriana pone palabras al inenarrable grado de dolor causado por la repentina muerte de su padre en Nigeria: la crisis sanitaria por la pandemia de COVID-19 impidió que la autora pudiese salir de Estados Unidos para reunirse con su familia.

En un intento por encontrar consuelo ante la sensación de vacío que la sacudió hasta la médula, Sobre el duelo es una breve pero inteligente y conmovedora crónica autobiográfica de las primeras etapas de la gestión de la pérdida, un revelador examen de la naturaleza del dolor, un tributo al padre que la llamaba «nwoke neli» («la que equivale a muchos hombres») y una profunda reflexión sobre la lengua y las tradiciones igbo.

Este libro se enmarca en la más rabiosa y dolorosa actualidad: la autora escribe desde la certeza de ser sólo una más de entre los millones de personas en duelo, sobre las dimensiones culturales y familiares del mismo y, también, sobre la soledad y la ira inherentes a él.Sobre el duelo es un libro imprescindible para estos momentos. Y, sin embargo, resultará atemporal, duradero, y una adición indispensable al canon de la autora.


domingo, 30 de julio de 2023

"LEER Y DEJAR DECIR". Texto que la escritora boliviana Claudia Peña Claros leyó en las III Jornadas de Literatura Boliviana

Leer es escaparse, como cuando una bate la taza de leche y batiendo se deja ir, absorta entre medio del sueño y la vigilia, mirando que los otros se apuran, se mueven y hacen lo que debe ser hecho, lo que no haces vos. ¡Claudia! espetaba mi madre, porque ya debíamos salir al colegio.

Así, también leer es ausentarse, pedir un comper y perderse en algún delirio de un alguien que jamás hemos visto. Entonces, páginas después, vuelves y habías estado en tu cama, o en el mini y ya te toca bajar, o ya es tu turno en el médico, y debes arreglarte el cuerpo para que vuelva aquí, a este mundo de distancias y envejecimientos. No había estado en la nieve. No había estado en el río, ni en la guerra, no había estado el boxeador con su hambre de carne. No eras tú ese gato solo en el departamento, sino que apenas habías ido a que te midan los lentes. No estabas descubriendo aquella balanza que por decenas de años había servido para robar a los campesinos, sino que apenas era la noche de un domingo que ya se acaba. Mañana otra vez al trabajo.

Leer es escaparte, y expandirte. Recuerdo cuando leí Redoble por Rancas, recuerdo dónde lo leí, y el olor de la habitación, que contenía una pequeña biblioteca, en un centro de formación de adultos, en un pequeño pueblo del altiplano, medio abandonado y solo.

Tenía el corazón enclaustrado en esos cerros, y no podía ver nada del otro lado. Entonces fui abrazada por Manuel Scorza, por las palabras de Manuel Scorza. Había allí una ternura que me inundaba, y fue la primera vez que sentí no solo que me hundía, sino que era empapada, era dulcemente atravesada por un canto que se ejecutaba en perfecta sintonía con el vacío que tanto me angustiaba…. Rancas. Y yo veía las hierbas, las piedras, las palabras de los indios.

A veces, para salvar la vida necesitamos escapar de la vida, y en ese tiempo leer era abrir los ojos y contener campos inmensos, días y noches, vientos, las voces de los hombres y de las mujeres.

Leer es escaparte, y expandirte. Pero leer es también corromperte. A mí me corrompió Gioconda Belli, con sus cabellos largos y sus historias de revoluciones y de amantes que se dejan, sus historias de mujeres andantes y respondonas. Ella me enseñó lo que el recato me había negado, y después me separé y pude dormir feliz y sola en mi cama de dos plazas, la luna lamiendo mis piernas, los árboles de mango espiándome por la ventana.

Leer es escaparte, expandirte, corromperte. Leer también es amar hasta lo imposible, como ama García Lorca, con su amor que brota de la tierra, de los cuchillos, de la sangre. Un amor que pasa al galope, desbocado, y te arranca y te lleva en sus ancas. Con García Lorca aprendes la fuerza de las palabras, que son caballos de belfos impacientes, de crines briosas, caballos malditos hechos de deseo, de músculo, de instinto.

Escaparte, expandirse, corromperse, amar. Leer es también resistir, como resisten contra el frío o contra la muerte, o contra el tiempo, los personajes de Jack London, tan llenos de fuerzas primigenias y básicas. No como nosotros, que queremos ser dioses que no sudan y prendemos el aire; dioses que no envejecen, y nos encremamos y ejercitamos; dioses que no esperan, que no sienten dolor, que nunca están tristes. Aquellos hombres, en cambio, tienen sed de vida, hambre de persistir, y eso los hace míticos, aunque siempre pierdan, porque al final y al cabo siempre somos lo que somos nomás.

