miércoles, 14 de septiembre de 2022

“EL PAPEL DE LA MEDIACIÓN EN LA FORMACIÓN DE LECTORES". Teresa COLOMER (2002). Lecturas sobre lecturas. México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.

En cualquier cultura los adultos "intervienen" para hacer que las nuevas generaciones aprendan lo que se necesita para vivir en el lugar en donde acaban de aparecer. En el caso de la lectura, los adultos nos encargamos de "hacer las presentaciones" entre los niños y niñas y la literatura y los libros. Pero si el tema preocupa y se habla de ello es porque existe una conciencia generalizada de que esa intervención no obtiene el éxito esperado y van apareciendo distintas hipótesis sobre las causas de ese desajuste:

Tal vez ello ocurra porque conseguir una población altamente alfabetizada es un reto de una exigencia sin precedentes en la historia de la humanidad. Un reto que requiere un esfuerzo social tan elevado en costes y agentes que no se era consciente de ello. O tal vez porque, contra lo que se afirma, la sociedad no tiene tan claro que sea necesario cierto tipo de alfabetización. No hay acuerdo, por ejemplo, sobre para qué tiene que ser necesario, ya que ahora existen otros canales para cumplir funciones que antes cumplía la literatura, como el consumo de ficción o la posesión de referencias compartidas, por ejemplo. O bien, porque se trata en realidad de un objetivo "utópico", en el sentido en que los niños no se incorporan a una sociedad que funcione ya como letrada, sino que se supone que son ellos quienes deberían lograr en el futuro esa sociedad alfabetizada en su totalidad. O porque al hallarnos en una situación nueva no sabemos a través de qué instrumentos puede lograrse ese objetivo, mientras que, en cambio, sí existe, por ejemplo, un conocimiento social sobre lo que hay que hacer para enseñar a hablar a los pequeños. O porque el funcionamiento social ha desarrollado valores y formas de vida que van en
contra de las condiciones favorables para leer, en contra de la concentración o de la soledad, pongamos por caso.

Sea como sea, y centrados en la mediación entre los niños y niñas y los adultos de su entorno, el aspecto más espectacular de nuestro fracaso es la rapidez con la que saltan al otro lado de la barrera. En sus primeros años, nadie deja de responder afectiva y estéticamente a la palabra y a la narración de historias, pero hacia los ocho o nueve años ya hay muchos niños y niñas que dicen: Es que a mí no me gusta leer No deja de ser sorprendente, verdaderamente, un cambio tan radical en tan poco tiempo.

Sin duda, el análisis de los comentarios de los jóvenes lectores pueden dar pistas sobre las dificultades con los libros y la lectura que ayuden a explicar ese alejamiento. Fácilmente pueden recopilarse un aluvión de comentarios del tipo No se entiende nada, Tardan mucho en pasar cosas, Los libros de dibujos son para niños pequeños, No sé por qué el personaje actúa así, No hay capítulos y no sé dónde parar, No quiero que acabe mal, La letra es muy pequeña, etc. Las respuestas también sirven para suscitar interogantes sobre el tipo de mediación que se utiliza. Un chico, Salvador, nos explicó: Yo dejé de leer en cuarto grado. Me obligaban a hacerlo y los libros eran un palo ¿De verdad es contraproducente obligar a leer? ¿cómo seleccionar un corpus atractivo? ¿Y qué responderemos a Javier cuando se queja diciendo: A mí no me gusta un poema hasta que lo entiendo, hasta que el profesor lo ha explicado? ¿Y a Beatriz, que se niega a hablar: No sé por qué me gusta, dice? ¿Explicar, dejar hablar, enseñar a hablar? ¿cuáles son las mejores formas de intervención? CONTINUAR LEYENDO

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