domingo, 12 de febrero de 2023

"NUEVA SESIÓN DE LECTURA DIALÓGICA COMPARTIDA EN PEÑASCAL-BOLUETA"












El pasado jueves, 9 de febrero, tuvimos una nueva Tertulia Literaria Dialógica en el Centro de EPA de Peñascal-Boluetaberri, A esta sesión, además de los participantes del centro, algunos eran nuevos, se añadieron cuatro profesores del Centro de EPA de Pamplona y una Educadora Social de Harribide (Etxebarri), ya que querían conocer cómo se desarrollaba la sesión y, de paso, participar en la misma.

La sesión, centrada en este caso en EL AMOR, estuvo muy animada y contó con la participación de prácticamente todos y todas las allí presentes. El intercambio de opiniones, experiencias y expectativas fue muy positivo. Tras la sesión nos quedamos charlando con los invitados y acordamos seguir manteniendo contactos y así como en continuar colaborando en el desarrollo que piensan hacer de las Tertulias.

El material que utilizamos fue el siguente:

Álbum ilustrado


Cuento:


Artículos/Ensayos:


Viñetas


Poemas:


viernes, 10 de febrero de 2023

En el fondo del caño hay un negrito. Un cuento de José Luis González (República Dominicana, 1926 - México, 1997). Un cuento referenciado por Sarah Hirschman en su libro, "Gente y cuentos. ¿A quién pertenece la literatura?

Sarah Hirschman, en su libro "Gente y cuentos" (FCE), cita varios relatos que leyeron dialógicamente de forma comunitaria, es decir, compartida. Los pone como ejemplo de sesiones que llevaron a cabo y reflexiona sobre algunos comentarios que surgieron a raíz de su lectura. Éste, "En el fondo del caño hay un negrito", es uno de ellos. En próximas entradas iré poniendo otros. Son cuentos muy interesantes por sí mismos, pero si podéis leer el libro de Sarah, veréis que también os servirán para mejorar u organizar nuevos grupos de lectura, es decir, nuevas Tertulias Literarias Dialógicas o Clubes de Lectura.

En el fondo del caño hay un negrito
José Luis González

La primera vez que el negrito Melodía vio al otro negrito en el fondo del caño fue en la mañana del tercero o cuarto día después de la mudanza, cuando llegó gateando hasta la única puerta de la nueva vivienda y se asomó para mirar hacia la quieta superficie del agua allá abajo.
Entonces el padre, que acababa de despertar sobre el montón de sacos vacíos extendidos en el piso, junto a la mujer semidesnuda que aún dormía, le gritó:
—¡Mire... eche p'adentro! ¡Diantre'e muchacho desinquieto!
Y Melodía, que no había aprendido a entender las palabras pero sí a obedecer los gritos, gateó otra vez hacia adentro y se quedó silencioso en un rincón, chupándose un dedito porque tenía hambre.
El hombre se incorporó sobre los codos. Miró a la mujer que dormía a su lado y la sacudió flojamente por un brazo. La mujer despertó sobresaltada, mirando al hombre con ojos de susto. El hombre rió. Todas las mañanas era igual: la mujer salía del sueño con aquella expresión de susto que a él le provocaba un regocijo sin maldad. La primera vez que vio aquella expresión en el rostro de su mujer no fue en ocasión de un despertar, sino la noche que se acostaron juntos por primera vez. Quizá por eso a él le hacía gracia verla despabilarse así todas las mañanas.
El hombre se sentó sobre los sacos vacíos.
—Bueno—se dirigió entonces a la mujer—. Cuela el café.
Ella tardó un poco en contestar:
—Ya no queda.
—¿Ah?
—No queda. Se acabó ayer.
Él empezó a decir: “¿Y por qué no compraste más?”, pero se interrumpió cuando vio que en el rostro de su mujer comenzaba a dibujarse aquella otra expresión, aquella mueca que a él no le causaba regocijo y que ella sólo hacía cuando él le dirigía preguntas como la que acaba de truncar ahora. La primera vez que vio aquella expresión en el rostro de su mujer fue la noche que regresó a casa borracho y deseoso de ella pero la borrachera no lo dejó hacer nada. Tal vez por eso al hombre no le hacía gracia aquella mueca. CONTINUAR LEYENDO

jueves, 9 de febrero de 2023

"BELLEZA CRUEL". Un poema de Ángela Figuera Aymerich (Bilbao, 1902 - Madrid, 1984)

Dadme un espeso corazón de barro,
dadme unos ojos de diamante enjuto,
boca de amianto, congeladas venas,
duras espaldas que acaricie el aire.
Quiero dormir a gusto cada noche.

Quiero cantar a estilo de jilguero.
Quiero vivir y amar sin que me pese
ese saber y oír y darme cuenta;
este mirar a diario de hito en hito
todo el revés atroz de la medalla.
Quiero reír al sol sin que me asombre
que este existir de balde, sobreviva,
con tanta muerte suelta por las calles.

Quiero cruzar alegre entre la gente
sin que me cause miedo la mirada
de los que labran tierra golpe a golpe,
de los que roen tiempo palmo a palmo,
de los que llenan pozos gota a gota.

