Contar cuentos es una actividad humana fundamental, invaluable para entender la experiencia individual y colectiva, para construir el conocimiento y para enseñar, inspirar y soñar. Los cuentos y la literatura para niños no son sólo el primer paso para el desarrollo del lenguaje y la adquisición de competencias esenciales, sino también para la construcción de un sentido del “yo” y de la pertenencia, a la vez, que crean conexiones con los “otros” y con sus mundos. La coyuntura entre la pertenencia y las conexiones con los otros ayudan al lector a mirarse a sí mismo, situarse y reflexionar ante lo que ve a su alrededor; a establecer lazos entre el pasado y el presente; y a mirar hacia el futuro. Por ello, los libros y los cuentos pueden ser herramientas potentes y amables de cohesión comunitaria y transformación social.
Por su aparente sencillez, generalmente se considera que los cuentos y la literatura infantil y juvenil (LIJ) están dirigidos a los lectores más pequeños o, incluso, a los que todavía no saben leer. Sin embargo, el lenguaje literario y la combinación estética de las palabras y el arte visual (el caso especial de los llamados libros álbum), comunican significados a distintos niveles cognitivos y afectivos. Esto significa que los libros pueden ser disfrutados por grupos de cualquier edad, independientemente de sus competencias lectoras, aun cuando aborden temas difíciles y utilicen recursos narrativos complejos.
Tradicionalmente, los libros para niños se encuentran y se leen en la familia, la escuela, la biblioteca y otras instituciones culturales, pero las condiciones globales de migración y desplazamiento exigen también su presencia y uso en espacios diferentes, a menudo transitorios. En los contextos frágiles, donde se reúnen grupos e individuos que han tenido que dejar su lugar de origen —ya sea debido a conflictos armados, desastres naturales, violencia o pobreza—, confluyen experiencias traumatizantes, pero también confluye una riqueza de lenguas, culturas y tradiciones distintas que pueden recogerse y contenerse a través de contar y leer historias. Así, la LIJ se convierte en un recurso valioso para ayudar a crear un espacio en estas comunidades emergentes donde se propicien momentos compartidos de esparcimiento y de interacción social y cultural.
Desde hace décadas, varias organizaciones internacionales han reconocido el potencial de la LIJ para promover el entendimiento y la paz. Así, en 1953 —después de la Segunda Guerra Mundial—, se creó en Suiza la Organización Internacional para el Libro Juvenil (ibby), con el fin de crear “puentes” a través de los libros. El uso de libros en contextos históricos complejos o “de crisis” se ha llevado a cabo en otros entornos. Los estudios de la antropóloga francesa Michèle Petit (1) recogen muchas de estas instancias, especialmente en Sudamérica. En El arte de la lectura en tiempos de crisis, dice que la lectura puede volverse un espacio acogedor para pensar, reflexionar y reconstruir la identidad; recuperar algo de lo perdido y enfrentar lo nuevo. Más recientemente, en 2013, con la ayuda de ibby, se creó la biblioteca de libros álbum sin palabras, conocidos también como “libros mudos” (Silent Books), en la isla de Lampedusa. Sin la barrera del lenguaje escrito y a través de las imágenes (2) estos libros ofrecen un momento de sosiego y placer a los miles de niños y jóvenes migrantes que han cruzado el mar Mediterráneo, intentando llegar a Europa desde países de África y del Medio Oriente. (3)
Según las cifras, México es un país con “una excepcional dinámica migratoria” (4) en un mundo donde se calcula que hay más de 200 millones de migrantes. Es-ta dinámica se refleja tanto en la emigración hacia Estados Unidos y la inmigración centroamericana como en la “repatriación” desde Estados Unidos. Históricamente, México ha sido un país de origen, tránsito y destino de migrantes, pero también ha sido un país de desplazamientos internos. Esto ha dado lugar, por ejemplo, a que grupos indígenas tengan que trasladarse lejos de sus comunidades, para trabajar como jornaleros o en maquiladoras. Como en el resto del mundo, en el contexto mexicano, los migrantes y desplazados enfrentan riesgos de salud y de bienestar corporal y mental. Los más vulnerables de esta población migrante son los niños y jóvenes, quienes en ocasiones viajan solos, además de verse afectados por la interrupción de su educación escolar. La Dirección General de Publicaciones (DGP) de la Secretaría de Cultura reconoció que esta situación requería de una respuesta específica y que podía funcionar como base el ya bien establecido Programa Nacional de Salas Lectura (PNSL).
Muchos dirán que las personas migrantes o desplazadas tienen necesidades más importantes que leer o mirar libros, y aunque es obvio que tienen que ocuparse de buscar trabajo, comida y vivienda, tanto los adultos como los niños y jóvenes necesitan también momentos de respiro y distracción. Sin embargo, no basta con ofrecer o regalar un libro, por bueno y bonito que sea. Cuando se trata de contextos difíciles, donde quizá hagan falta las competencias lectoras o incluso lingüísticas, y donde se han perdido las palabras y la concentración debido al trauma, lo más importante puede ser el acompañamiento antes, durante y después de la lectura. En otras palabras: el papel de un mediador que dé forma a un espacio, sean cuales sean las circunstancias donde se lea, que cree un foro hospitalario donde los lectores se sientan cómodos y respetados, y donde se suscite una interacción acogedora y humana. Un mediador que facilita el acercamiento al libro, guía la selección de textos, estimula la lectura y el diálogo de forma sensible e invita a compartir emociones y formas de expresión distintas puede ser una inspiración para seguir adelante. De nuevo nos podemos remitir a las palabras de Petit cuando se refiere a los mediadores:
…dan vida a espacios de pensamiento y también de libertad, de sueño, de cosas inesperadas. Con sus palabras, sus voces, su energía, hacen deseable la apropiación de la cultura, al facilitar a esos niños o adolescente la comprensión de que existe un tesoro: las obras de las cuales podrán echar mano, en las que algunos cuentacuentos, escritores o artistas expresaron lo más profundo de la experiencia humana de un modo estético. (5)
Esto es lo que el Programa “Leer con migrantes” intenta lograr, tanto por medio de los libros y la literatura como por la injerencia del mediador: abrir un espacio acogedor y flexible en donde los niños y los jóvenes, y otras personas desplazadas, puedan disfrutar, compartir y recuperar su dignidad como seres humanos.
En los apartados siguientes, se expondrán algunos de los estudios que sirvieron como antecedentes para crear el Programa, como también algunas de las bases teóricas en las que se fundamenta. Se detallarán sus objetivos, estructura, implementación y seguimiento. Se dará cuenta también de la Red de Investigación “Literatura infantil en contextos críticos de desplazamiento”, a la cual también pertenece la Dirección General de Publicaciones. Finalmente, y para concluir, se ofrecerá una prospectiva sobre los caminos que pueden abrirse a futuro a partir de estos proyectos. CONTINUAR LEYENDO
No hay comentarios:
Publicar un comentario