Es octubre, un día húmedo. Desde la ventana del hotel veo demasiadas cosas de esta ciudad del Medio Oeste. Veo cómo se encienden las luces de algunos edificios, veo cómo el humo de las altas chimeneas se alza en columnas espesas. Me gustaría no tener que mirar.
Quiero contarles una historia que me contó mi padre cuando el año pasado pasé unas horas en Sacramento. Se refiere a ciertos hechos que le acontecieron dos años antes de aquel tiempo, entendiendo por aquel tiempo el inmediatamente anterior a que mi madre y él ser divorciaran.
Soy vendedor de libros. Represento a una firma muy conocida. Publicamos libros de texto y tenemos la sede en Chicago. Mi zona es Illinois, y partes de Iowa y de Wisconsin. Había asistido en Los Ángeles a la convención de la Western Book Plublishers Association cuando se me ocurrió visitar a mi padre unas cuantas horas. No lo había vuelto a ver desde el divorcio, ¿comprenden? Así que saqué su dirección de la cartera y le envié un telegrama. A la mañana siguiente facturé mis cosas hasta Chicago y me embarqué en un avión con destino a Sacramento.
Tardé un minuto en verle. Estaba en donde todo el mundo, es decir, detrás de la puerta de salida. Pelo blanco, gafas, pantalones marrones de tela indeformable. CONTINUAR LEYENDO
No hay comentarios:
Publicar un comentario