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sábado, 30 de agosto de 2025

"LA COMPOSICIÓN". Un cuento de Silvia Schujer de la colección argentina "Memoria en Palabras" cuya temática está centrada en la represión de la dictadura argentina.

Poner en palabras plantea el desafío de mirar al dolor directo a la cara. Es una tarea difícil pero son ellas, las palabras, las que nos ayudan a nombrar el horror, el miedo, darles forma y quizás, poder asir aquello que duele. Son las palabras las que nos permiten construir una memoria en común, e iniciar un nuevo camino. Marzo sigue siendo un mes en carne viva; aunque intentemos transcurrir sin detenernos ante nada, caminar sin ver nos hace tropezar.

Esta colección reúne textos de autoras y autores argentinos que tomaron la palabra para hablar de este pasado, desde la diversidad de planos: la identidad, la pérdida, el miedo, las prohibiciones, la posibilidad de imaginar, la necesidad de contar con alguien.

Frente al silencio y al ocultamiento, una, dos; decenas de voces brotan. Con Memoria en Palabras quisimos acercar esta experiencia a las escuelas. Sembrar historias, relatos tejidos con tinta para lograr, quizás, que germine un jardín entre tanta oscuridad.
ARGENTINA: Plan Nacional de Lectura

LA COMPOSICIÓN 
(Silvia Schujer) 

A las madres que buscan a sus hijos.
A los hijos de esos hijos. A las abuelas que
quieren encontrarlos.

Pronto va a hacer como un año que pasó. Fue en noviembre. No me acuerdo qué día. Sé que fue en noviembre porque faltaba poco para que terminaran las clases y ya estábamos planeando las vacaciones. Siempre nos vamos unos días a algún lugar con playa. No muchos porque sale muy caro, dice mi mamá. Bueno, decía. Mi hermanita y yo estábamos durmiendo. No me importó demasiado que esa noche, la anterior, papá y mamá estuvieran preocupados, porque ellos casi siempre andaban preocupados, pero igual eran muy buenos con nosotras y nos hablaban todo el tiempo. Más a mí, porque mi hermana es un poco chica todavía. Recién ahora está en primer grado con la señorita Angélica. A veces yo no entendía del todo lo que me querían decir, pero mi papá me explicaba que algún día iba a poder. Igual, ahora también sigo sin entender mucho que digamos. Mi hermanita no sabe nada. La abuela me quiso mentir a mí también, pero yo no soy tonta, así que… Prométame que no le va a contar a nadie ¿eh? Y menos a mi abuela porque ella tiene mucho miedo y no quiere que lo hablemos. Pero yo a usted se lo tengo que decir porque después me va a preguntar y si lloro ¿qué les digo a las chicas?

Estábamos durmiendo y de repente yo abrí los ojos. La puerta de la pieza estaba cerrada. Era raro que no me hubiera venido a despertar mi mamá si ya entraba luz por las persianas. Yo siempre me doy cuenta de la hora por la luz que se mete entre los huecos de las persianas. Y esa mañana la pieza ya estaba bastante clara y no se escuchaba ningún ruido. A mí no me gustaba faltar al colegio porque entonces me tenía que pasar todo el día sola aburriéndome en casa. Por eso no me hice la dormida. Llamé a mi mamá. Pensé que era ella la que se había quedado dormida. Me imaginé que se iba a poner contentísima de que ya me pudiera despertar sola. Pensé que me iba a decir que yo ya era una señorita y que eso la tranquilizaba. La llamé y, como no vino y tampoco hubo ningún ruido, me levanté. Primero me senté en la cama y traté de despertar a mi hermanita para que no llegáramos tarde. Blanquita, al jardín. Y como ella tampoco me escuchaba, me empezó a agarrar miedo y casi me puse a llorar. Miedo, qué sé yo. La sacudí un poco y cuando abrió los ojos, le di un beso como hacía mi mamá y le alcancé la ropa. Tuve miedo porque un día escuché que mamá le decía a papá que si a ella le pasaba algo… que siempre nos hiciera acordar a nosotras… de un mundo mejor, qué sé yo, esas cosas. Tuve miedo igual, porque para mí el mundo no era feo, el mío por lo menos. Ahora todo es horrible. Mi hermanita y yo nos vestimos. Yo la ayudé un poco, pobre. No me animaba a salir sola de la pieza. No sé por qué. Así le dábamos juntas la sorpresa a mamá. Blanquita no hablaba porque estaba medio dormida. Cuando preguntó por mamá le dije que íbamos a ir juntas a despertarla. Que seguro se había quedado dormida. Nuestra pieza da al comedor. Y enfrente, del otro lado del comedor, está la pieza de mis padres. Salimos en puntas de pie. Mi hermanita venía atrás mío. CONTINUAR LEYENDO: FORMATO 1 - FORMATO 2

