domingo, 12 de julio de 2015

Entrevista María Teresa Andruetto “La literatura baja a mirar al llano”

En Lengua madre, la dictadura atraviesa el exilio interno de una mujer que busca en cartas su propia historia.

“Detrás de las palabras, bien lo sabe, está la historia, y a ella le ha llegado la hora de preguntarse detrás de qué palabras, de qué hechos, está su historia”, dice en su última novela María Teresa Andruetto, que parece ir tejiendo a lo largo de sus libros una misma trama, donde la literatura persiste en su poder de decir lo universal con fragmentos de memoria.
 
En Lengua madre, Julieta regresa de Munich a la Patagonia tras la muerte de su madre y reconstruye un relato sobre la historia de su familia en la historia de su patria, a través de cartas que su madre recibió y guardó durante más de 30 años. La dictadura, las relaciones filiales entre mujeres de clase media, la escritura de mujeres, la posibilidad de comprender y perdonar, conforman un universo donde la más joven intenta descifrar, en las claves de una época, las razones de su propio exilio interior, para luego decidir qué hacer con lo que hicieron de ella.


"La memoria es todo, o casi todo, a la hora de la construcción de un relato. No hay en mis novelas una voluntad de documentar. Lo que de algún modo testimonia son las emociones, los ecos en los personajes, más que el registro de época. Creo que la literatura ayuda a la reconstrucción de una memoria social desde un lugar menos documental: desde el lugar de una mentira que metaforiza unas verdades. ¿Qué es la ficción si no eso? Una mentira que a veces nos permite ver zonas de lo humano que las verdades no nos permiten ver."

viernes, 10 de julio de 2015

Homenaje a la poeta y educadora Mirta Colángelo (Revista Imaginaria)

En la madrugada murió la poeta y educadora Mirta Colángelo. Durante 11 años (hasta mediados de 2007), Mirta Colángelo dirigió el taller “Cuentos con sol” con chicos y jóvenes del Patronato de la Infancia de Bahía Blanca. En la última etapa de esta experiencia que vinculaba poesía y plástica, se consolidó el proyecto “La Fábrica de Libros ‘Benteveo’”, que abarcó el trabajo autoral y editorial de los chicos participantes del taller. Los pormenores de este proceso están contados por María Emilia López en el artículo “La Fábrica de Libros ‘Benteveo’ y el taller ‘Cuentos con sol’. Arte, literatura y libros en el Patronato de la Infancia de Bahía Blanca” (publicado en el Nº 207 de Imaginaria).

Y en los últimos años, infatigable, la encontramos (y disfrutamos) llevando adelante la experiencia de “susurrar poesía”. Así lo cuenta ella misma en una entrevista publicada en el sitio Apartado de EDELIJ:

“A través del susurro, en esa ceremonia íntima personal que sucede ente dos personas lo que se trasmite es poesía. Inasible, indefinible, la poesía es sin dudas un modo de conocimiento que elige o permite una manera de aproximación oblicua hacia lo que convenimos en llamar mundo. Se opone a las demostraciones, desconfía del razonamiento; las explicaciones que se dan no la manifiestan, sorprende, trastoca, provoca, seduce, enamora. En la poesía las palabras se iluminan, destellan, llamean… La poesía busca el revés de las cosas, lo oculto, la ambivalencia. Está emparentada con lo abierto, con la posibilidad.”

“Animarse a intervenir un espacio público susurrando confirma el concepto de que la lectura es también poner a prueba el cuerpo en una doble relación; con uno mismo y con los demás. Y que al establecer un vínculo lúdico entre el que susurra y el que es susurrado, la posibilidad de llegada aumenta, genera placer y enciende el deseo de tomar contacto con otros textos poéticos.”
Fuente: imaginaria.com

La última noche del mundo. Un cuento de Ray Bradbury

LA ÚLTIMA NOCHE DEL MUNDO (Ray Bradbury)

¿Qué harías si supieras que esta es la última noche del mundo?

-¿Qué haría? ¿Lo dices en serio?

-Sí, en serio.

-No sé. No lo he pensado.

El hombre se sirvió un poco más de café. En el fondo del vestíbulo las niñas jugaban sobre la alfombra con unos cubos de madera, bajo la luz de las lámparas verdes. En el aire de la tarde había un suave y limpio olor a café tostado.

-Bueno, será mejor que empieces a pensarlo.

-¡No lo dirás en serio!