Y también está John Steinbeck, esencial. De él sólo diré que leerlo es llegar a casa: la más cobijo y cuna, la más vital. Steinbeck es un instinto, para mí.

Entonces escapar, expandirse, corromperse, amar, resistir. Tal vez antes de todo eso, y también después, leer es escribir, no como quien se dice, sino como quien deja decir, como quien se entrega, en medio de la vida, a la intensidad del tiempo que le toca, porque solamente copia quien permanece estático, quien deja de tener algo para decir. Solamente quien vive más, escribe mejor.

miércoles, 17 de noviembre de 2021

QUERIDA IJEAWELE. CÓMO EDUCAR EN EL FEMINISMO. Un texto de Chimamanda Ngozi Adichie.


"En lugar de enseñarle a tu hija a agradar, enseñale a ser sincera. Y amable. Y valiente. Anímala a decir lo que piensa, a decir lo que opina en realidad, a decir la verdad. [...] Dile que, si algo la incomoda, se queje, grite."

El feminismo empieza en la educación. Con su voz cálida y directa, Chimamanda Ngozi Adichie dirige esta emotiva carta a una joven madre que acaba de dar a luz. En sus quince consejos, reivindica la formación de nuestros hijos e hijas en la igualdad y el respeto, el amor por los orígenes y la cultura. Una invitación a rechazar estereotipos, a abrazar el fracaso y a luchar por una sociedad más justa. Una bella misiva con reflexiones tan honestas como necesarias, sencillas y profundas. Un texto para todas las edades.


domingo, 14 de noviembre de 2021

EL PELIGRO DE LA HISTORIA ÚNICA. Chimamanda Ngozi Adichie.



Nuestras vidas, nuestras culturas, están hechas de muchas historias interrelacionadas. La novelista Chimamanda Adichie cuenta cómo encontró su voz cultural auténtica y advierte que si solo escuchamos una historia sobre una persona o un país, corremos el riesgo de caer en una incomprensión grave.

"Todas estas historias me hacen quien soy, pero si insistimos sólo en lo negativo sería simplificar mi experiencia, y omitir muchas otras historias que me formaron. La historia única crea estereotipos y el problema con los estereotipos no es que sean falsos sino que son incompletos. Hacen de una sola historia la única historia."

«Las historias importan. Importan muchas historias. Las historias se han utilizado para desposeer y calumniar, pero también pueden usarse para facultar y humanizar. Pueden quebrar la dignidad de un pueblo, pero también pueden restaurarla.»

"... cuando rechazamos la historia única, cuando nos damos cuenta de que nunca hay una sola historia sobre ningún lugar, recuperamos una suerte de paraíso."





martes, 24 de noviembre de 2020

"La Ilíada o el poema de la fuerza". Un original y profundo ensayo sobre la obra de Homero de Simone Weil.

El verdadero héroe, el verdadero tema, el centro de La Ilíada es la fuerza. La fuerza manejada por los hombres, la fuerza que somete a los hombres, la fuerza ante la cual la carne de los hombres se retrae. El alma humana sin cesar aparece modificada por sus relaciones con la fuerza, arrastrada, cegada por la fuerza de que cree disponer, doblegada por la presión de la fuerza que sufre. Los que soñaron que la fuerza, gracias al progreso, pertenecía ya al pasado, pudieron ver en este poema un documento; los que saben discernir la fuerza, hoy como antes, en el centro de toda historia humana, encuentran en él el más bello, el más puro de los espejos.

La fuerza es lo que hace de quienquiera que le esté sometido una cosa. Cuando se ejerce hasta el extremo, hace del hombre una cosa en el sentido más literal, pues hace de él un cadáver. Había alguien y, un instante después, no hay nadie. Es un cuadro que La Ilíada no se cansa de presentar.

... los caballos
haciendo resonar los carros vacíos por los caminos de la guerra.
en duelo de sus conductores sin reproche. Ellos sobre la tierra
yacían, de los buitres más queridos que de sus esposas.

El héroe es una cosa arrastrada tras un carro en el polvo:

... Alrededor, los cabellos
negros estaban esparcidos, y la cabeza entera en el polvo
yacía, antes encantadora; ahora Zeus a sus enemigos
había permitido envilecerla en su tierra natal.

A la amargura de tal cuadro la saboreamos pura, sin que ninguna ficción reconfortante venga a alterarla, ninguna inmortalidad consoladora, ninguna insípida aureola de gloria, o de patria.

