Hace mucho tiempo, en una aldea junto al mar, un joven llamado Urashima Taro vivía con su anciana madre. El muchacho quería mucho a su madre y la cuidaba lo mejor que podía, pues no tenía a nadie más. Vivía de lo que Urashima Taro lograba pescar cada día. Un otoño, día tras día el mar se mantenía revuelto, por lo que Urashima Taro no podía pescar.
Una mañana muy temprano, el pescador fue a la playa y vio las altas olas. Se quedó mirando el mar un poco triste, pues ya llevaba varios días sin poder llevar a casa algo de comer.
En eso estaba, cuando vio a tres muchachos, muy cerca de él, que molestaban y golpeaban con palos a una tortuga.
- ¿Cómo se atreven a lastimar a una criatura como esta? – gritó Urashima Taro, mientras perseguía a los muchachos. Los tres huyeron y Urashima Taro se acercó a la tortuga para ver si estaba lastimada. Cuando vio que la tortuga estaba bien, la devolvió al mar.
A la mañana siguiente, Urashima Taro regresó a la playa y vio la cabeza de la tortuga asomarse entre las olas.
- Te debo la vida – dijo la tortuga agradecida, mientras salía del agua y se acercaba al pescador -. Como muestra de agradecimiento, quiero que vengas conmigo. Te llevaré a conocer el Palacio del Dragón.
Urashima Taro pensó que sería fantástico ir allí. Todos saben que el Palacio del Dragón está bajo el mar y hablan de su hermosura, pero nadie lo había avisto. El muchacho realmente quería ir, pero no quería dejar sola a su anciana madre.
- No tardaremos – prometió la tortuga.
Urashima Taro aceptó la invitación y subió sobre el caparazón de la tortuga. La tortuga se sumergió en el mar.
Al avanzar por entre el agua, se acercaron a un castillo que relumbraba por estar cubierto por oro y plata. Del castillo salió una princesa hermosa, ricamente vestida. Iba rodeada por sus damas de compañía y una corte de peces de colores. La princesa invitó a Urashima Taro a entrar al castillo. El muchacho estaba maravillado. Mucho más se sorprendió al ver que adentro había un espléndido banquete servido para él.
El joven pescador se deleitó comiendo platos y postres exquisitos que parecían no acabarse nunca. También bebió vinos magníficos. Entre tanto, hablaba con la princesa sin dejar de pensar en lo hermosa que era. Además Urashima Taro se entretenía oyendo una música que lo envolvía y viendo a las doncellas y a los peces bailar graciosamente. Urashima Taro estaba bajo un encanto. Antes de que pudiera darse cuenta, habían pasado lo que a él le parecieron 3 años. CONTINUAR LEYENDO
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