Das la misma impresión de ser algo hermoso.
Pero aniquilador. Las dos brilláis con una luz prestada.
Su boca en forma de O manifiesta su congoja
por el mundo, la tuya, tu indiferencia.
Y tu primer don es el de trocarlo todo en piedra.
De repente me percato de que me hallo en un mausoleo:
Ahí estás tú, tamborileando con los dedos en una mesa de mármol,
buscando cigarrillos, rencorosa como una mujer, aunque no tan nerviosa,
muriéndote por decir algo a lo que nadie rechiste.
También la luna doblega a sus súbditos,
pero a la luz del día resulta ridícula.
Por otro lado tus insatisfacciones llegan
a mi buzón con afectuosa regularidad,
blancas y anodinas, expansivas como el monóxido de carbono.
No hay día en que no tenga noticias tuyas,
mientras deambulas, quizás, por África, pero pensando en mi.
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