Varios estudios han demostrado que cuando aumenta el uso de la televisión o los videojuegos, el coeficiente intelectual y el desarrollo cognitivo disminuyen. Los principales fundamentos de nuestra inteligencia se ven afectados: el lenguaje, la concentración, la memoria, la cultura (definida como un corpus de conocimiento que nos ayuda a organizar y comprender el mundo).
Desmurget añade que buena parte de este daño cerebral se debe a que el tiempo de pantalla reemplaza otro tipo de relaciones con el conocimiento y con la socialización que nutren en mayor medida el cerebro. Otros factores causales son la fragmentación de la atención vía los estímulos digitales y el sedentarismo.
Las causas también están claramente identificadas: disminución en la calidad y cantidad de interacciones intrafamiliares, que son fundamentales para el desarrollo del lenguaje y el desarrollo emocional; disminución del tiempo dedicado a otras actividades más enriquecedoras (tareas, música, arte, lectura, etc.); interrupción del sueño, que se acorta cuantitativamente y se degrada cualitativamente; sobreestimulación de la atención, lo que provoca trastornos de concentración, aprendizaje e impulsividad; subestimulación intelectual, que impide que el cerebro despliegue todo su potencial; y un estilo de vida sedentario excesivo que, además del desarrollo corporal, influye en la maduración cerebral.
La infancia y la adolescencia son tiempos cruciales en el desarrollo intelectual del ser humano. Aunque es cierto que existe cierta plasticidad cerebral durante toda la vida, esta disminuye de manera radical con el tiempo. Es en la infancia y en la adolescencia donde se implantan las conexiones cerebrales, memorias y hábitos que permiten que un individuo desarrolle una estructura cerebral poderosa. Al respecto, el investigador dice:
Actualmente, apenas con 2 años de edad los niños ya pasan 3 horas al día observando pantallas, 5 horas en el caso de los que tienen 8 años y más de 7 horas diarias en el caso de los adolescentes. Esto es mucho más tiempo del que pasarán en la escuela.
Desmurget no condena absolutamente el uso de tecnología digital, pero evidentemente muestra evidencia contundente para reflexionar sobre el uso indiscriminado de esta. Curiosamente, la sola idea de limitar el acceso a dispositivos digitales se considera "una locura" y una fuerte ofensa para las nuevas generaciones. Quizá el hecho de que no haya mayor resistencia a esto refleja que, de alguna manera, las generaciones anteriores también han perdido capacidad intelectual.
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