Normalmente cuando en un pasillo concurrido van todos en el mismo sentido y alguien se da la vuelta, lo normal es que se lo lleven por delante. Eso es lo que ocurre cuando dices que leer no es tan bueno como dicen, -¡Hale!-
Quién se atreve a contravenir la existencia del mito más arraigado en el imaginario colectivo que afirma categóricamente que leer no es bueno sino bueniiísimo. - Pues yo digo: depende -. Recuerde como el mismo Cervantes parodió en la figura de Don Quijote el efecto nocivo de la ingesta de libros (pese a que el famoso hidalgo hizo gala de una enorme erudición). Piense también en la influencia que tuvo el Mein Kampf en las jóvenes generaciones alemanas de los años 20 y qué me dice de toda esa pléyade de literatura de «segunda» tipo autoayuda, con títulos de la guisa de: «Persigue tus sueños», «Sé feliz», «Hágase rico leyendo esta…». -Que hay basura literaria es innegable y que es mejor dar un paseo o mirar la tele antes que leer dicho material, también-.
Aunque la anterior consideración parezca obvia, resulta terrible defenderla, sobre todo cuando la generalidad piensa que la lectura es el mayor indicador de «cultura» de la sociedad. Hace pocos días el barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros aseguró que los hombres en España leen menos que las mujeres, los extremeños son los que menos libros leen y los madrileños los que más. Lo cierto es que quien hace estas encuestas se cuida muy mucho de no emitir juicios y maliciosamente deja los datos ahí, para que la gente saque sus propias conclusiones sin dar más explicaciones, y es por ello que la masa infiere que: el hombre es tonto, los extremeños son burros y los madrileños intelectuales. Estamos rodeados de falacias de todo tipo, pero esta en concreto me exaspera. No me extraña que detrás de estos estudios estén las editoriales. Aunque uno se pregunta, qué diantres hace el Ministerio de Educación Cultura y Deportes promoviendo investigaciones que nos llevan a creencias de lo más peregrinas, - más competencia tendría el Ministerio de Economía y Empresa, al menos este sí podría interpretarlo en términos económicos-.
Según los últimos datos en España se publican más de 87.000 títulos al año o lo que es lo mismo 239 libros diarios, con estas cifras resulta evidente pensar que muchos de los textos sean un auténtico churro. Por eso mismo el acto de leer no convierte necesariamente al lector en un sabio o en una buena persona. El que una obra literaria beneficie o no al destinatario depende no sólo de la calidad de la misma sino de otros factores como la edad del lector, su situación anímica, el nivel intelectual, el grado de interés que pueda despertarle, su pertinencia… y aun así, nadie podría afirmar que después de haber leído una obra magna uno se enriquezca automáticamente, ¿acaso soy mejor persona por haber leído 100 años de soledad…? Recuerde que la cárcel está llena de ávidos lectores.
El que las editoriales se quieran enriquecer metiendo en un mismo frasco toda la producción literaria argumentando que cualquier libro va a resultar beneficioso, es como si llenáramos una mochila de alimentos de cualquier índole y dijéramos «coma, coma, que todo le sentará de perlas» - pues sepa que en esa mochila hay verdadera porquería y además aunque fuera comida saludable, esta no tiene por qué irle bien a todo el mundo-.
Ahora bien, otra historia es saber a qué llamamos calidad dentro del popurrí cultural que nos toca vivir. Apostaría a que la mayoría de la gente identifica la excelencia partiendo del modelo cultural propio. Y es que como ven la perspectiva emic siempre está presente en este tipo de valoraciones.
Pese a que esta reflexión no tiene la intención de relativizar el tema, no me queda más remedio, y a pesar de que todos sabemos que cualquier hecho humano es cultural, al decir que la producción literaria beneficia a todos los lectores deberíamos matizar: «la mala nunca y la buena a veces», por lo que tendríamos que prestar más atención a la calidad y menos a la cantidad.
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