sábado, 8 de agosto de 2020

El retrato oval, un cuento de Edgar Allan Poe.

 

El castillo en el cual mi criado se le había ocurrido penetrar a la fuerza en vez de permitirme, malhadadamente herido como estaba, de pasar una noche al ras, era uno de esos edificios mezcla de grandeza y de melancolía que durante tanto tiempo levantaron sus altivas frentes en medio de los Apeninos, tanto en la realidad como en la imaginación de Mistress Radcliffe. Según toda apariencia, el castillo había sido recientemente abandonado, aunque temporariamente. Nos instalamos en una de las habitaciones más pequeñas y menos suntuosamente amuebladas. Estaba situada en una torre aislada del resto del edificio. Su decorado era rico, pero antiguo y sumamente deteriorado. Los muros estaban cubiertos de tapicerías y adornados con numerosos trofeos heráldicos de toda clase, y de ellos pendían un número verdaderamente prodigioso de pinturas modernas, ricas de estilo, encerradas en sendos marcos dorados, de gusto arabesco. Me produjeron profundo interés, y quizá mi incipiente delirio fue la causa, aquellos cuadros colgados no solamente en las paredes principales, sino también en una porción de rincones que la arquitectura caprichosa del castillo hacía inevitable; hice a Pedro cerrar los pesados postigos del salón, pues ya era hora avanzada, encender un gran candelabro de muchos brazos colocado al lado de mi cabecera, y abrir completamente las cortinas de negro terciopelo, guarnecidas de festones, que rodeaban el lecho. Quíselo así para poder, al menos, si no reconciliaba el sueño, distraerme alternativamente entre la contemplación de estas pinturas y la lectura de un pequeño volumen que había encontrado sobre la almohada, en que se criticaban y analizaban.

Leí largo tiempo; contemplé las pinturas religiosas devotamente; las horas huyeron, rápidas y silenciosas, y llegó la media noche. La posición del candelabro me molestaba, y extendiendo la mano con dificultad para no turbar el sueño de mi criado, lo coloqué de modo que arrojase la luz de lleno sobre el libro.

Pero este movimiento produjo un efecto completamente inesperado. La luz de sus numerosas bujías dio de pleno en un nicho del salón que una de las columnas del lecho había hasta entonces cubierto con una sombra profunda. Vi envuelto en viva luz un cuadro que hasta entonces no advirtiera. Era el retrato de una joven ya formada, casi mujer. Lo contemplé rápidamente y cerré los ojos. ¿Por qué? No me lo expliqué al principio; pero, en tanto que mis ojos permanecieron cerrados, analicé rápidamente el motivo que me los hacía cerrar. Era un movimiento involuntario para ganar tiempo y recapacitar, para asegurarme de que mi vista no me había engañado, para calmar y preparar mi espíritu a una contemplación más fría y más serena. Al cabo de algunos momentos, miré de nuevo el lienzo fijamente.

A Leonor, un poema de Amado Nervo.

Tu cabellera es negra como el ala
del misterio; tan negra como un lóbrego
jamás, como un adiós, como un «¡quién sabe!»
Pero hay algo más negro aún: ¡tus ojos!

Tus ojos son dos magos pensativos,
dos esfinges que duermen en la sombra,
dos enigmas muy bellos… Pero hay algo,
pero hay algo más bello aún: tu boca.

Tu boca, ¡oh sí!; tu boca, hecha divinamente
para el amor, para la cálida
comunión del amor, tu boca joven;
pero hay algo mejor aún: ¡tu alma!

Tu alma recogida, silenciosa,
de piedades tan hondas como el piélago,
de ternuras tan hondas…
Pero hay algo,
pero hay algo más hondo aún: ¡tu ensueño!

Literatura infantil en contextos críticos de desplazamiento: El Programa “Leer con migrantes” por Evelyn Arizpe.


Literatura, mediadores y la condición humana

Contar cuentos es una actividad humana fundamental, invaluable para entender la experiencia individual y colectiva, para construir el conocimiento y para enseñar, inspirar y soñar. Los cuentos y la literatura para niños no son sólo el primer paso para el desarrollo del lenguaje y la adquisición de competencias esenciales, sino también para la construcción de un sentido del “yo” y de la pertenencia, a la vez, que crean conexiones con los “otros” y con sus mundos. La coyuntura entre la pertenencia y las conexiones con los otros ayudan al lector a mirarse a sí mismo, situarse y reflexionar ante lo que ve a su alrededor; a establecer lazos entre el pasado y el presente; y a mirar hacia el futuro. Por ello, los libros y los cuentos pueden ser herramientas potentes y amables de cohesión comunitaria y transformación social.