El hombre asintió.

-¿Una guerra?

El hombre sacudió la cabeza.

-¿No la bomba atómica, o la bomba de hidrógeno?

-No.

-¿Una guerra bacteriológica?

-Nada de eso -dijo el hombre, revolviendo suavemente el café-. Solo, digamos, un libro que se cierra.

-Me parece que no entiendo.
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Atapuerca, sima de los cuentos. Seis narradores europeos y africanos recrean el origen de los relatos en cuevas prehistóricas

John Berger, el sabio que deshizo los postizos que enmascaran el mundo del arte, visitó en una ocasión la cueva prehistórica de Chauvet (Francia), pintada hace 15.000 años, y concluyó: “Se diría que el arte nace como un potrillo, que sabe caminar directamente”. También las historias debieron surgir así, manando sin premeditación ni alevosía. En tiempos remotos, cuando bastaba desear una cosa para que se cumpliera —que dirían los hermanos Grimm—, alguien contó la primera historia. Como los cuentos no dejan evidencia científica sino huellas en el aire, nadie ha podido demostrar cuándo ni dónde ocurrió algo tan pequeño y tan grande, pero no resulta descabellado situarlo en una cueva como esa de Chauvet, Altamira o la misma Atapuerca, donde ayer seis narradores revivieron en una antigua gruta kárstica lo que pudo ser el origen de las historias.

En el momento preciso en que Manqina Madosini Latozi (Mqhekezweni, Sudáfrica, 1922) hizo resonar con pasos calculados una tobillera con capullos secos de gusanos de seda y abrió los brazos tanto como los ojos para reforzar su relato sobre la amistad imposible entre una tórtola y una tortuga, nadie entendió lo que decía en su lengua xhosa pero todos interiorizaron que en las cuevas germinaron los cuentos. Sin descartar aJuan Luis Arsuaga, codirector del yacimiento de Atapuerca, sentado entre el centenar de asistentes: “Los científicos contamos historias basadas en hechos reales y los contadores cuentan historias míticas que no nacen de los vestigios, pero las dos historias son verdad...” CONTINUAR LEYENDO

miércoles, 8 de julio de 2015

Diles que no me maten! Un cuento de Juan Rulfo


-¡Diles que no me maten, Justino! Anda, vete a decirles eso. Que por caridad. Así diles. Diles que lo hagan por caridad. 

-No puedo. Hay allí un sargento que no quiere oír hablar nada de ti. 

-Haz que te oiga. Date tus mañas y dile que para sustos ya ha estado bueno. Dile que lo haga por caridad de Dios. 

-No se trata de sustos. Parece que te van a matar de a de veras. Y yo ya no quiero volver allá.

-Anda otra vez. Solamente otra vez, a ver qué consigues. 

-No. No tengo ganas de eso, yo soy tu hijo. Y si voy mucho con ellos, acabarán por saber quién soy y les dará por fusilarme a mí también. Es mejor dejar las cosas de este tamaño.

-Anda, Justino. Diles que tengan tantita lástima de mí. Nomás eso diles.

Justino apretó los dientes y movió la cabeza diciendo: 

-No. 

Embargo. Un cuento de José Saramago.

Se despertó con la sensación aguda de un sueño degollado y vio delante de sí la superficie cenicienta y helada del cristal, el ojo encuadrado de la madrugada que entraba, lívido, cortado en cruz y escurriendo una transpiración condensada. Pensó que su mujer se había olvidado de correr las cortinas al acostarse y se enfadó: si no consiguiese volver a dormirse ya, acabaría por tener un día fastidiado. Le faltó sin embargo el ánimo para levantarse, para cubrir la ventana: prefirió cubrirse la cara con la sábana y volverse hacia la mujer que dormía, refugiarse en su calor y en el olor de su pelo suelto. Estuvo todavía unos minutos esperando, inquieto, temiendo el insomnio matinal. Pero después le vino la idea del capullo tibio que era la cama y la presencia laberíntica del cuerpo al que se aproximaba y, casi deslizándose en un círculo lento de imágenes sensuales, volvió a caer en el sueño. El ojo ceniciento del cristal se fue azulando poco a poco, mirando fijamente las dos cabezas posadas en la almohada, como restos olvidados de una mudanza a otra casa o a otro mundo. Cuando el despertador sonó, pasadas dos horas, la habitación estaba clara. CONTINUAR LEYENDO