Su alma fuera de sus miembros voló, fue hacia el Hades,
llorando su destino, abandonando su virilidad y su juventud.

Más patética todavía, por lo doloroso del contraste, es la evocación súbita, rápidamente borrada, de otro mundo, el mundo lejano, precario y conmovedor de la paz, de la familia, ese mundo donde cada hombre es para los que lo rodean lo que más cuenta.

En la casa ella ordenaba a sus sirvientas de hermosos cabellos que se
quedasen
para poner cerca del fuego un gran tr ́ıpode, a fin de que hubiera
para Héctor un baño caliente al retornar del combate.
¡Ingenua!. No sabía que muy lejos de los baños calientes
el brazo de Aquiles lo había sometido, a causa de Atenas la de los ojos
verdes.

En verdad, estaba lejos de los baños calientes el desdichado. No estaba solo. Casi toda La Ilíada transcurre lejos de los baños calientes. Casi toda la vida humana ha transcurrido siempre lejos de los baños calientes. CONTINUAR LEYENDO

lunes, 8 de junio de 2020

Juan Rulfo. Las sombras y los murmullos del mundo rural mexicano. Un ensayo de Miguel Díez

Me llamo Juan Nepomuceno Pérez Rulfo Vizcaíno, me apilaron todos los nombres de mis antepasados maternos y paternos como si fuera el vástago de un racimo de plátanos, y aunque siento preferencia por el verbo arracimar me hubiera gustado un nombre más sencillo.

Juan Rulfo (Apulco, Jalisco, 1917-México, D.F., 1986) nació en la casa familiar de la hacienda de Apulco, pequeño lugar dependiente administrativamente de Sayula, donde fue registrado su nacimiento el 16 de mayo de 1917, pero realmente pasó los años decisivos de su niñez en otra población cercana llamada San Gabriel, un pueblo que había sido próspero, pero que, como a tantos otros, lo arruinó la Revolución.

El sur (“Los Bajos”) del estado de Jalisco, al que pertenecen estos lugares de la infancia de Rulfo, estaba en aquel tiempo muy aislado, empobrecido, abandonado y sumido en la anarquía. Cronológicamente hay que situarse a finales de la Revolución mexicana (1910-1920) y en medio de la Rebelión de los Cristeros (1926-1928), la violenta reacción de los sectores católicos tradicionales contra el laicismo revolucionario.

“Rulfo niño vio pasar a los cristeros por las faldas del cerro, y su mamá le tapaba los ojos para que no se le quedara grabado el siniestro monigote de un ahorcado o la marioneta de hilos rotos que los soldados llevan a empujones hasta el paredón de fusilamiento”.

Era raro que no viéramos colgado de los pies algunos de los nuestros en cualquier palo de algún camino. Allí duraban hasta que se hacían viejos y se arriscaban como pellejos sin curtir. Los zopilotes se los comían por dentro, sacándoles las tripas, hasta dejar la pura cáscara. Y como los dejaban en alto, allá se estaban campaneándose al soplo del aire muchos días, a veces meses, a veces ya nada más la pura tilanga de los pantalones bulléndose con el viento como si alguien los hubiera puesto a secar allí.

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sábado, 16 de febrero de 2019

Nuestra necesidad de consuelo es insaciable. Stig Dagerman

Estoy desprovisto de fe y no puedo, pues, ser dichoso, ya que un hombre dichoso nunca llegará a temer que su vida sea un errar sin sentido hacia una muerte cierta. No me ha sido dado en herencia ni un dios ni un punto firme en la tierra desde el cual poder llamar la atención de dios; ni he heredado tampoco el furor disimulado del escéptico, ni las astucias del racionalista, ni el ardiente candor del ateo. Por eso no me atrevo a tirar la piedra ni a quien cree en cosas que yo dudo, ni a quien idolatra la duda como si ésta no estuviera rodeada de tinieblas. Esta piedra me alcanzaría a mí mismo ya que de una cosa estoy convencido: la necesidad de consuelo que tiene el ser humano es insaciable.

Yo mismo persigo el consuelo como el cazador su presa. Por dondequiera que en el bosque lo vislumbre, disparo. A menudo no alcanzo más que el vacío; pero alguna que otra vez cae a mis pies una presa. Y como sé que el consuelo no dura más que el soplo del viento en la copa del árbol, me apresuro a apoderarme de ella.

¿Y qué tengo entonces entre mi brazos? Puesto que estoy solo: una mujer amada o un desdichado compañero de viaje. Puesto que soy poeta: un arco de palabras que no puedo tensar sin un sentimiento de dicha y de horror. Puesto que soy prisionero: una súbita mirada hacia la libertad. Puesto que estoy amenazado por la muerte: un animal vivo aún caliente, un corazón que palpita sarcásticamente. Puesto que estoy amenazado por el mar: un arrecife de duro granito.