domingo, 13 de abril de 2025

"MANUEL NO ES SUPERMAN". Un cuento de Paula Bombara sobre el secuestro de bebés durante la Dictadura Argentina

Manuel con su hija Martina y su abuela Matilde
¿Tu papá y tu mamá saben quiénes son? Manuel sí. Ahora sabe. No ahora ahora. Hace un tiempo que sabe. Pero no lo supo siempre. Yo tampoco lo supe siempre. Me enteré hace poco de la historia de Manuel. Me la contó mi amiga Martina. Y te la quiero contar porque... me sigue sonando adentro la voz de Martina. No sé bien por qué. Durante 19 años Manuel Gonçalves estaba seguro de que era Claudio. Claudio Novoa. Y una tarde le contaron que no, que no era Claudio Novoa, que era Manuel Gonçalves. Así nomás.

Paf.

Y se tuvo que hacer el documento otra vez. Y le preguntaron con cuál nombre se quería quedar. ¿Raro eso, no? Yo, entre Claudio y Manuel, también hubiera elegido Manuel.

Me gusta el nombre Manuel.

A Martina también le gusta. Y mientras me seguía contando yo pensaba en la historia de Superman.

Viste que Superman nació en otro planeta, uno que estaba por explotar. Kryptón, se llamaba. Entonces sus papás lo metieron en una cápsula espacial para salvarle la vida. Lo mandaron al planeta Tierra y cayó cerca de la casa de unos granjeros, los Kent. Ellos le pusieron el nombre Clark. Clark Kent. Y le dijeron que no era hijo de su sangre, que era adoptado. Claro, con los superpoderes que desarrolló no les quedó otra que decirle eso. Pero después, cuando pidió más detalles, se les complicó. “Caíste del cielo’’, le dijeron. Era la verdad. Después él averiguó que venía de Kryptón. Y que su nombre real era Kal-El. De más grande averiguó.

Bueno, Manuel no es Superman.

Pero su mamá lo envolvió en unas mantas para salvarlo. Y lo escondió en un placard, lleno de almohadas. Hizo eso mientras militares y policías lanzaban granadas y gases tóxicos adentro de la casa de San Nicolás donde estaban escondidos con unos amigos. Valiente, la mamá. Ana se llamaba. CONTINUAR LEYENDO


domingo, 5 de enero de 2025

"ESENCIA Y MISIÓN DEL MAESTRO". Por Julio Cortázar

Escribo para quienes van a ser maestros en un futuro que es ya casi presente. Para quienes van a encontrarse repentinamente aislados de una vida que no tenía otros problemas que los inherentes a la condición de estudiante; y que, por lo tanto, era esencialmente distinta de la vida propia del hombre maduro. Se me ocurre que resulta necesario, en la Argentina, enfrentar al maestro con algunos aspectos de la realidad que sus cuatro años de escuela normal no siempre le han permitido conocer, por razones que acaso se desprendan de lo que sigue, y que la lectura de estas líneas - que no tienen la menor intención de consejo - podrá tal vez mostrarles uno o varios ángulos insospechados de su misión a cumplir y de su conducta a mantener.

