La palabra posee la peculiaridad de liberar el alma. En incontables ocasiones callamos. Por miedo, por creer que de nada sirve decir las cosas, por evitar conflictos, etc
La Encuesta Mundial de Salud Mental de la OMS, la Universidad de Harvard y la Universidad de Michigan, en la cual participa Colombia, muestra que si bien un alto porcentaje de la población ha sufrido alguna vez en la vida trastornos mentales, muchos de estos no son lo tan graves como para requerir tratamiento profesional. Sin embargo, esto no quita la carga de sufrimiento que generan.
Sabemos que los medicamentos pueden cambiar o corregir los desequilibrios en las sustancias químicas cerebrales llamadas neurotransmisores, lo que resulta en disminución de síntomas de depresión, ansiedad, manía, psicosis y otros trastornos mentales. Pero lo interesante es que cada vez hay más evidencias científicas de que conversar también provoca cambios en el cerebro que disminuyen los síntomas, sin los posibles efectos secundarios adversos de los medicamentos. El psicoanálisis ha planteado siempre que los síntomas emocionales no son un “trastorno”; son una verdad silenciada que necesita ser oída y los sentimientos que no tienen palabras se acumulan en la memoria emocional.
En las últimas décadas, una serie de estudios han evaluado cómo el conversar cambia el cerebro. Con el advenimiento de tecnologías no invasivas como la tomografía por emisión de positrones (PET), la tomografía computarizada de emisión de fotones individuales (SPECT) y la resonancia magnética funcional (FMRI), ahora podemos ver el funcionamiento del cerebro con un riesgo mínimo para el individuo. Estas herramientas nos permiten ver cambios en el flujo sanguíneo, la actividad eléctrica, la química y la estructura cerebral. Ahora también podemos ver lo que está sucediendo dentro del cerebro al examinar qué áreas se ven afectadas durante y después de una conversación y cómo estos cambios conducen a la reducción de síntomas y al mejoramiento general del funcionamiento de las personas. Un estudio hecho en el 2006 con tecnologías de neuroimagen por D. Linden encontró que hablar con una persona puede cambiar el cerebro de maneras similares a los cambios causados ??por los medicamentos.
Pero es importante mirar la trascendencia de las conversaciones significativas fuera del ámbito clínico, en la cotidianidad. Desde joven, cuando iba a misa en un colegio católico, me llamaba la atención cómo empieza el Evangelio de Juan: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios”. Verbo, del latín verbum, que significa palabra.
La palabra posee la peculiaridad de liberar el alma. En incontables ocasiones callamos. Por miedo, por creer que de nada sirve decir las cosas, por evitar conflictos, etc. Las causas por las que guardamos silencio son muy variadas.
Lo que establece la diferencia entre un buen y un mal conversador es el ESCUCHAR. Para saber hablar, primero hay que aprender a escuchar. Y no es lo mismo “oír” que “escuchar”.
Las conversaciones significativas son aquellas en las que nos mostramos auténticos e íntimos, abiertos, escuchamos sin temor ni censura y enfocados intencionalmente en lo que quiere surgir de cada uno de nosotros. Los verdaderos amigos te escuchan. Los demás te oyen. La mejor manera de convertirte en un buen conversador es siendo un buen oyente.
A través del diálogo no se obliga a nadie y se respeta la libertad del otro, es lo más opuesto al fanatismo. El diálogo busca siempre lo universal, lo mejor para todos. Raras veces nos movemos en el campo del diálogo, que es el leguaje del alma, pero sí podemos hablar menos y conversar mejor. Para ello necesitamos aprender a escuchar y a reflexionar sobre lo escuchado, para tener ideas propias y saber qué queremos decir.
No me cansaré de repetir, una y otra vez, la enorme importancia que tiene hablar para disfrutar de salud mental y mejorar la calidad de nuestras relaciones interpersonales.
Si uno está pasando por un momento difícil, hablar con alguien podría sonar como una solución simplista, pero realmente es una de las mejores cosas que se pueden hacer. Decidir con quién quieres hablar es un primer paso importante. Tienes que confiar en esa persona y sentirte cómodo abriéndote a ella. Las posibilidades incluyen amigos cercanos, miembros de la familia, maestros, etc.
Pero, ojo: no confundamos una conversación terapéutica con la psicoterapia. La psicoterapia es un término que se refiere a una variedad de técnicas de tratamiento que se dirigen a ayudar a una persona a identificar y a cambiar emociones, pensamientos, y comportamientos. Las psicoterapias se deben realizar con un profesional de la salud mental adecuadamente capacitado. Aquí no hablamos de reemplazar la psicoterapia, tan necesaria en algunas personas, por la conversación profana.
Sin embargo, con razón decía Sigmund Freud que “La ciencia moderna aún no ha producido un medicamento tranquilizador tan eficaz como lo son unas pocas palabras bondadosas”, y esto sigue siendo verdad.
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