Pero también hay consuelos que me llegan como huéspedes sin haberlos invitado y que llenan mi aposento de odiosos cuchicheos: Soy tu deseo - ¡ama a todo el mundo! Soy tu talento -¡abusa de él como abusas de ti mismo! Soy tu sensualidad - ¡solamente viven los sibaritas! Soy tu soledad -¡menosprecia a los seres humanos! Soy tu deseo de muerte -¡corta!

El equilibrio es un listón estrecho. Veo mi vida amenazada por dos poderes: por un lado, por las ávidas bocas del exceso; y por otro, por la avara amargura que se nutre de sí misma. Pero rehuso elegir entre la orgía y la ascesis, aunque sea al precio de una confusión mental. Para mí no basta con saber que, puesto que no somos libres en nuestros actos, todo es excusable. Lo que busco no es una excusa a mi vida sino todo lo contrario a una excusa: la reconciliación. Al fin me doy cuenta que cualquier consuelo que no cuente con mi libertad es engañoso, al no ser más que la imagen reflejada de mi desespero. En efecto, cuando mi desespero me dice: Desespera, puesto que cada día no es sino una tregua entre dos noches, el falso consuelo me grita: Espera, pues cada noche no es más que una tregua entre dos días. CONTINUAR LEYENDO

martes, 1 de enero de 2019

La expulsión de lo distinto. Un libro del filósofo Byung-Chul Han.

Los tiempos en los que existía el otro se han ido. El otro como misterio, el otro como seducción, el otro como eros, el otro como deseo, el otro como infierno, el otro como dolor va desapareciendo. Hoy, la negatividad del otro deja paso a la positividad de lo igual. La proliferación de lo igual es lo que constituye las alteraciones patológicas de las que está aquejado el cuerpo social. Lo que lo enferma no es la retirada ni la prohibición, sino el exceso de comunicación y de consumo; no es la represión ni la negación, sino la permisividad y la afirmación. El signo patológico de los tiempos actuales no es la represión, es la depresión. La presión destructiva no viene del otro, proviene del interior.

Así comienza este interesante ensayo que acabo de terminar. Es un libro corto, poco más de 100 páginas, pero, como suelen se r los de este autor, terriblemente profundo y actual. Un texto que nos lleva por diferentes caminos de esta sociedad informacional que nos ha llevado a un neoliberalismo extremo y deshumanizado. 

Observando el indice, nos podemos hacer una idea de ese recorrido que el autor hace por diferentes encrucijadas:
  • El terror a lo igual 
  • El violento poder de lo global y el terrorismo 
  • El terror de la autenticidad 
  • Miedo 
  • Umbrales 
  • Alienación 
  • Cuerpos que se nos contraponen
  • Mirada 
  • Voz 
  • El lenguaje de lo distinto 
  • El pensamiento del otro 
  • Escuchar 
Resumiendo. Un libro que merece la pena ser leído, pensado y conversado en una tertulia o en un club de lectura.

domingo, 2 de julio de 2017

Los escritores y el Leviatán. Un artículo de George Orwell.

La posición del escritor en una época de control estatal ha sido ya bastante discutida, a pesar de que todavía no se pueda tener acceso a la mayoría de las evidencias pertinentes. [...] Pero no me voy a ocupar ahora de ningún movimiento organizado y consciente, como el comunismo, sino solamente del efecto que el pensamiento político tiene sobre la gente de buena voluntad y de la necesidad de asumir una postura política.

[...] En todo caso, una enorme cantidad de libros polémicos -a favor o en contra de la Rusia Soviética, a favor o en contra del sionismo, a favor o en contra de la Iglesia católica, etcétera- son juzgados antes de haberlos leído y, de hecho, incluso antes de haber sido escritos. Uno sabe de antemano qué recepción tendrán, y en qué periódicos. Y sin embargo, con una deshonestidad casi inconsciente, se mantiene la pretensión de que se aplicaron normas realmente literarias.

[...] Es evidente que la invasión de la política en la literatura de todos modos tenía que darse. [...] Un literato moderno vive y escribe en medio de un miedo constante -y ciertamente no a la opinión pública en su sentido más amplio, sino a la opinión pública al interior de su propio grupo. Generalmente, por suerte, hay más de un grupo, pero también, en un momento dado, existe una ortodoxia dominante, la cual, si tienes el coraje de ofender, te puede dejar con la mitad de tu salario por un buen rato.

