En su ensayo ‘Anónimas. La escritura silenciosa de las mujeres’, la guionista y profesora Raquel Presumido repasa brevemente algunos de los mecanismos a través de los cuales la escritura milenaria de las mujeres ha sido desde prohibida o menospreciada hasta deliberadamente ocultada.
En el principio hubo también palabras, pero antes de ser puestas por escrito, las historias viajaban a viva voz; eran los tiempos de la oralidad, cuando las leyendas y los mitos, también los saberes, pasaban de una generación a otra a través de una voz que, mientras tanto, cocinaba en un caldero o tejía un ajuar. La expresión “cuentos de viejas” –también “de brujas”, “de ayas”– no es fruto de la casualidad: tradicionalmente, eran las mujeres quienes narraban, ya fuera para entretenerse las unas a las otras durante la labor doméstica o para sumir en el sueño a los niños de los que cuidaban sin descanso. Esto, los orígenes femeninos de la narración, que podría haber sido venerado y preservado, se convirtió –lo convirtieron– en algo despectivo: un “cuento de viejas” es una noticia que se cree falsa, y una mujer que sabe demasiado, que habla demasiado, es una insoportable “marisabidilla”.
“Mujer que sabe latín no ha de tener buen fin”. Esta perla del refranero español la recoge la joven autora Raquel Presumido en su libro Anónimas (Antipersona, 2020), un breve ensayo que bebe de predecesoras expertas en el tema (Joanna Russ, Margaret Atwood, Virginia Woolf, Anna Caballé y Nuria Capdevilla, entre otras) y que es una lectura perfecta para empezar a descubrir cómo y por qué el arte literario de las mujeres ha sido torpedeado durante siglos.
El desconocimiento, la falsa creencia de que “mujer” y “creación literaria” –o “científica” o “filosófica” o…– son dos conceptos que no tienen nada que ver, empieza desde bien temprano. Como buena futura profesora de Lengua y Literatura, Presumido explica en su ensayo que la falta de representación de las mujeres creadoras en los libros de texto escolares “conlleva que las alumnas no vean la labor intelectual como una opción posible para ellas, y que los alumnos varones no consideren que una mujer se pueda ganar la vida de esta manera”. Rosalía de Castro y Emilia Pardo Bazán en literatura castellana, y Jane Austen y Mary Shelley en literatura universal, son de los pocos nombres femeninos con los que se topará una alumna durante la enseñanza obligatoria. Para su trabajo de fin de máster, Presumido analizó una amplia muestra de los libros de texto más utilizados en España y descubrió que las escritoras no aparecen representadas ni en un 20%. CONTINUAR LEYENDO
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