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sábado, 13 de septiembre de 2025

"CIEN AÑOS DE ÁNGEL GONZÁLEZ, poeta y “santo por lo civil”. Sergio C. Fanjul, El País 6 SEPT 2025

En el centenario de su nacimiento, diversos homenajes y publicaciones recuerdan al autor ovetense, conocido por su compromiso cívico, el humor, el amor y la amarga ironía

Ángel González fue un “ciudadano normal” que algunas veces escribía poesía. Él mismo lo dijo, y lo confirma su viuda: “Creo que su natural modestia no permitió jamás que el poeta eclipsara a la persona. Le molestaban aquellos que iban por la vida con la máscara de poeta creyéndose superiores a los demás mortales”, dice Susana Rivera, profesora de Literatura en la Universidad de Nuevo México, donde González enseñaba y ambos se conocieron. Tal vez por eso tuvo el cuidado de escribir una poesía cercana pero comprometida, atravesada por la dificultad de la sencillez (“Es muy difícil escribir claro”, decía), de una profundidad accesible, donde se mezcla la conciencia cívica, el humor, el amor, la ternura y una amarga ironía marca de la casa. Ángel González es uno de esos autores que (como, por ejemplo, Julio Cortázar) generan gran complicidad con el lector. Que caen bien. Que te quieres llevar a casa.

A Ángel González, que pensaba que al porvenir le llamaban así porque no venía nunca, un día se le empezó a “adelgazar el futuro”, como se nos adelgaza a todos. Y tanto se le adelgazó que le llegó la muerte, en 2008, a los 82 años. Pero su futuro continuó, aun sin él: este 6 de septiembre se cumplen cien años de su nacimiento, en aquel Oviedo de 1925, y su figura sigue muy viva, como se demuestra en los numerosos actos y publicaciones por su centenario. Su memoria es como se describió en otros versos: “Un escombro tenaz, que se resiste / a su ruina, que lucha contra el viento”.

Un centenario lleno de cosas. El pasado 22 de marzo, en los alrededores del Día de la Poesía, el Instituto Cervantes homenajeó a González; también lo hizo en julio la Semana Negra de Gijón (donde el poeta instauró una sesión poética a medianoche, que sigue celebrándose, y de la que se conserva un famoso vídeo de González cantando con su amigo Joaquín Sabina), y entre el 14 y el 16 de octubre lo hará la Universidad de Oviedo en un congreso internacional. Publicaciones varias: la antología Eso era amor (Nórdica), con prólogo de Javier Rioyo e ilustraciones de Pablo Auladell, así como la que prepara la editorial Huerga & Fierro, a cargo José Manuel Lucía Mejías. Papeles del Náufrago publicará Soy un fingidor, una colección de sus “autorretratos” poéticos entre 1956 y 2008. Para los más pequeños una antología preparada por Ester Sánchez en el sello asturiano Pintar-Pintar, en colaboración con María Rosa Serdio, especialista en la difusión de la poesía entre los jóvenes, con audios del poeta e ilustraciones de Marina Buxó.

El premio Príncipe de Asturias de las Letras, en 1985, o el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, en 1996, laurearon su carrera ya en el siglo pasado, como el ingreso en la Real Academia en 1997, pero “su obra sigue muy vigente”, apunta Rivera, “Ángel nunca pasó por tinieblas del purgatorio a donde se dice que son arrojados los escritores esperando la mano de la posteridad. Su poesía siempre permaneció iluminada por sus lectores”. Si bien Rivera recibe constante feedback de los lectores, también se nota en la academia: acaba de publicarse en la Universidad de Alcalá la tesis La métrica de Ángel González: variaciones rítmicas y discursivas de Jesús Aguilar Fernández Gallego, cuyo título, raro en una tesis, describe exactamente el contenido. CONTINUAR LEYENDO

viernes, 1 de agosto de 2025

"ÉRASE UNA VEZ ANA MARÍA MATUTE: CIEN AÑOS DE UNA AUTORA EXTRAORDINARIA". Andrea Aguilar, El País 26 JUL 2025

MERCEDES DEBELLARD

Se celebra el centenario de una de las voces más particulares y brillantes de la narrativa española en el siglo XX. Ni su carrera ni su vida se ajustan al papel que tenían las mujeres en la España de su tiempo. Fabuladora nata, sus libros están marcados por un realismo despiadado y por la fantasía.