[...] Toda la ideología de izquierda, científica y utópica, fue desarrollada por gente que no aspiraba al poder inmediato. Por eso fue radical y profundamente desdeñosa de reyes, gobiernos, leyes, prisiones, fuerzas policíacas, ejércitos, banderas, fronteras, patriotismos, religión, moral convencional y, de hecho, de todo el sistema existente. 

[...] Sin embargo, los partidos de izquierda, aun cuando se ostentaban como antiimperialistas, nunca aclararon esta realidad. En su momento, estuvieron dispuestos a admitir que los trabajadores británicos se beneficiaron, hasta cierto punto, con el saqueo de Asia y África, pero siempre permitieron que pareciera que podíamos renunciar a nuestro botín y, no obstante, de alguna manera ingeniárnoslas para permanecer prósperos. Realmente, en gran medida, el socialismo atrajo a los trabajadores haciéndolos conscientes de su explotación, cuando la verdad brutal era que, a nivel mundial, ellos eran los explotadores.

[...] Al aceptar la ortodoxia siempre se heredan contradicciones.

[...] Por supuesto, no estoy sugiriendo que la deshonestidad intelectual sea privativa de los socialistas o de los izquierdistas en general, o que sea más común entre ellos. Es simplemente que la aceptación de cualquier disciplina política parece ser incompatible con la integridad literaria. Esto es igualmente aplicable a movimientos como el pacifismo y el personalismo que pretenden estar fuera de la lucha política ordinaria. Verdaderamente, la sola terminación -ismo parece traer consigo el olor a propaganda. Las lealtades grupales son necesarias y, sin embargo, venenosas para la literatura, en tanto producto individual. En el instante en el que se admite cualquier influencia en la escritura creativa, aunque sea negativa, el resultado no sólo será la falsificación, sino a menudo, también, la aridez en la creatividad. icaron normas realmente literarias.

[...] Muy bien, ¿y después, qué? ¿Tendríamos que concluir que el deber de todos los escritores es "mantenerse al margen de la política"? ¡Por supuesto que no! En todo caso, como ya dije, ningún ser pensante, en una época como ésta debe, ni puede, mantenerse ajeno a la política. Únicamente sugiero que deberíamos trazar una línea más definida entre nuestras lealtades políticas y literarias, y reconocer que la disposición a hacer ciertas cosas desagradables pero necesarias no implica la obligación de tragarse la opinión que conllevan. Cuando un escritor se compromete políticamente, debería hacerlo como un ciudadano, como un ser humano, pero no como escritor. No creo que tenga derecho, con base únicamente en su sensibilidad, a evadir el trabajo sucio de la política. Debería estar preparado, como cualquier otro, para dar conferencias en lugares desvencijados, hacer pintas, solicitar votos, repartir folletos e incluso pelear en una guerra civil si fuera necesario. Pero jamás debería escribir de lo que hace en favor del partido. Debería dejar asentado que su literatura es cosa aparte. Debería ser capaz de cooperar, pero al mismo tiempo, si así lo decidiera, de rechazar totalmente la ideología oficial. Jamás debería frenar el curso de su pensamiento por el hecho de que pudiera conducir a una herejía, y no debería preocuparse mucho de si su heterodoxia se intuye, que es lo más probable. Tal vez hasta sería una mala señal que en estos tiempos no se sospechara de las tendencias reaccionarias de un escritor, así como hace veinte años era mala señal si no se sospechaba de su simpatía por el comunismo.

[...] Sugerir que un escritor creativo, en épocas de conflicto, debe dividir su vida en dos puede parecer derrotista o frívolo: pero no veo qué otra cosa pueda hacerse en la práctica. Encerrarse en una torre de marfil es imposible e indeseable. Rendirse subjetivamente, no sólo a la maquinaria de un partido, sino aun a la ideología de un grupo, es destruirse como escritor. [...] En política, lo más que uno puede lograr es decidir cuál de los dos males es el menor, y existen ciertas situaciones de las que uno sólo puede escapar actuando como un demonio o como un lunático. [...] Para la mayoría de la gente el problema no surge de la misma manera, porque sus vidas ya están divididas. Sólo están realmente vivos en sus horas libres, y no existe ningún lazo emocional entre su trabajo y su actividad política. [...] Pero su obra, si ha de tener algún valor, siempre será el producto de la parte más sana de su ser, ésa que se mantiene al margen, la que toma nota de lo que se hace y reconoce su necesidad, pero se niega a ser engañada en cuanto a su verdadera naturaleza.


miércoles, 14 de junio de 2017

Libertad condicional. Un ensayo de Mª Teresa Andruetto sobre la poesía.