Por su aparente sencillez, generalmente se considera que los cuentos y la literatura infantil y juvenil (LIJ) están dirigidos a los lectores más pequeños o, incluso, a los que todavía no saben leer. Sin embargo, el lenguaje literario y la combinación estética de las palabras y el arte visual (el caso especial de los llamados libros álbum), comunican significados a distintos niveles cognitivos y afectivos. Esto significa que los libros pueden ser disfrutados por grupos de cualquier edad, independientemente de sus competencias lectoras, aun cuando aborden temas difíciles y utilicen recursos narrativos complejos. 

Tradicionalmente, los libros para niños se encuentran y se leen en la familia, la escuela, la biblioteca y otras instituciones culturales, pero las condiciones globales de migración y desplazamiento exigen también su presencia y uso en espacios diferentes, a menudo transitorios. En los contextos frágiles, donde se reúnen grupos e individuos que han tenido que dejar su lugar de origen —ya sea debido a conflictos armados, desastres naturales, violencia o pobreza—, confluyen experiencias traumatizantes, pero también confluye una riqueza de lenguas, culturas y tradiciones distintas que pueden recogerse y contenerse a través de contar y leer historias. Así, la LIJ se convierte en un recurso valioso para ayudar a crear un espacio en estas comunidades emergentes donde se propicien momentos compartidos de esparcimiento y de interacción social y cultural. 

Desde hace décadas, varias organizaciones internacionales han reconocido el potencial de la LIJ para promover el entendimiento y la paz. Así, en 1953 —después de la Segunda Guerra Mundial—, se creó en Suiza la Organización Internacional para el Libro Juvenil (ibby), con el fin de crear “puentes” a través de los libros. El uso de libros en contextos históricos complejos o “de crisis” se ha llevado a cabo en otros entornos. Los estudios de la antropóloga francesa Michèle Petit (1) recogen muchas de estas instancias, especialmente en Sudamérica. En El arte de la lectura en tiempos de crisis, dice que la lectura puede volverse un espacio acogedor para pensar, reflexionar y reconstruir la identidad; recuperar algo de lo perdido y enfrentar lo nuevo. Más recientemente, en 2013, con la ayuda de ibby, se creó la biblioteca de libros álbum sin palabras, conocidos también como “libros mudos” (Silent Books), en la isla de Lampedusa. Sin la barrera del lenguaje escrito y a través de las imágenes (2) estos libros ofrecen un momento de sosiego y placer a los miles de niños y jóvenes migrantes que han cruzado el mar Mediterráneo, intentando llegar a Europa desde países de África y del Medio Oriente. (3) 

Según las cifras, México es un país con “una excepcional dinámica migratoria” (4) en un mundo donde se calcula que hay más de 200 millones de migrantes. Es-ta dinámica se refleja tanto en la emigración hacia Estados Unidos y la inmigración centroamericana como en la “repatriación” desde Estados Unidos. Históricamente, México ha sido un país de origen, tránsito y destino de migrantes, pero también ha sido un país de desplazamientos internos. Esto ha dado lugar, por ejemplo, a que grupos indígenas tengan que trasladarse lejos de sus comunidades, para trabajar como jornaleros o en maquiladoras. Como en el resto del mundo, en el contexto mexicano, los migrantes y desplazados enfrentan riesgos de salud y de bienestar corporal y mental. Los más vulnerables de esta población migrante son los niños y jóvenes, quienes en ocasiones viajan solos, además de verse afectados por la interrupción de su educación escolar. La Dirección General de Publicaciones (DGP) de la Secretaría de Cultura reconoció que esta situación requería de una respuesta específica y que podía funcionar como base el ya bien establecido Programa Nacional de Salas Lectura (PNSL). 

