![]() |
Alejandro Magallanes |
Estaban de vacaciones, la noche fluía en aquel bar situado en un pequeño promontorio sobre el cabo, dos almerienses cantaban samba en directo.
Eran un grupo de nueve, de edades distintas, entre los sesenta y los veinticinco. Amigos de amigas, familiares, a veces una abuela o alguien a quien nunca habían visto. Coincidían, se tejían relaciones. En aquel rincón nadie pedía credenciales. El pelo ausente o blanco en unas cabezas, juventud restallante de otras, ropa de montaña, vestidos, el manual del curso de buceo en la esquina de una mesa. Viajeros o, quizá, turistas que tratan de hacer las cosas bien, que se llevan siempre la basura de vuelta en una bolsa, también la que no es suya, no hacen ruido si hay gente cerca, hablan a los desconocidos, ayudan a los grupos de chavales recién llegados en patera y les compran comida, bebida y un cargador para el móvil. No presumen; hacer eso, piensan, es bien poco.
Había poca gente en el bar, aún estaban fuera de temporada. La clientela no era la misma que la de las cabañas. La del bar acudía por la música. Luego se quedaban los de siempre, los que asumían la falta de wifi, cobertura, televisión, aire acondicionado, la presencia de arañas en las habitaciones, saltamontes, un día un escorpión, la fregona y la escoba para el uso de cada huésped. Ana sacó un pañuelo de la mochila y se lo puso sobre los hombros. La ola de calor no había sido tan dura allí pero menos mal que ya había pasado, comentaron. Sandra dijo:
–Así empieza el fuego. Un físico lo cuenta de una forma preciosa.
–Bueno, preciosa, no tiene pinta... –dijo Gerardo.
–Que sí, ya verás: algunos átomos se gustan. Al oxígeno del aire le gusta el carbono de la madera del árbol y quiere estar con él. Es como tener una pelota que está intentando subir una colina. Arriba hay un agujero, semejante al cráter de un volcán, un agujero profundo. La pelota va rodando colina arriba pero no cae porque después de subir un poco, se va para atrás.
Sandra gesticulaba con la mano, el dedo índice extendido trazaba la curva ascendente y luego retrocedía. En ese momento llegó una de las ráfagas de cobertura intermitentes y sonaron algunos mensajes en los móviles, pero nadie parecía esperar algo urgente y no los miraron. Silvia siguió:
–Si haces que la pelota acelere, subirá deprisa y caerá en el agujero. Por ejemplo, calientas el oxígeno, algunos de esos átomos van más rápido, llegan hasta al cima y cuando caen se enganchan con el carbono. Eso produce un montón de pequeñas vibraciones que alcanzan a otros átomos, se aceleran, chocan con otros y les dan impulso para que puedan trepar por la colina y empujar a otros que también se enganchan con el carbono; las vibraciones se encadenan y tienes un fuego. CONTINUAR LEYENDO
No hay comentarios:
Publicar un comentario