Infinitas batallas nos preceden,
incontables cadáveres hinchándose
sin fin bajo las lluvias
y músculos y tendones rotos emergiendo
como sueños entre los botones de tierra.
Nos preceden veraces campos,
fértiles trigales abonados sólo con sangre,
siglos enteros labrados a destiempo,
generaciones igual que árboles quemándose
en la tormenta.
Pero nosotros no nos perdimos.
Entre las luces de las estrellas
que no llegaron a destino y los ojos húmedos
que chirriaron ardiendo en las antorchas
Entre las cenizas de los cuerpos
aún pegadas a los muros
Entre los mares derrumbándose
y las falsas Ítacas refulgiendo frente a Nadie
Nosotros no nos perdimos.
Miles de otras naves nos esperaban
Océanos de muertos nos querían llevar consigo
Sirenas como racimos nos llamaron con su canto
Pero nosotros no nos perdimos.
Y por eso ningún cadáver
ni ningún grumo de sangre
que cantó cuajado en el hueso
ni ningún tendón roto vendido en el canasto
ni ningún amanecer asombrado entre los verdugos
ni ninguna ruina ni naufragio
dejó de encontrar el cielo
que es nuestro y es de todos.
Porque nos encontramos no sucumbió la eternidad
Porque tú y yo no nos perdimos
ningún cuerpo
ni sueño ni amor fue perdido.
Raúl Zurita, “A Paulina Wendt”.
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