Muchos dirán que las personas migrantes o desplazadas tienen necesidades más importantes que leer o mirar libros, y aunque es obvio que tienen que ocuparse de buscar trabajo, comida y vivienda, tanto los adultos como los niños y jóvenes necesitan también momentos de respiro y distracción. Sin embargo, no basta con ofrecer o regalar un libro, por bueno y bonito que sea. Cuando se trata de contextos difíciles, donde quizá hagan falta las competencias lectoras o incluso lingüísticas, y donde se han perdido las palabras y la concentración debido al trauma, lo más importante puede ser el acompañamiento antes, durante y después de la lectura. En otras palabras: el papel de un mediador que dé forma a un espacio, sean cuales sean las circunstancias donde se lea, que cree un foro hospitalario donde los lectores se sientan cómodos y respetados, y donde se suscite una interacción acogedora y humana. Un mediador que facilita el acercamiento al libro, guía la selección de textos, estimula la lectura y el diálogo de forma sensible e invita a compartir emociones y formas de expresión distintas puede ser una inspiración para seguir adelante. De nuevo nos podemos remitir a las palabras de Petit cuando se refiere a los mediadores: 

…dan vida a espacios de pensamiento y también de libertad, de sueño, de cosas inesperadas. Con sus palabras, sus voces, su energía, hacen deseable la apropiación de la cultura, al facilitar a esos niños o adolescente la comprensión de que existe un tesoro: las obras de las cuales podrán echar mano, en las que algunos cuentacuentos, escritores o artistas expresaron lo más profundo de la experiencia humana de un modo estético. (5)

Esto es lo que el Programa “Leer con migrantes” intenta lograr, tanto por medio de los libros y la literatura como por la injerencia del mediador: abrir un espacio acogedor y flexible en donde los niños y los jóvenes, y otras personas desplazadas, puedan disfrutar, compartir y recuperar su dignidad como seres humanos. 

En los apartados siguientes, se expondrán algunos de los estudios que sirvieron como antecedentes para crear el Programa, como también algunas de las bases teóricas en las que se fundamenta. Se detallarán sus objetivos, estructura, implementación y seguimiento. Se dará cuenta también de la Red de Investigación “Literatura infantil en contextos críticos de desplazamiento”, a la cual también pertenece la Dirección General de Publicaciones. Finalmente, y para concluir, se ofrecerá una prospectiva sobre los caminos que pueden abrirse a futuro a partir de estos proyectos. CONTINUAR LEYENDO

 

viernes, 7 de agosto de 2020

Algunas peculiaridades de los ojos, un cuento de Philip Dick


Descubrí por puro accidente que la Tierra había sido invadida por una forma de vida procedente de otro planeta. Sin embargo, aún no he hecho nada al respecto; no se me ocurre qué. Escribí al gobierno, y en respuesta me enviaron un folleto sobre la reparación y mantenimiento de las casas de madera. En cualquier caso, es de conocimiento general; no soy el primero que lo ha descubierto. Hasta es posible que la situación esté controlada.

Estaba sentado en mi butaca, pasando las páginas de un libro de bolsillo que alguien había olvidado en el autobús, cuando topé con la referencia que me puso en la pista. Por un momento, no reaccioné. Tardé un rato en comprender su importancia. Cuando la asimilé, me pareció extraño que no hubiera reparado en ella de inmediato.

Era una clara referencia a una especie no humana, extraterrestre, de increíbles características. Una especie, me apresuro a señalar, que adopta el aspecto de seres humanos normales. Sin embargo, las siguientes observaciones del autor no tardaron en desenmascarar su auténtica naturaleza. Comprendí enseguida que el autor lo sabía todo. Lo sabía todo, pero se lo tomaba con extraordinaria tranquilidad. La frase (aún tiemblo al recordarla) decía:

… sus ojos pasearon lentamente por la habitación.

Vagos escalofríos me asaltaron. Intenté imaginarme los ojos. ¿Rodaban como monedas? El fragmento indicaba que no; daba la impresión que se movían por el aire, no sobre la superficie. En apariencia, con cierta rapidez. Ningún personaje del relato se mostraba sorprendido. Eso es lo que más me intrigó. Ni la menor señal de estupor ante algo tan atroz. Después, los detalles se ampliaban.

… sus ojos se movieron de una persona a otra.

Lacónico, pero definitivo. Los ojos se habían separado del cuerpo y tenían autonomía propia. Mi corazón latió con violencia y me quedé sin aliento. Había descubierto por casualidad la mención a una raza desconocida. Extraterrestre, desde luego. No obstante, todo resultaba perfectamente natural a los personajes del libro, lo cual sugería que pertenecían a la misma especie.

¿Y el autor? Una sospecha empezó a formarse en mi mente. El autor se lo tomaba con demasiada tranquilidad. Era evidente que lo consideraba de lo más normal. En ningún momento intentaba ocultar lo que sabía. El relato proseguía:

… a continuación, sus ojos acariciaron a Julia.

