"Como no he tenido hijos, lo más importante que me ha sucedido en la vida son mis muertos, y con ello me refiero a la muerte de mis seres queridos. ¿Te parece lúgubre, quizá incluso morboso? Yo no lo veo así, antes al contrario: me resulta algo tan lógico, tan natural, tan cierto. Sólo en los nacimientos y en las muertes se sale uno del tiempo; la Tierra detiene su rotación y las trivialidades en las que malgastamos las horas caen sobre el suelo como polvo de purpurina. Cuando un niño nace o una persona muere, el presente se parte por la mitad y te deja atisbar por un instante la grieta de lo verdadero: monumental, ardiente e impasible. Nunca se siente uno tan auténtico como bordeando esas fronteras biológicas: tienes una clara conciencia de estar viviendo algo muy grande."
Así comienza el libro de Rosa Montero, La ridícula idea de no volver a verte.
Al hilo de la extraordinaria trayectoria de Curie, Rosa Montero construye
una narración a medio camino entre el recuerdo personal y la memoria de
todos, entre el análisis de nuestra época y la evocación íntima.
Son páginas que hablan de la superación del dolor, de las relaciones
entre hombres y mujeres, del esplendor del sexo, de la buena muerte y de
la bella vida, de la ciencia y de la ignorancia, de la fuerza salvadora
de la literatura y de la sabiduría de quienes aprenden a disfrutar de
la existencia con plenitud y con ligereza.
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