Porque es lo cierto que me da vergüenza,
que se me para el pulso y la sonrisa
cuando contemplo el rostro y el vestido
de tantos hombres con el miedo al hombro,
de tantos hombres con el hambre a cuestas,
de tantas frentes con la piel quemada
por la escondida rabia de la sangre.

Porque es lo cierto que me asusta verme
las manos limpias persiguiendo a tontas
mis mariposas de papel o versos.
Porque es lo cierto que empecé cantando
para poner a salvo mis juguetes,
pero ahora estoy aquí mordiendo el polvo,
y me confieso y pido a los que pasan
que me perdonen pronto tantas cosas.

Que me perdonen esta miel tan dulce
sobre los labios, y el silencio noble
de mis almohadas, y mi Dios tan fácil
y este llorar con arte y preceptiva
penas de quita y pon prefabricadas.

Que me perdonen todos este lujo,
este tremendo lujo de ir hallando
tanta belleza en tierra, mar y cielo,
tanta belleza devorada a solas,
tanta belleza cruel, tanta belleza.

miércoles, 8 de febrero de 2023

"LA BALADA DEL VIEJO MARINERO". Un poema de Samuel Taylor Coleridge

I

Es un viejo Marinero
y detiene a uno de entre tres presentes.
«Por tu larga barba gris y tus brillantes ojos,
¿por qué motivo me detienes?

Las puertas del Novio están abiertas
y soy pariente cercano suyo;
los invitados llegaron, el banquete comenzará:
ya se puede oír el alegre barullo.»

Lo retiene con su huesuda mano.
«Hubo un barco...», comienza.
«¡Suéltame!, saca tu mano, tonto de gris barba.»
Y en seguida su mano lo suelta.
Lo retiene con sus brillantes ojos;
el Convidado se queda totalmente quieto
y como un niño de tres años escucha:
su voluntad ha quedado en poder del Marinero.

El Convidado se sienta sobre una piedra:
salvo escuchar nada elegir puede;
y así siguió hablando aquel hombre viejo,
el Marinero de ojos resplandecientes.

«Saludado fue el barco, despejado el puerto,
alegremente fuimos dejando
detrás la iglesia, detrás la colina,
detrás la alta torre del faro.

El sol ascendía por la izquierda,
¡del propio mar emergía!,
y brillaba luminoso; y por la derecha
en el mismo mar luego se hundía.

Subía más y más alto cada día,
hasta que por sobre el mástil al mediodía pasó...»
Aquí el Convidado sacude su pecho
pues escucha de pronto el sonido del fagot.

La Novia había entrado al salón;
roja como una rosa estaba ella;
y balanceando sus cabezas delante marchaba
la alegre compañía trovadoresca.
El Convidado sacude su pecho;
sin embargo salvo escuchar nada elegir puede;
y así siguió hablando aquel hombre viejo,
el Marinero de ojos resplandecientes.

«Y entonces sobrevino la Tormenta,
y era tiránica y recia;
nos empujó con sus poderosas alas
y nos persiguió hacia el sur sin tregua.

Con mástiles inclinados y casi sumergida proa,
como quien, perseguido por grito y golpe,
aún pisa la sombra de su enemigo
e inclina hacia adelante su cabeza,
el barco navegaba veloz, siempre hacia el sur,
mientras feroz rugía la tormenta.
Y entonces sobrevinieron la niebla y la nieve,
y se puso todo horriblemente frío;
y el hielo, alto como el mástil,
llegó flotando en un verde esmeraldino.

Y, entre las ventiscas, los nevados acantilados
emitían un lúgubre destello;
ni bestia ni hombre alguno podíamos distinguir:
todo en medio estaba el hielo.

El hielo estaba aquí, el hielo estaba allí,
por todo alrededor estaba el hielo;
crujía y gruñía, rugía y aullaba,
como los ruidos que se oyen en negros sueños.

Y tras un tiempo se nos cruzó un Albatros;
a través de la neblina llegó,
y, como si hubiese sido un alma cristiana,
lo acogimos en el nombre de Dios.

Comió la comida que nunca había comido,
y alrededor y alrededor de la nave voló.
Entonces el hielo se abrió con un sonido atronador,
¡y el timonel al través nos sacó!

Y un benigno viento sur brotó detrás;
y el Albatros nos seguía sereno,
y todos los días, para comer o jugar,
se acercaba al saludo de los marineros.

Entre nieblas o nubes, sobre mástil o vela
se posó durante nueve veladas,
mientras que, toda la noche, entre neblinas blancas,
tenuemente, la blanca luna brillaba.»

«¡Dios te proteja, viejo Marinero,
de los demonios que tanto te atormentan!
¿Por qué miras así?» «Yo al Albatros
disparé con mi ballesta.