No sabemos decir qué es poesía, pero cuando algo de ella ha sido capturado y por eso mismo nos captura, podemos reconocerla, tal como lo expresan los versos de Montale, Non c´`e pensiero che imprigioni il fulmine / ma chi ha veduto la luce non se ne priva. La poesía es lenguaje cargado de posibilidades, pero en ¿qué consiste esa carga?, ¿qué le da al poema su fuerza, su durabilidad, su alojamiento en la memoria? Sabemos que reside justamente ahí, en su capacidad de quedarse en nosotros, su triunfo sobre el caos, sobre la banalidad del mundo y de las cosas, su resistencia al paso del tiempo, su pequeña victoria ante lo efímero y lo fugaz. La intensidad hace a la poesía y nos permite diferenciarla de todos los otros modos de la palabra. En el poema, las palabras –más que en ninguna otra forma de lo oral o de lo escrito- dejan de ser funcionales a la construcción de una historia, se “olvidan” de ser útiles, se ponen a hacer “otra cosa”, como hacen “otra cosa” los gestos en el teatro o los sonidos en la música. Se genera así una fuerza mucho más potente que la suma de elementos que constituyen el poema, alcanzando un resultado que aprovecha de un modo misterioso las cualidades de cada una de las partes. Cada buen poema es, entonces, un pequeño triunfo sobre el caos y también sobre lo plano, lo literal, lo cerrado, lo puramente racional y lo unívoco.

La escritura nos enseña que el lenguaje es más grande que nosotros. Por complejos, misteriosos pero precisos mecanismos, en algunas ocasiones un conjunto de palabras se transforma y se enciende hasta convertirse en un poema. ¿Cómo se genera eso?, ¿Es posible apurar los tiempos, mejorar el camino de llegada? Apenas contamos con oído y paciencia para escuchar y depurar. En el camino -si logramos transitarlo-, se vuelve sutil lo que en el ritmo, la impronta, la medida de la lengua resultaba pesado, plano o evidente, y se revela lo que en la experiencia había permanecido opaco o escondido. Pero es, creo, equívoco pensar en dos tipos de verso, el medido y el libre, creo que es más verdadera la convicción de que la forma –cualquiera sea- nace del contenido. No hay verso libre, si por libre entendemos la despreocupación o el olvido de la forma. Cualquiera de los buenos poemas escritos en lo que llamamos verso libre está tan lleno de reglas internas, de sofisticados mecanismos de equilibrio, ruptura, forzamiento y digresión, como el verso medido, aunque es verdad que en este último caso esas leyes son generales, preestablecidas, construidas a lo largo de los siglos, y en el primero se trata de leyes auto impuestas o mejor aún descubiertas en el propio camino de escritura. ¿De qué se libera el verso libre?, ¿cómo funciona la libertad en el arte?, ¿con qué instrumentos se despliega?, ¿cuánta importancia tienen en la aparición de lo propio, lo particular y lo “libre”, la obstrucción, el límite, las leyes y los condicionamientos? Como dijo alguna vez W. H. Auden Si se juega, se tiene necesidad de reglas; de otro modo no existe el gusto.


lunes, 3 de abril de 2017

La filosofía y la literatura como vías de conocimiento: "La sociedad del desprecio" de Axel Honneth y "El hombre invisible" de Ralph Ellison.


Este libro reúne los ensayos más importantes escritos por Axel Honneth (discípulo de Jürgen Habermas) entre 1981 y 2001. Estos textos recapitulan las principales estaciones de su pensamiento: no solo el giro imprimido a la teoría Crítica en el sentido de una teoría del reconocimiento, sino tambiénn la pluralidad de campos en los que se desarolla su filosofía y la dirección en la que esta se orienta. El giro "recognoscitivo" -que busca salvar algunos de los déficits de la Teoría Crítica- describe una espiral continua qe transita desde el análisis de las patologías sociales hasta el estudio de las patologías de la razón. Se inscribe así en un proyecto más amplio que, desde la "lucha" asociada al reconocimiento, pretende examinar sus negaciones, es decir, aquellas manifestaciones que se expresan en nociones como "desintegración", "desgarramiento", "patología", "cosificación" o "desprecio".

A lo largo de los diferentes ensayos aparece una novela que es citada con bastante asiduidad. Se trata de "El hombre invisible", de Ralph Ellison. Este clásico es el relato en primera persona de quien se describe a sí mismo como un "hombre invisible", no por una anormal condición fisiológica, sino porque la sociedad permance ciega ante él; se niega a verlo. El autor, desgrana así, desde el presente oscuro, "bajo tierra", del protagonista, las preocupaciones sociales e intelectuales de su tiempo con crudeza y sensibilidad, y que han trascendido a nuestros días. Fue publicada en 1952.

