tú no tienes nada;
tengo tres ovejas
en una cabaña...
Cantan así unas niñas, jugando al corro, en el jardín de un colegio, sombreado por unos árboles tan atrevidos que casi están metiendo sus ramas en mi cuarto de trabajo.
La canción es lenta, suave, con esos dejos largos y melancólicos, propios de la música norteña.
Y aun se diría que este ¡nocente cántico infantil había nacido aquí mismo, en uno de estos invernales montañeses, donde hay niños que pastorean con sus ovejas brañas arriba, despacito, atristados; tal vez inventando una dulce cancioncilla. . .
Estas niñas, que andan a la rueda, moviendo los bracitos enlazados, al compás de su copla, visten unos delantales de percal, plegados sin adornos sobre un gracioso canesú ; calzan zapatitos blancos de lona y llevan el cabello cortado a lo paje, al ras de las orejitas, retirado de la frente con un lazo chiquitín.
Y ahora han llegado en su cantar a un estribillo un poco triste que dice:
Palomita blanca de mayo,
llévame de aquí ;
llévame a mi pueblo
donde yo nací...
Aunque las niñas no han nacido en otro pueblo, me parece a mí que tiemblan con alguna pena sus voces en esta suspirante rima de la palomita blanca...
De pronto se deshace la rueda y hay un revoloteo de falditas agitadas y de pies saltadores. CONTINUAR LEYENDO
No hay comentarios:
Publicar un comentario