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miércoles, 21 de mayo de 2025

"Réquiem alemán / Deutsches Requiem". Un cuento de Jorge Luis Borges

Entre sus propias meditaciones sobre la guerra, Jorge Luis Borges escribió una pieza breve de ficción titulada “Réquiem alemán” (1946), sobre el subcomandante nazi de un campo de concentración al que se está juzgando en Núremberg, en la que desarrolla la tesis de que los nazis ganaron, a la postre, al convertir a las potencias aliadas en poderes tan crueles y despiadados como ella. La violencia, dicen los nazis en tono triunfal, “manda ahora” en el “nuevo orden”. (Pankaj Mishra (2025), “El mundo después de Gaza”, Barcelona. Galaxia Gutemberg, p. 206-207)

Mi nombre es Otto Dietrich zur Linde. Uno de mis antepasados, Christoph zur Linde, murió en la carga de caballería que decidió la victoria de Zorndorf. Mi bisabuelo materno, Ulrich Forkel, fue asesinado en la foresta de Marchenoir por francotiradores franceses, en los últimos días de 1870; el capitán Dietrich zur Linde, mi padre, se distinguió en el sitio de Namur, en 1914, y, dos años después, en la travesía del Danubio[1]. En cuanto a mí, seré fusilado por torturador y asesino. El tribunal ha procedido con rectitud; desde el principio, yo me he declarado culpable. Mañana, cuando el reloj de la prisión dé las nueve, yo habré entrado en la muerte; es natural que piense en mis mayores, ya que tan cerca estoy de su sombra, y a que de algún modo soy ellos.

Durante el juicio (que afortunadamente duró poco) no hablé; justificarme, entonces, hubiera entorpecido el dictamen y hubiera parecido una cobardía. Ahora las cosas han cambiado; en esta noche que precede a mi ejecución, puedo hablar sin temor. No pretendo ser perdonado, porque no hay culpa en mí, pero quiero ser comprendido. Quienes sepan oírme, comprenderán la historia de Alemania y la futura historia del mundo. Yo sé que casos como el mío, excepcionales y asombrosos ahora, serán muy en breve triviales. Mañana moriré, pero soy un símbolo de las generaciones del porvenir. CONTINUAR LEYENDO

miércoles, 29 de enero de 2025

"AUSCHWITZ". Salvatore Quasimodo. En el Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto, y en memoria de todas ellas.

Allá abajo, amor, en Auschwitz, lejos
del Vístula, a lo largo de la llanura nórdica.
en un campo de muerte: fría, fúnebre,
la lluvia sobre la herrumbre de los postes
y los revoltijos de alambre de las cercas:
ni árboles ni pájaros en el aire gris
o en nuestro pensamiento, sino inercia
y dolor que la memoria abandona
a su silencio sin ironía o ira.

Tú no quieres elegías, lirismos: sólo
razones de nuestra suerte, aquí,
tú, tierna a los obstáculos de la mente,
insegura ante una presencia
clara de vida. Y la vida está aquí,
en cada negación que certeza parece:
aquí oiremos llorar al ángel, al monstruo,
nuestras horas futuras
golpear el más allá, que aquí está, eterno
y en movimiento, no en una imagen
ensoñada, de posible piedad.
Y aquí la metamorfosis, aquí los mitos.
Sin nombres de símbolos o de un dios,
son crónicas, lugares de la tierra,
son Auschwitz, amor. ¡De qué manera súbita
se mutaron en sombrío humo
los amados cuerpos de Alfeo y Aretusa!
De aquel infierno que se abría
con la blanca inscripción «El trabajo os hará libres»,
salió con continuidad el humo
de miles de mujeres empujadas afuera,
al alba de los tugurios contra el muro
del tiro al blanco o ahogadas gritando
misericordia al agua con sus bocas
de esqueleto bajo las lluvias de gas.
Tú las encontrarás, soldado, en tu
historia bajo formas de ríos, de animales,
¿o también eres tú ceniza de Auschwitz,
medalla de silencio?
Quedan largas trenzas encerradas en urnas
de cristal aún ceñidas por amuletos
e infinitas sombras de pequeños zapatos
y bufandas de hebreos, son reliquias
de un tiempo de sabiduría, de sapiencia
del hombre hecho a la medida de las armas,
son los mitos, nuestras metamorfosis.

Sobre los espacios en los que el amor y llanto
y piedad se marchitaron, bajo la lluvia,
allá abajo, se rebelaba un no dentro de nosotros,
un no a la muerte, muerta en Auschwitz,
para no repetirme desde aquella fosa
de cenizas, la muerte.

miércoles, 26 de octubre de 2022

"LA FRONTERA". Un cuento de Marina Elberger

Ir a lo de la bobe Fany con los primos era una fiesta.

Adoraba a la bobe. Adoraba apretar las “bolsitas” de piel que le colgaban de los brazos, aunque a ella no le gustaran. “El salero”, les decía, “cosas de vieja”. Además, me gustaba que se vistiera con pantalón y blusa; no como las abuelas de algunas compañeras del cole, que solo usaban polleras largas o vestidos grises. Ella era coqueta y tenía la mejor colección de aros y collares de perlas de nácar, de caracoles, de ámbar. De cada viaje, traía un collar. Y yo me los probaba todos. Sabía dónde guardaba cada uno: en el cajón de la mesita de luz, en la caja de madera sobre la cómoda o en la bolsa con olor a naftalina del segundo estante del placar.