Se podrían citar muchos pasajes de ambos textos, pero en este caso me detengo en uno de la novela de Ellison en el que se centra en una cuestión muy actual como es la DIVERSIDAD y en la que proclama que NUESTRO DESTINO ES LA UNIDAD EN LA VARIEDAD. A que os suena.

"¿De dónde proviene esta pasión por la uniformidad?  ¡La clave está en la diversidad! Si se respetara la diversidad! Si se respetara la diversidad entre los hombres, no habría tiranías. Si persisten en esta manía de la uniformidad, terminarán obligándome -a mí, hombre invisible- a convertirme en blanco, y el blanco no es un color, sino la carencia de todo color. ¿Debo procurar carecer de color? Hablando seriamente y sin esnobismos: imaginad cuánto perdería el mundo si se llegara a esa uniformidad. Estados Unidos está formado de muy distintas piezas. Creo que lo mejor sería reconocer la legitimidad de todas ellas y no imponerles la obligación de alterar su modo de ser. “Ni vencedores ni vencidos”, esta es la gran verdad de nuestro país y de cualquier otro país. La vida debe ser vivida, no ahogada por mil limitaciones reguladoras. Y la dignidad humana se alcanza al seguir en juego, después de una derrota. NUESTRO DESTINO ES LA UNIDAD EN LA VARIEDAD. No se trata de una profecía, sino de una descripción. Una de las mayores paradojas de nuestro mundo se advierte en el espectáculo de los blancos empeñados en huir de cuanto sea negro y ennegreciéndose cada día; y en el de los negros esforzándose en convertirse en blancos, par lograr, tan solo, ser descoloridos grises. Ninguno de nosotros parece saber quién es, ni a dónde se dirige.” (página 631)



lunes, 31 de octubre de 2016

Entrevista a JOSEP MARÍA ESQUIROL. FILÓSOFO. “A pesar de los avances, la ciencia no va a resolver el sentido de la vida”. El filósofo propone en 'La resistencia íntima' la vuelta a casa y elogia la cotidianidad.

Profesor de filosofía en la Universidad de Barcelona y autor de varios ensayos, Josep Maria Esquirol (Sant Joan de Mediona, Barcelona, 1963) acaba de publicar La resistencia íntima. Ensayo de una filosofía de la proximidad, (Acantilado en español y Quaderns Crema en catalán) donde propone la vuelta a casa, el elogio de la cotidianidad y la resistencia al “dogmatismo de la actualidad”, con la casa, el hogar, como metáfora central.

Pregunta. Usted dice que urge “repensar la comunidad más allá de la unidimensionalidad neoliberal, la abstracción comunista o las restricciones del comunitarismo”. ¿La resistencia íntima apunta a una lectura política?

Respuesta. Tiene que ver con la vida cotidiana, profesional, personal, antes de lo que sería luego la política. Los cambios políticos son fecundos no sólo cuando son estructurales sino también infraestructurales y compaginan las dos dimensiones: la vida pública y la vida personal, de la cotidianidad, de las relaciones con los demás. En este terreno también debe haber un cambio para que después los cambios propiamente políticos puedan sostenerse. Pensé La resistencia íntimacomo prefacio a una reflexión sobre la vida política, que he ido posponiendo siguiendo el parecer de algunos grandes filósofos que sostienen que el pensamiento político debe expresarse más bien en la madurez o incluso en la ancianidad, porque es el que requiere mayor experiencia.

P. Así que aún habrá que esperar mucho, pues usted aún es joven…

R. No tardaré demasiado porque empecé joven y ya llevo casi treinta años explicando pensamiento político en la Facultad de Filosofía: así que, en cierto modo, ya debería haber alcanzado esa madurez, espero.

P. “Evitemos buscar siempre lo extraordinario, admirémonos de lo simple y llano y aprendamos a apreciarlo porque desde cierto punto de vista es lo más sublime de todo”. ¿Es una crítica al romanticismo, que valora lo heroico, lo extremo, lo insólito?

R. Sí que hay un contraste con ciertos planteamientos románticos. Pero mi referente más cercano sería el del existencialismo o el de algunas divulgaciones del existencialismo, en las cuales se ha puesto demasiado énfasis en la idea de proyecto y por lo tanto de la realización personal y de éxito. Se insiste en que la vida es proyecto y, por tanto, se busca una realización, una expansión, una cierta aventura, lo nuevo, lo especial, lo singular. Y, desde luego, el éxito, conseguir lo que uno se propone. Frente a ello me parece muy necesario reivindicar la profundidad del gesto cotidiano. Hay cosas que no por repetirse son banales. En lo cotidiano hay mucha sedimentación, hay una riqueza que no puede menospreciarse…

[...] P. Habla usted de “Resistencia íntima”, de “Volver a casa”, del valor de la cotidianidad, de “Lo sencilla que es la vida”, de la importancia del “amparo” y de “cuidarse”. ¿Habla de “amparo” porque la naturaleza humana está especialmente desamparada en este momento nihilista y tecnológico?