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martes, 7 de febrero de 2023

"VIDA DE UNA ESCRITORA". Un artículo de Carmen G. de la Cueva sobre Annie Ernaux, Premio Nóbel de Literatura 2022, publicado en elDiario.es el 3 de febrero de 2023

Cuando Annie Ernaux tenía apenas 32 años, antes de publicar su primer libro, ya era escritora, pero nadie lo sabía. Tenía una familia: un marido, dos hijos pequeños, una madre que vivía con ellos. Era entonces una profesora de instituto que quería ser escritora, pero que vivía encerrada en otra vida

El otro día me desvelé bien temprano, apenas eran las seis de la mañana de un domingo de enero. A veces, sucede que, despertarse así, más que un fastidio, es una oportunidad para arrancar alguna hora a la vida, al tiempo. Antes de que todos se despierten y se haga de día y los ruidos cotidianos y el runrún al otro lado de las finas paredes de mi casa y la vocecilla de mi hijo lo inunden todo —el espacio y a mí misma—, me abrigué como pude y me asomé a una ventana. Afuera todavía era de noche, las bombillas de las farolas alumbraban la calle desierta, solo se escuchaba el lejano maullar de un gato y el correr del viento. En cualquier momento, mi hijo podría despertarse y ese relámpago de misticismo llegaría a su fin conmigo deambulando por la casa de heladas baldosas. Tenía mucho trabajo pendiente. Y siempre que me despierto a esa hora pienso en Sylvia Plath, que se sentaba al alba en su cocina para escribir antes de que el llanto de sus hijos rompiera el silencio. Me acordé de ella y de muchas otras escritoras que madrugaban o trasnochaban o armaban sus libros en las siestas de sus hijos. Y pensé también en Annie Ernaux y en su mujer helada: «Cuidaré, pasearé al crío. Oh qué bonitos los domingos…».

De alguna manera, necesitaba sentirme reconfortada. El frío se colaba por las ventanas, comenzaba a tambalearme pensando en todo lo que podría hacer, en todo lo que debía hacer para apurar el tiempo y, en lugar de ser eso que llaman “productiva”, renuncié a mi propia autoexigencia y me senté a ver el documental “Los años de súper 8” de Annie Ernaux y su hijo David Ernaux-Briot. El impacto de esta breve película casera fue tan fuerte que, cuando mi hijo se despertó poco después de que acabara, yo seguía secándome las lágrimas y tomando notas apresuradas en mi cuaderno.

[...] Annie Ernaux escribía en secreto. Nadie lo sabía. Ni su marido ni su madre ni sus hijos. Era una escritora pequeña, una escritora secreta, una impostora. En la pantalla, se ve a una Ernaux que pasea por el campo, que se asoma a una piscina, una mujer aparentemente, ¿feliz? Pero su voz le quita la máscara: «En la piscina pensaba en el manuscrito terminado que esperaba en el cajón del escritorio, esperaba que me salvase pero no sabía de qué». En ese momento, a sus 32 años, tenía guardado en un cajón el manuscrito de su primer libro Los armarios vacíos. Un día, decidió enviar el texto a Gallimard y la editorial lo publicó en la primavera de 1974. Poco después, escribió La mujer helada como una visionaria: la rabia de una mujer empujada al fondo de un matrimonio justo en el momento en que su matrimonio comenzaba a desintegrarse. «¿Pero qué historia se contó en este desfile de imágenes sin más sonido que el crepitar del proyector?», se pregunta Ernaux. «Se necesitaban palabras para dar sentido a este tiempo de silencio». Las palabras de una escritora que nunca más volvió a ser una mujer en silencio.


lunes, 6 de febrero de 2023

"CRIANZAS". Un cuento breve de Cristina Peri Rossi

Siempre imagino que mi madre tiene nada más que venticinco años (la edad que ella tenía cuando yo nací), de ahí, que me enfurezca si la oigo arrastrar los pies, cloquear, toser o pensar como una vieja. No entiendo por qué a los venticinco años le han salido arrugas ni me explico cómo siendo tan joven se acuesta tan temprano.

Si en algún momento de pavorosa lucidez advierto que es una vieja, tal descubrimiento me llena de horror, por lo cual trato inmediatamente de expulsar dicho conocimiento de la luz de mi conciencia, de manera que enseguida recupera sus venticinco años.

Ella me trata a mí continuamente como si yo fuera una niña, por lo cual nos entendemos perfectamente.

No insisto en crecer, porque sé que es inútil: para nosotras dos, el tiempo se ha estacionado y ninguna cosa en el mundo podría hacerlo correr. Moriré de cinco años y ella de venticinco: a nuestros funerales asistirá una muchedumbre de ancianos niños y de niños que jamás llegaron a crecer.

domingo, 5 de febrero de 2023

"14 CUENTOS INDÍGENAS". Recopilación de Pabloe González Casanova

El Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM ha puesto totalmente gratis y descargables los cuentos indígenas más importantes. Esto como como parte de una iniciativa que busca re-enamorar al público de nuestra cultura.

Son 14 cuentos los que están disponibles en formato PDF, cada uno en sus dos versiones: la original –en náhuatl– y la traducción en español. 

Ésta selección fue publicada en 1957 con el título de Cuentos Indígenas, libro considerado como una joya histórica.

El investigador Pablo González Casanova fue el encargado de lograr la compilación, una de las primeras del mundo en su tipo.


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