Julia, por ser una dama, tuvo el mínimo decoro de experimentar indignación. La descripción revelaba que enrojecía y arqueaba las cejas en señal de irritación. Suspiré aliviado. No todos eran extraterrestres. La narración continuaba:

… sus ojos, con toda parsimonia, examinaron cada centímetro de la joven. CONTINUAR LEYENDO


EL NIÑO-ESTRELLA, un cuento de Oscar Wilde.

Había una vez dos pobres leñadores que volvían a su casa a través de un gran pinar. Era invierno, y hacía una noche de intenso frío. Había una espesa capa de nieve en el suelo y en las ramas de los árboles; la helada hacía chasquear continuamente las ramitas a ambos lados a su paso; y cuando llegaron a la cascada de la montaña la encontraron suspendida inmóvil en el aire, pues la había besado el rey del hielo. 

Tanto frío hacía que ni siquiera los pájaros ni los demás animales entendían lo que ocurría. -¡Uf! -gruñía el lobo, mientras iba renqueando a través de la maleza con el rabo entre las patas-, hace un tiempo enteramente monstruoso. ¿Por qué no toma medidas el gobierno?

-¡Uit!, ¡uit!, ¡uit! -gorjeaban los verdes pardillos-, la vieja tierra se ha muerto, y la han sacado afuera con su blanca mortaja. 

-La tierra se va a casar, y este es su traje de novia -se decían las tórtolas una a otra cuchicheando. Tenían las patitas rosas llenas de sabañones, pero sentían que era su deber tomar un punto de vista romántico sobre la situación. 

-¡Tonterías! -refunfuñó el lobo-. Os digo que la culpa la tiene el gobierno, y si no me creéis os comeré. 

El lobo tenía una mente completamente práctica, y siempre tenía a punto un buen razonamiento. -Bueno, por mi parte -dijo el picoverde, que era un filósofo nato- no me interesa una teoría pormenorizada de explicaciones. Las cosas son como son, y ahora hace un frío terrible. 

Y, ciertamente, hacía un frío terrible. Las pequeñas ardillas, que vivían en el interior del gran abeto, no hacían más que frotarse mutuamente el hocico para entrar en calor, y los conejos se hacían un ovillo en sus madrigueras, y no se aventuraban ni siquiera a mirar afuera. Los únicos que parecían disfrutar eran los grandes búhos con cuernos. Tenían las plumas completamente tiesas por la escarcha, pero no les importaba, y movían en redondo sus grandes ojos amarillos, y se llamaban unos a otros a través del bosque: 

-¡Tu-uit! ¡Tu-ju! ¡Tu-uit! ¡Tu-ju! ¡Qué tiempo tan delicioso tenemos! 

Los dos leñadores seguían su camino, soplándose con fuerza los dedos y golpeando con sus enormes botas con refuerzos de hierro la nieve endurecida. En una ocasión se hundieron en un ventisquero profundo y salieron tan blancos como molineros cuando las muelas están moliendo el trigo; y una vez resbalaron en el hielo duro y liso donde estaba helada el agua de la tierra pantanosa, y se les cayeron los haces de su carga, y tuvieron que recogerlos y volverlos a atar; y otra vez pensaron que habían perdido el camino, y se apoderó de ellos un gran terror, pues sabían que la nieve es cruel con los que duermen en sus brazos. Pero pusieron su confianza en el buen San Martín, que vela por todos los viajeros, y volvieron sobre sus pasos, y caminaron con cautela, y al fin llegaron al lindero del bosque, y vieron allá abajo en el valle, a sus pies, las luces del pueblo en el que vivían. CONTINUAR LEYENDO

sábado, 1 de agosto de 2020

Las cuatro estaciones de Vivaldi cantadas. Tertulia musical

Indudablemente, no hay mejor instrumento musical, que la voz humana. Escuchen y vean ésta maravilla!!! Las 4 estaciones de Vivaldi


Un paseo con van Gogh - Arte y música para disfrutar (Tertulia de arte y musical)



Un paseo con van Gogh nos lleva por la vida del genial pintor holandés través de sus cuadros y pinturas. La música y las imágenes nos conducen y nos sumergen en el mundo de color, sol, sueños y tormentos de Vincent van Gogh

Podéis descargar gratis el libro Descubiendo a van Gogh, adaptado para el público infantil AQUÍ