En la Barcelona de posguerra una muchacha adolescente se armó de valor y decidió acudir a la editorial Destino para llevar en persona, en un cuaderno manuscrito con cubiertas de hule negro, una novela. Acudió varios días, sobreponiéndose a su timidez, antes de lograr una reunión con el director del sello, quien, pacientemente y cabe imaginar que con notable paternalismo, la informó de que debía pasarlo a máquina antes de presentarlo. Así lo hizo y se lo llevó. Al editor le gustó la narración y le hizo un contrato que firmó su padre. Empezó entonces a publicar sus cuentos en la revista del sello, antes de que la novela del cuaderno de hule, Pequeño teatro, llegara a las librerías unos cuantos años más tarde: de hecho, fue la segunda que le publicaron y con ella obtuvo el premio Planeta. Este podría ser el érase una vez con el que arrancar la historia de una las escritoras más extraordinarias del siglo XX en España, solo que Ana María Matute (1925-2014) tuvo varios principios, con una carrera y una vida que no acaban de ajustarse a un bien delimitado esquema de planteamiento-nudo-desenlace, ni tampoco al papel que aquella España franquista tenía reservado a las mujeres.

Fue una creadora total, una fabuladora con un vasto mundo propio que volcó en cuentos y novelas ampliamente reconocidas. Cuando se alejó, con un parón editorial casi total que duró cerca de 20 años, llevó ese universo a las maquetas, “los pueblos” y castillos, o a las alhajas que construía con chapas, botellas y demás desechos; también a los dibujos e ilustraciones o a los locos banquetes que preparaba en su cocina de Sitges. Matute, con enorme libertad, inventaba y creaba sin remedio porque esa era su manera de ser y de estar. Su forma de entender y habitar el mundo.

“Es una gran escritora, dura como el más duro, creo que la mejor en España en el siglo XX por su profundidad y dominio de la lengua. Vivió la Guerra Civil de niña y eso fue muy importante, como para toda su generación. No lo tuvo fácil, era mujer y además con una vida rocambolesca”, afirma la escritora Milena Busquets. Ella la conoció desde niña, ya que Matute era una gran amiga de su madre, la editora Esther Tusquets, y por extensión de la familia, y mantuvieron un trato muy cercano. “Independiente, divertida, valiente, desinteresada. Todos los autores de su generación respetaban mucho su escritura y en lo personal era muy entrañable. Con 19 años entró de pleno en el círculo de los escritores y de la bohemia, un mundo canalla, bebedor y juerguista. Lo contaba con mucha gracia. Rechazaba de plano que hubiera una literatura de mujeres, decía que había libros buenos y malos”.

Matute, hija del dueño de una fábrica de paraguas, creció entre Barcelona y Madrid, pasó un año en Mansilla de la Sierra, el pueblo de su familia materna en La Rioja, algo que acercó su sensibilidad al mundo rural y a la naturaleza. Su tartamudez, según contaba, la volvió diferente. Escribió novelas en su infancia y obras para el guiñol. Y cuando las bombas caían en plena Guerra Civil y sacudían su hogar acomodado, en el que en cualquier caso ella siempre se sintió algo extraña, dejó de tartamudear y sacó su primera revista con cuentos y artículos, escrita y diseñada por ella misma para disfrute de sus primos y hermanos.

La ficción fue siempre el refugio y también el espejo distorsionado que le permitía sobreponerse a la realidad y retratarla. Realismo y fantasía. Cuentos nunca exentos de la crueldad y dureza que tiene la vida, porque los relatos edulcorados o moralizantes estuvieron radicalmente alejados de su literatura. Algo parecido ocurre con esa imagen de beatífica anciana de sus últimos años, un espejismo que opaca su inteligencia afilada y una visión cruda del mundo.

“Nací cuando mis padres ya no se querían”, es el arranque de Paraíso inhabitado, su último libro publicado en vida, al que vuelve Malcolm Otero Barral al teléfono para hablar de la fuerza de la escritura de Matute hasta su último aliento. La conoció de niño con su abuelo, Carlos Barral, en Calafell, como parte de ese grupo en el que también estaban Jaime Gil de Biedma y Juan Marsé, y la trató muchos años después cuando trabajaba como editor en Destino. “Era muy tímida pero una gran contadora de anécdotas. Te gustaba estar con ella. Era, en el sentido machadiano, una buena persona”, señala, y subraya que es una autora absolutamente reivindicable por jóvenes escritores que aún no la han descubierto en toda su dimensión. “Sus primeros libros tienen una ingenuidad imperfecta que es muy, muy buena”.

Si en los cuentos hay lobos que comen a los niños y madrastras malvadas, hechizos e injustas maldiciones, es porque en el mundo real también los hay. Es solo otro código con el que retratar las injusticias y males. Matute aplicaba este prisma también para hablar de su vida. Se refería a “el malo”, su primer marido —el escritor Ramón Eugenio Goicoechea— y padre de su único hijo, que llegó a empeñar el carrito del bebé, como él mismo contó en sus memorias, y luego la máquina de escribir con la que ella trabajaba y sostenía la economía familiar cuando vivían en Mallorca. Matute y su hijo encontraron refugio en casa de Camilo José Cela y su esposa Charo. Allí conoció a otra pareja de grandes amigos: José Caballero Bonald y su mujer Pepa.

