Si algo podemos agradecerle a Virginia Woolf, entre otras cosas, es habernos dado suficientes temas como para construir una nueva subjetividad femenina. Y lo digo sin recelo de parecer exagerada. Esta frase martillea y nos dice: "¿Y si toda mi obra no hubiese sido un intento por esbozar una autobiografía?". Creo que esta frase, igual que la de la escritora Colette, admirada por Woolf, es también rotunda: "¿Y si mis personajes no fuesen más que mi modelo?".
[...] El desarraigo de toda mujer que piensa. Pero, entendámoslo, esta experiencia trascendente, que pone un paréntesis en el cuerpo, nos da la clave para entender lo que significa la escritura en el caso de una mujer, encierro, y más encierro, incapacidad de nombrar y de romper con las ataduras de la escritura dominante, la herencia simbólica masculina de la habló Pierre Bourdieu en su libro sobre el capital simbólico, y que se encuentra con la frase de Simone de Beauvoir: "No se nace mujer, se deviene…".
[...] Estos paratextos como se les llama en la crítica literaria, muchas veces menospreciados por la academia, ayudan a ver mejor en esa experiencia abismal de recorrerse escribiendo, dejarse llevar hasta no entender bien qué se está diciendo. Ese querer dar de la autora que entrega Las olas, según ella su libro más extraño (y lo es) al hermano menor, Toby, es parte de ese ejercicio espiritual, sin el otro no hay manera de hablar, hablar sola es la locura. Me pregunto si en ese libro, tan sensual, no sintió miedo de su propia sexualidad. Ese nexo que ella sabía construir con palabras como un tejido afectivo y que un día se rompe al no envolver ese deseo intenso dejando lugar al miedo de su propio cuerpo, de estar siempre estigmatizada, atada a un rol y a un “ángel guardián”, como ella lo llamó.
Hay que leer también la biografía que le dedica Viviane Forrester para entender un poco mejor esa relación intensa con la experiencia vital de la autora, con el afecto, con los otros, con Leonard, su marido, como con sus amistades, sus celos de Catherine Mansfield, su escepticismo hacia Joyce, D.H Lawrence, o Jane Austen. Es que Mrs Woolf quería ser la referencia, iniciar su propia tradición, no copiarla, ni de Henry James, ni de Joyce, quería ser la iniciadora.
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