Ser maestro significa estar en posesión de los medios conducentes a la transmisión de una civilización y una cultura; significa construir, en el espíritu y la inteligencia del niño, el panorama cultural necesario para capacitar su ser en el nivel social contemporáneo y, a la vez, estimular todo lo que en el alma infantil haya de bello, de bueno, de aspiración a la total realización. Doble tarea, pues: la de instruir, educar, y la de dar alas a los anhelos que existen, embrionarios, en toda conciencia naciente.

El maestro se tiende hacia la inteligencia, hacia el espíritu y, finalmente, hacia la esencia moral que reposa en el ser humano. Enseña aquello que es exterior al niño; pero debe cumplir asimismo el hondo viaje hacia el interior de ese espíritu, y regresar de él trayendo, para maravilla de los ojos de su educando, la noción de bondad y la noción de belleza: ética y estética, elementos esenciales de la condición humana.

Nada de esto es fácil. Lo hipócrita debe ser desterrado, he aquí el primer duro combate; porque los elementos negativos forman también parte de nuestro ser. Enseñar el bien, supone la previa noción del mal; permitir que el niño intuya belleza no excluye la necesidad de hacerle saber lo no bello. Es entonces que la capacidad del que enseña -yo diría mejor: del que construye descubriendo- se pone a prueba. Es entonces que un número desoladoramente grande de maestros fracasa. Fracasa calladamente, sin que el mecanismo de nuestra enseñanza primaria se entere de su derrota; fracasa sin saberlo él mismo, porque no había tenido jamás el concepto de misión. Fracasa tornándose rutinario, abandonándose a lo cotidiano, enseñando lo que los programas exigen y nada más, rindiendo rigurosa cuenta de la conducta y la disciplina de sus alumnos. Fracasa convirtiéndose en lo que se suele denominar "un maestro correcto". Un mecanismo de relojería, limpio y brillante, pero sometido a la servil condición de toda máquina.

Algún maestro así habremos tenido todos nosotros. Pero ojalá que quienes leen estas líneas hayan encontrado también, alguna vez, un verdadero maestro. Un maestro que sentía su misión; que la vivía. Un maestro como deberían ser todos los maestros en la Argentina.

Lo pasado es pasado. Yo escribo para quienes van a ser educadores, y la pregunta surge, entonces, imperativa ¿Por qué fracasa un número tan elevado de maestros? De la respuesta, aquilatada en su justo valor por la nueva generación, puede depender el destino de las infancias futuras, que es como decir el destino del ser humano en cuanto sociedad y en cuanto tendencia progreso.

¿Puede contestarse la pregunta? ¿Es que acaso tiene respuesta?

Yo poseo mi respuesta, relativa y acaso errada. Que juzgue quien me lee. Yo encuentro que el fracaso de tantos maestros argentinos obedece a la carencia de una verdadera cultura, de una cultura que no se apoye en el mero acopio de elementos intelectuales, sino que afiance sus raíces en el recto conocimiento de la esencia humana, de aquellos valores del espíritu que nos elevan por sobre lo animal. El vocablo “cultura” ha sufrido, como tantos otros, un largo malentendido. Culto era quien había cumplido una carrera, el que había leído mucho; culto era el hombre que sabía idiomas y citaba a Tácito; culto era el profesor que desarrollaba el programa con abundante bibliografía auxiliar. Ser culto era – y es , para muchos – llevar en suma un prolijo archivo y recordar muchos nombres…

Pero la cultura es eso y mucho más. El hombre – tendencias filosóficas actuales, novísimas, lo afirman a través del genio de Martin Heidegger –no es solamente un intelecto. El hombre es inteligencia, pero también sentimiento, y anhelo metafísico, y sentido religioso. El hombre es un compuesto; de la armonía de sus posibilidades surge la perfección. Por eso, ser culto significa atender al mismo tiempo a todos los valores y no meramente a los intelectuales. Ser culto es saber el sánscrito, si se quiere, pero también maravillarse ante un crepúsculo; ser culto es llenar fichas acerca de una disciplina que se cultiva con preferencia, pero también emocionarse con una música o un cuadro, o descubrir el íntimo secreto de un verso o un niño. Y aún no he logrado precisar qué debe entenderse por cultura; los ejemplos resultan inútiles. Quizá se comprendiera mejor mi pensamiento decantado en este concepto de la cultura: la actitud integralmente humana, sin mutilaciones, que resulta de un largo estudio y de una amplia visión de la realidad.

