martes, 19 de julio de 2022

"TESTIMONIO ANTE UN PRÓXIMO DESMANTELAMIENTO". Un cuento de Remedios Zafra.

Señor manijero:

Sí, es cierto que directamente nunca hice grandes cosas, ni tampoco he contribuido -indirectamente- a hacer grandes cosas. Me refiero, y usted ya me entiende, a cosas grandes, importantes, como trabajar para terminar con el hambre y la violencia en el mundo, ser voluntaria en una misión de paz o participar en una cadena de buenas acciones con objeto de que mi gesto sirviera de ejemplo a otros. Ni siquiera creo que no hacerlo y reconocerlo me sitúe en una posición preferente respecto a quien lo hace buscando sólo algún tipo de satisfacción personal. Nunca hice nada de esto, le digo, ni tuve intención de hacerlo, sobre todo porque ni supe que "yo" podía hacerlo, ni de saberlo habría podido.

Tampoco escribí un libro, ni planté un árbol. Bueno, esto último lo hice, sí. Al menos ayudé a hacerlo aunque fue mi marido quien cavó los hoyos e introdujo los plantones de olivo en la tierra. No obstante, de muchas maneras yo he contribuido a que él lo haga. De todas formas, usted me corregirá, pero creo que si es por trabajo no cuenta. Además no lo hicimos conscientes de la trascendencia que da a este acto quien planta un árbol para hacer "algo importante" en la vida. Igual que lo de los hijos. ¡Qué le voy a contar!

Al no hacer dichas cosas que, convencionalmente, me situarían en una posición privilegiada de felicidad por inversión de felicidad para otros, lógicamente, nunca he sentido esa plena sensación que narran los que protagonizan esas experiencias heroicas. Tampoco hice las propias de quien tiene mucho dinero y puede permitirse felicidad "pagada". Como ya sabe, no lo tengo y, según dicen en la iglesia (el cura, que es el que desde su púlpito y sin darnos derecho a réplica, presume de saber administrar nuestras aspiraciones inmateriales), la nuestra, a la que podíamos aspirar los de aquí era la primera, la felicidad medida en función de la felicidad generada. No dudo de que las posibles experiencias de este tipo de felicidad serán inigualables, únicas, más totales... más inolvidables que las mías, puesto que se cuentan y, cuando menos, resistirán a dos o más olvidos de los que escuchen atentos dichas hazañas. Con franqueza, me da un poco de apuro contarle las mías.

Porque... dice usted que no desmantelarán mi pueblo si encuentran gente feliz ¿no? Tengo que reconocer que a mí me parece algo inaudita la condición que nos ponen usted y aquellos para los que usted trabaja, pero que conste que yo no sé de casi nada y presupongo que, usted y ellos, sus razones de peso tendrán. CONTINUAR LEYENDO

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