R. El gesto de amparo, que es el gesto de la casa —porque “casar” es reunir, y hacer casa— es la idea de hogar, de franqueza. Esto es casar. Y esa necesidad de hacer casa no es relativa sólo a una época, porque la misma situación humana es de intemperie. Intemperie física pero también metafísica: de falta de sentido. Como vivimos en la intemperie hemos de reunir, amparar, casar. Se ha hecho siempre, aunque es cierto que cada época tiene unas modalidades específicas de exposición y, evidentemente, la nuestra se caracteriza por esta revolución tecnológica sin precedentes… CONTINUAR LEYENDO
Fuente: cultura.elpais.com

domingo, 9 de octubre de 2016

"La muerte del autor". Por Roland Barthes. Traducción: C. Fernández Medrano.

[...] "La escritura es la destrucción de toda voz, de todo origen. La escritura es ese lugar neutro, compuesto, oblicuo, al que va a parar nuestro sujeto, el blanco-y-negro en donde acaba por perderse toda identidad, comenzando por la propia identidad del cuerpo que escribe."

"[...] la imagen de la literatura que es posible encontrar en la cultura común tiene su centro, tiránicamente, en el autor, su persona, su historia, sus gustos, sus pasiones; la crítica aún consiste, la mayoría de las veces, en decir que la obra de Baudelaire es el fracaso de Baudelaire como hombre; la de Van Gogh, su locura; la de Tchaikovsky, su vicio: la explicación de la obra se busca siempre en el que la ha producido, como si, a través de la alegoría más o menos transparente de la ficción, fuera, en definitiva, siempre, la voz de una sola y misma persona, el autor, la que estaría entregando sus “confidencias”."

[...] "Hoy en día sabemos que un texto no está constituido por una fila de palabras, de las que se desprende un único sentido, teológico, en cierto modo (pues sería el mensaje del Autor-Dios), sino por un espacio de múltiples dimensiones en el que se concuerdan y se contrastan diversas escrituras, ninguna de las cuales es la original: el texto es un tejido de citas provenientes de los mil focos de la cultura."

[...] "Una vez alejado del Autor, se vuelve inútil la pretensión de “descifrar” un texto. Darle a un texto un Autor es imponerle un seguro, proveerlo de un significado último, cerrar la escritura. Esta concepción le viene muy bien a la crítica, que entonces pretende dedicarse a la importante tarea de descubrir al Autor (o a sus hipóstasis: la sociedad, la historia, la psique, la libertad) bajo la obra: una vez hallado el Autor, el texto se “explica”, el crítico ha alcanzado la victoria; así pues, no hay nada asombroso en el hecho de que, históricamente, el imperio del Autor haya sido también el del Crítico, ni tampoco el hecho de que la crítica (por nueva que sea) caiga desmantelada a la vez que el Autor."

[...] De esta manera se desvela el sentido total de la escritura: un texto está formado por escrituras múltiples, procedentes de varias culturas y que, unas con otras, establecen un diálogo, una parodia, un cuestionamiento; pero existe un lugar en el que se recoge toda esa multiplicidad, y ese lugar no es el autor, como hasta hoy se ha dicho, sino el lector: el lector es el espacio mismo en que se inscriben, sin que se pierda ni una, todas las citas que constituyen una escritura; la unidad del texto no está en su origen, sino en su destino, pero este destino ya no puede seguir siendo personal: el lector es un hombre sin historia, sin biografía, sin psicología; él es tan sólo ese alguien que mantiene reunidas en un mismo campo todas las huellas que constituyen el escrito. Y esta es la razón por la cual nos resulta risible oír cómo se condena la nueva escritura en nombre de un humanismo que se erige, hipócritamente, en campeón de los derechos del lector. La crítica clásica no se ha ocupado del lector; para ella no hay en la literatura otro hombre que el que la escribe. Hoy en día estamos empezando a no caer en la trampa de esa especie de antífrasis gracias a la que la buena sociedad recrimina soberbiamente a favor de lo que precisamente ella misma está apartando, ignorando, sofocando o destruyendo; sabemos que para devolverle su porvenir a la escritura hay que darle la vuelta al mito: el nacimiento del lector se paga con la muerte del Autor.