Adoraba que me contara cuentos cuando me quedaba a dormir, aunque los protagonistas siempre fuéramos mis primos y yo: “Silvita en el zoológico”, “Julito en el botánico”, “Un picnic de primos en Palermo”. Eran aburridísimos, pero me gustaba oír su voz y su español mal pronunciado y sentir el peso de su cuerpo sobre la frazada de lana. Cologín cologado..., decía al final con ge porque la erre no le salía.

Y adoraba sus blintzes de queso, sus varénikes de papa, sus knishes…

En casa yo vivía en penitencia porque según mamá era una nena quilombera, rebelde. Tanta penitencia que ya ni me importaba. Si me dejaban sin tele, me leía por enésima vez las Billiken, revistas que no me quitaban porque eran educativas.

Pero en la casa de la bobe era otra historia. Nos dejaba hacer casi cualquier cosa.

Desde que entrábamos corríamos con los primos por el pasillo, jugábamos al cuarto oscuro, a la mancha, a las escondidas, a la guerra de almohadas. Vaciábamos la alacena entera sobre la mesada para transformar la cocina en el almacén “Las primas”. A Julio, que era el único varón, siempre le tocaba hacer de almacenero. No quedaba claro si era dueño o empleado, pero en el nombre del negocio figurábamos solo nosotras. Éramos las finas vecinas del barrio. Las señoras Silvia, Mabel, Marta, Cristina y Patricia, que íbamos a comprar. Un montón de señoras éramos, pobre Julio. Y todas apuradas, con mucho que hacer y poco tiempo que desperdiciar en la cola. CONTINUAR LEYENDO


viernes, 28 de enero de 2022

"AUSCHWITZ". Un poema de León Felipe.

«A todos los judíos del mundo,
mis amigos, mis hermanos»

Estos poetas infernales,
Dante, Blake, Rimbaud
que hablen más bajo…
que toquen más bajo…
¡Que se callen!
Hoy
cualquier habitante de la tierra
sabe mucho más del infierno
que esos tres poetas juntos.
Ya sé que Dante toca muy bien el violín…
¡Oh, el gran virtuoso!
Pero que no pretenda ahora
con sus tercetos maravillosos
y sus endecasílabos perfectos
asustar a ese niño judío
que está ahí, desgajado de sus padres…
Y solo.
¡Solo!
aguardando su turno
en los hornos crematorios de Auschwitz.
Dante… tú bajaste a los infiernos
con Virgilio de la mano
(Virgilio, «gran cicerone»)
y aquello vuestro de la Divina Comedia
fue una aventura divertida
de música y turismo.
Esto es otra cosa… otra cosa…
¿Cómo te explicaré?
¡Si no tienes imaginación!
… no tienes imaginación,
Acuérdate que en tu «Infierno»
no hay un niño siquiera…
Y ese que ves ahí…
está solo
¡Solo! Sin cicerone
esperando que se abran las puertas de un infierno que tú, ¡pobre florentino!,
no pudiste siquiera imaginar.
Esto es otra cosa… ¿cómo te diré?
¡Mira! Éste es un lugar donde no se puede tocar el violín.
Aquí se rompen las cuerdas de todos
los violines del mundo.
¿Me habéis entendido poetas infernales?
Virgilio, Dante, Blake, Rimbaud…
¡Hablad más bajo!
¡Tocad más bajo! ¡Chist!
¡¡Callaos!!
Yo también soy un gran violinista…
y he tocado en el infierno muchas veces…
Pero ahora, aquí…
rompo mi violín… y me callo.

martes, 26 de marzo de 2019

Sobre la tiranía, un libro del historiador Timothy Sander para arrojar luz sobre lo que el peligro que se cierne sobre la democracia.

La historia no se repite, pero sí alecciona. Tanto el nazismo como el comunismo fueron reacciones a la globalización: a las desigualdades reales o imaginadas que creaba, y a la aparente impotencia de las democracias para afrontarlas. Eran movimientos en los que un líder o un partido decían dar voz al pueblo, prometían protegerlo de las amenazas globales existentes y rechazaban la razón en favor del mito. La historia europea nos muestra que las sociedades pueden quebrarse, las democracias pueden caer, la ética puede venirse abajo y la gente corriente puede encontrarse en situaciones inimaginables. Hoy en día nos resultaría muy útil comprender por qué. 

La historia puede familiarizar y puede servir de advertencia. No somos más sabios que los europeos que vieron cómo la democracia se rendía ante el autoritarismo durante el siglo xx. Pero cuando el orden político parece amenazado, nuestra ventaja es que podemos aprender de su experiencia para impedir el avance de la tiranía. Ahora es un buen momento para hacerlo.

Este libro presenta veinte lecciones que aprender del siglo XX adaptadas a las circunstancias de hoy.


viernes, 17 de agosto de 2018

"Heldenplatz" (1988), de Thomas Bernhard Los grandes discursos de la historia.


Otoño de 1988. Cincuenta años tras la anexión de Austria por Hitler, los fantasmas del pasado nazi invaden la obra del escritor Thomas Bernhard, uno de los autores más importantes de la Posguerra.

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