Así tiene que ser el maestro.

martes, 23 de febrero de 2016

La composición, un cuento de Silvia Schujer sobre la represión de la dictadura argentina

Pronto va a hacer como un año que pasó. Fue en noviembre. No me acuerdo qué día. Sé que fue en noviembre porque faltaba poco para que terminaran las clases y ya estábamos planeando las vacaciones. Siempre nos vamos unos días a algún lugar con playa. No muchos porque sale muy caro, dice mi mamá. Bueno, decía. Mi hermanita y yo estábamos durmiendo. No me importó demasiado que esa noche, la anterior, papá y mamá estuvieran preocupados, porque ellos casi siempre andaban preocupados, pero igual eran muy buenos con nosotras y nos hablaban todo el tiempo. Más a mí, porque mi hermana es un poco chica todavía. Recién ahora está en primer grado con la señorita Angélica. A veces yo no entendía del todo lo que me querían decir, pero mi papá me explicaba que algún día iba a poder. Igual, ahora también sigo sin entender mucho que digamos. Mi hermanita no sabe nada. La abuela me quiso mentir a mí también, pero yo no soy tonta, así que… Prométame que no le va a contar a nadie ¿eh? Y menos a mi abuela porque ella tiene mucho miedo y no quiere que lo hablemos. Pero yo a usted se lo tengo que decir porque después me va a preguntar y si lloro ¿qué les digo a las chicas?

Estábamos durmiendo y de repente yo abrí los ojos. La puerta de la pieza estaba cerrada. Era raro que no me hubiera venido a despertar mi mamá si ya entraba luz por las persianas. Yo siempre me doy cuenta de la hora por la luz que se mete entre los huecos de las persianas. Y esa mañana la pieza ya estaba bastante clara y no se escuchaba ningún ruido. A mí no me gustaba faltar al colegio porque entonces me tenía que pasar todo el día sola aburriéndome en casa. Por eso no me hice la dormida. Llamé a mi mamá. Pensé que era ella la que se había quedado dormida. Me imaginé que se iba a poner contentísima de que ya me pudiera despertar sola. Pensé que me iba a decir que yo ya era una señorita y que eso la tranquilizaba. La llamé y, como no vino y tampoco hubo ningún ruido, me levanté. Primero me senté en la cama y traté de despertar a mi hermanita para que no llegáramos tarde. Blanquita, al jardín. Y como ella tampoco me escuchaba, me empezó a agarrar miedo y casi me puse a llorar. Miedo, qué sé yo. La sacudí un poco y cuando abrió los ojos, le di un beso como hacía mi mamá y le alcancé la ropa. Tuve miedo porque un día escuché que mamá le decía a papá que si a ella le pasaba algo… que siempre nos hiciera acordar a nosotras… de un mundo mejor, qué sé yo, esas cosas. Tuve miedo igual, porque para mí el mundo no era feo, el mío por lo menos. Ahora todo es horrible. Mi hermanita y yo nos vestimos. Yo la ayudé un poco, pobre. No me animaba a salir sola de la pieza. No sé por qué. Así le dábamos juntas la sorpresa a mamá. Blanquita no hablaba porque estaba medio dormida. Cuando preguntó por mamá le dije que íbamos a ir juntas a despertarla. Que seguro se había quedado dormida. Nuestra pieza da al comedor. Y enfrente, del otro lado del comedor, está la pieza de mis padres. Salimos en puntas de pie. Mi hermanita venía atrás mío. CONTINUAR LEYENDO EL CUENTO

El golpe. Un texto de Graciela Montes sobre la dictadura argentina.

Algunas personas piensan que de las cosas malas y tristes es mejor olvidarse. Otras personas creemos que recordar es bueno; que hay cosas malas y tristes que no van a volver a suceder precisamente por eso, porque nos acordamos de ellas, porque no las echamos fuera de nuestra memoria.

