Durante el siglo XX, la medicina, la agricultura, la tecnología y otros campos abrazaron una idea simple pero poderosa. Usa lo que funciona. Empezaron a exigir que las medicinas innovadoras, las semillas y las máquinas fueran probadas antes de ser usadas en todos los lugares. El resultado fue un progreso revolucionario en cada uno de estos campos, que continua hoy. La reforma basada en la evidencia de cualquier área no sólo protege al público de las innovaciones ineficaces; también crea una dinámica de mejora progresiva en la que están trabajando muchos investigadores y creadores para reemplazar las mejores soluciones de hoy con algo incluso más eficaz, confiando en que el mercado adoptará las innovaciones comprobadas de una manera entusiasta.
Antes de que la evidencia llegara a ser importante en la medicina, la agricultura y la tecnología, los productos y los tratamientos de cada área eran repartidos por el marketing, el boca a boca y la tradición. En el siglo XIX, por ejemplo, ya había muchos conocimientos de medicina pero ni los médicos ni el público general lo prestaban la atención necesaria. A principios de 1900, William Halsted, un investigador médico de la Universidad Johns Hopkins dedicó treinta años intentando, con un éxito limitado, convencer a los médicos de lavarse las manos antes de las operaciones y de usar procedimientos que habían sido válidos en en la investigación volviendo a 1860.
Hoy la práctica de la educación está en el mismo punto precientífico que la medicina estuvo hace cien años. Tenemos muchos conocimientos de educación y los educadores a veces la dedican atención como los médicos lo hicieron en 1907. Sin embargo, hay una investigación limitada al evaluar programas específicos, prácticas o materiales y lo que hay es raramente consecuente en las decisiones de los educadores. Como resultado, decisiones importantes sobre los programas educativos tienden a estar basados en el marketing, el boca a boca, la tradición y la política. Esto no sólo fracasa en proveer los mejores programas educativos a los niños vulnerables, sino que además elimina cualquier incentivo para que los investigadores creen programas y tecnología que en realidad funcione mejor que las prácticas actuales. CONTINUAR LEYENDO
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