Unos meses después la escritora, ya en Barcelona, se divorciaba de Goicoechea y perdía la custodia de su hijo, a quien solo podía ver los sábados gracias a la complicidad de su suegra. Dos años más tarde consiguió recuperar al niño y marchó a Estados Unidos como lectora de español. “El bueno” era Julio Brocard, su segundo esposo, con quien se instaló en Sitges cuando regresó. Allí vivió años muy felices, y también padeció una depresión, “el vacío”, como decía. Brocard falleció el 26 de julio de 1990 de un infarto tras llamar al timbre desde la calle para recogerla e ir a celebrar el cumpleaños de Matute. Un amargo y triste giro. CONTINUAR LEYENDO

lunes, 17 de abril de 2023

"CIEN AÑOS DE ITALO CALVINO, EL GRAN CLÁSICO DEL SIGLO XX". Un interesante artículo de Luis Vinker publicado en Clarín el 13 de abril de 2023

El escritor italiano, nacido en Cuba, atravesó desde el neorrealismo y el género fantástico hasta la descripción de la realidad y admiró y valorizó a los clásicos pero también aconsejó sobre el porvenir. Los festejos por su centenario.

Atravesó desde el neorrealismo y el género fantástico hasta la descripción de la realidad, admiró y valorizó a los clásicos pero también aconsejó sobre el porvenir, lo ubicaron como “un moralista” pero desacartonado, fue tan vital como reflexivo. En el año de su centenario, la obra del escritor italiano Italo Calvino es constantemente revalorada.

Para el profesor y filólogo Carlo Ossola –uno de sus estudiosos– “Calvino es nuestro clásico del siglo XX por su capacidad de eliminar lo no esencial, todo lo pasajero, para obtener así el don supremo del arte, la transparencia. Su obra es una interpretación total del mundo, de lo visible y lo invisible, de lo posible y de lo probable”.

Italo Calvino nació en Santiago de las Vegas, Cuba, el 13 de octubre de 1923. Su madre, Evelina Mameli, se había graduado en Botánica en la Universidad de Pavia y su padre, Mario, era un ingeniero agrónomo, testigo de la Revolución Mexicana. Se encontraba en Cuba al frente de una escuela experimental y una estación agrícola. Pero con Italo de apenas dos años, la familia retornó al hogar paterno en San Remo, un balneario de aristócratas.

Influidos por ideas progresistas, los padres de Italo evitaron que este accediera a la educación católica y a las ideas ultramontanas del fascismo. “Mi familia era bastante insólita ya sea para San Remo como para la Italia de entonces: científicos, amantes de la naturaleza, librepensadores”, recordó.

Uno de sus compañeros de escuela y del bachillerato en Letras fue Eugenio Scalfari, luego fundador de La Repubblica. El joven Calvino –quien se graduó en letras en la Universidad de Turín, en 1941, con una tesis sobre Joseph Conrad– y su hermano Floriano (cuatro años menor, luego relevante geólogo) se enrolaron entre las filas partisanas durante la resistencia, en la Segunda Guerra Mundial (allí se inspiró su primera novela, El sendero de los nidos de araña, de 1947). Combatieron en la Brigada Garibaldi, en los Alpes marítimos.


jueves, 29 de septiembre de 2016

Centenario del nacimiento de Antonio Buero Vallejo: el pintor del drama español contemporáneo (1916-2000)

El 29 de septiembre de 1916 nació en Guadalajara Antonio Buero Vallejo, dramaturgo que marcaría la senda del teatro de la segunda mitad del siglo XX.

Para el autor, que reflexionó sobre el sentido de su teatro en “La tragedia” (1958), este género dramático es una forma de conocimiento del hombre, de sus conflictos existenciales. En toda su producción teatralplantea preguntas para que el espectador reflexione y trate de encontrar respuestas.

Considera que cuando el hombre se pregunta por su destino es cuando comienza a vencerlo. Pero vivir obliga a sus personajes y al ser humano a elegir y a hacerlo con responsabilidad. El motor de las acciones es la honestidad con la que el individuo trata de ver lo oculto de su esencia y para Buero, la esperanza nace de buscar la verdad que cada persona debe encontrar por muy dolorosa que esta sea. La verdad es la que salvará al hombre.Tiene una concepción abierta y esperanzada de lo trágico porque no se plantea el destino del hombre como un hado inamovible, sino desde una perspectiva esperanzada y como un medio de indagación en los misterios de la naturaleza humana. CONTINUAR LEYENDO
Fuente:CNII (Centro Nacional de Innovación e Investigación Educativa)