Es el caso de la historia que vamos a contar aquí, algo que pasó en nuestro país hace ya veinticinco años, cuando todos éramos más jóvenes y muchos de los que están leyendo estas páginas ni siquiera habían nacido.

No es una historia fácil de contar justamente por eso, porque nosotros mismos fuimos protagonistas, porque lo que pasó nos pasó a nosotros y no a otras personas, porque son cosas que vimos con nuestros ojos, que vivimos en nuestro cuerpo.

El 24 de marzo de 1976 hubo un golpe de Estado.

Un golpe de Estado es eso: una trompada a la democracia. Un grupo de personas, que tienen el poder de las armas, ocupan por la fuerza el gobierno de un país.

Toman presos a todos: al Presidente, a los diputados, a los senadores, a los gobernadores, a los representantes que el pueblo había elegido con su voto, y ocupan su lugar. Se convierten en dictadores. A los amigos los nombran intendentes, jueces, ministros, secretarios... así todo queda en familia. Se sienten poderosos y gobiernan sin rendirle cuenta a nadie.

Aunque, por supuesto, como no les gusta que los vean como a ogros, siempre explican por qué dieron el golpe. Por lo general dicen que es para "poner orden" en un "país desordenado". Sólo que ponen las cosas donde a ellos les conviene. Como no creen en la democracia, tampoco creen en la opinión de las personas. Son tan soberbios que consideran que los únicos que saben lo que le hace falta al país son ellos y nadie más que ellos. Pero como en realidad no saben, y tampoco tienen costumbre de pensar ni de reflexionar demasiado, terminan haciendo estropicios y siempre pero siempre dejan al país un poco o mucho peor de cómo estaba. CONTINUAR LEYENDO

martes, 22 de diciembre de 2015

Alberto Manguel, nuevo Director de la Biblioteca Nacional de Argentina

El escritor, editor y ensayista Alberto Manguel ha sido designado titular de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno por el Ministro de Cultura de la Nación, Pablo Avelluto. "Manguel es uno de los intelectuales argentinos con mayor reconocimiento en el exterior y, además, una de las personas que más saben en el mundo sobre bibliotecas. Tiene dos virtudes que rara vez se encuentran en la misma persona: es un eximio escritor y, al mismo tiempo, un gestor cultural experto en el campo de la bibliotecología", destacó el ministro.

Alberto Manguel nació en Buenos Aires en 1948 y ha residido en media docena de países, entre ellos Israel, Canadá (del que es ciudadano), Tahití, Francia y Estados Unidos. Es autor de libros singulares, como la Guía de lugares imaginarios (junto con Gianni Guadalupi), Una historia de la lectura y Leer imágenes: una historia privada del arte, así como de diversas antologías.

miércoles, 19 de agosto de 2015

Google homenajea a Olga Cossettini, docente y pedagoga argentina

El motor de búsqueda más usado en el mundo le dedica su ya tradicional 'doodle' a la maestra y pedagoga argentina Olga Cossettini, de quien este martes se cumplen 117 años de su nacimiento, ocurrido el 18 de agosto de 1898, en San Jorge (Santa Fe).

Junto a su hermana Leticia, Cossettini dedicó su vida personal y profesional a transformar la escuela pública tradicional, que tenía al alumno como destinatario de la educación y no como su protagonista, incluyendo además el castigo como recurso pedagógico. Entre las iniciativas que promovió en el sistema educativo, están el respeto por la personalidad infantil, la integración de la escuela en la comunidad en la que está inserta y el rechazo de toda forma de discriminación en el ámbito educativo.

viernes, 27 de junio de 2014

“Comunidades de aprendizaje”, un nuevo enfoque educativo llega a la Argentina

Artículo aparecido en el diario argentino"Clarín" 

Se basa en la interacción y la participación de la comunidad en la escuela. Ya hay experiencias en España, Brasil, Perú, Colombia y México. Y ahora se empezará a implementar en nuestro país. Una de sus impulsoras explica las claves. Leer más

Una experiencia de comunidades de aprendizaje se implementa en la escuela pública Mare de Deu de Montserrat , en Tarrasa, Cataluña.