viernes, 10 de agosto de 2018

“Todos tenemos algo que ofrecer y una historia que contar”. María Elena Hipólito entrevista a Michéle Petit.

“Todos los adultos fueron niños alguna vez, pero sólo unos pocos lo recuerdan”, sostiene Antoine de Saint-Exupéry en El Principito, uno de los libros más leídos y queridos de los últimos tiempos. El aviador, personaje del relato, recuerda y narra sus experiencias de pequeño y su encuentro en el desierto con el rubiecito proveniente del asteroide B-612; lo cuenta a través de las manos y de la imaginación de Saint-Exupéry. Su historia llegó a millones, personas que si bien no tienen el libro en la mano, la escucharon, la siguieron transmitiendo y se reencontraron con su niño interior.
En concordancia con este postulado, se realizó hasta ayer el II Congreso Infancia y Cultura: Territorios para Pensar las Infancias, bajo el lema ‘Ver el mundo como los niños y niñas que fuimos’. Del encuentro participaron destacadas personalidades nacionales e internacionales. Una de ellas fue la socióloga y antropóloga francesa Michéle Petit, una de la mayores referentes en estudio de la lectura a nivel mundial. 
Algunos de sus libros más famosos son Pero ¿y qué buscan nuestros niños en sus libros? (2002), El arte de la lectura en tiempos de crisis (2008), Una infancia en el país de los libros (2008) y Leer el mundo: Experiencias actuales de transmisión cultural (2015).

(Fuente: elterritorio.com.ar)

[...] La literatura existe de manera oral y es inmensa. En todas las culturas y en todas las culturas orales se canta, se cuenta a los niños. Lo que pasa en el mundo contemporáneo -con la amplitud de las migraciones y con la manera en que se trata a los migrantes-, muchas personas pierden, olvidan o dejan atrás la lengua, los cuentos que les transmitieron cuando eran chicos. Poco a poco, con la vida dura, la omnipresencia de cómo sobrevivir se usa una lengua de la designación inmediata de las cosas, una lengua útil, y ya no se usa la lengua de la narración, la lengua poética; y eso para mí es lo muy grave, cuando no hay en un lugar, en una familia la presencia de esa otra lengua.

[...] Cada vez que narras algo a una persona por literatura oral o escrita, a los otros les despierta recuerdos propios y se reencuentran con sus riquezas propias. Todos tenemos algo que ofrecer y una historia que contar, pero a veces se tapan la boca, la olvidaron o creen que no están legitimados para hacerlo.

[...] Para mí lo más importante es relacionarnos con otras culturas, con otras formas de ver el mundo; no es lo uno contra lo otro, es lo uno y lo otro como complemento. Lo importante es no olvidar que somos seres poéticos, seres narrativos desde hace más de 30 mil años. Y en los tiempos contemporáneos nos vemos muy frecuentemente reducidos, en los discursos y en las prácticas, a variables económicas más o menos adaptadas a las exigencias neoliberales. No somos solamente eso, tampoco se nos puede reducir a nuestros roles sociales, por fundamentales que sean, somos también seres poéticos y quizás antes que nada y antes que todo seres poéticos. Es decir que hemos dibujado, hemos pintado, hemos cantado mucho antes de inventar la agricultura o de inventar la novela. Es una dimensión vital.

[...]  [leer] No es siempre un placer, pero por diferentes motivos. Si la lectura te recuerda a algo que te hizo mal en la escuela, donde sentiste una humillación porque no entendías. Leer también te hace llorar de dolor por ciertas experiencias, no es un jueguito, es una posibilidad de acercarse a la experiencia humana. Personalmente los libros que más me han gustado en la vida no fueron necesariamente los que más placer me dieron . Es una experiencia compleja. 

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