Un clásico es aquel libro que llega a tu vida para quedarse y esa ha sido mi experiencia con 'Apegos feroces', de Vivian Gornick
Siempre me ha sorprendido ese momento vital que a algunos les llega,
tan cansinamente descrito, de leer solo a los clásicos, o como se suele
decir con coquetería por estas fechas veraniegas, de releerlos. Sucede,
dicen, cuando uno comienza a tener conciencia de la fugacidad del tiempo
y no está dispuesto a perderlo con bobadas. Visto así, tiene su lógica,
pero también la tiene el pensar que hay clásicos de los que no tuvimos
noticia, que es tanto lo que ignoramos como lo que conocemos, y que un
clásico, en el canon estrictamente personal, es aquel libro que llega a
tu vida para quedarse y marcar lo que a partir de ahora leas o escribas.
Ésa ha sido mi experiencia con Apegos feroces, de Vivian Gornick, periodista y escritora que nació en el Bronx
en 1935, y que cuenta, desde una primera persona que es la suya, la
difícil, dramática, estrecha y agobiante relación que mantiene con su
madre a lo largo de la vida. Estas memorias se publicaron en 1987 pero
es ahora cuando nos llegan a nosotros, y tal vez tiene su sentido que se
hayan publicado con retraso, porque retrasados andábamos en ciertos
asuntos. No es el libro de Gornick un ensayo académico o un análisis del
lazo materno-filial, al contrario, es pura, hermosa y elevada
literatura, pero aborda asuntos que ahora nos interesan más o que han
entrado en el debate social: la maternidad, el siempre denso, fructífero
y correoso lazo de una madre con su hija; el amasamiento de la propia
vida para crear literatura, y la certificación, como sonido de fondo,
del devenir histórico y de cómo afectaba a la vida íntima de las
mujeres. CONTINUAR LEYENDO
No hay comentarios:
Publicar un comentario