Son muy diversas las maneras por las que llego a los poemas o, mejor dicho, por las que los poemas llegan a mí. En numerosas ocasiones mi conocimiento es fruto del azar. Es el caso del poema que hoy comparto. Lo he descubierto en la revista ‘Abril’, que desde 1991 se edita en Luxemburgo, semestralmente, en papel y en español, un pequeño y entusiasta grupo de traductores. El poema de este domingo, que aparece en el último número de la revista, una de cuyas secciones está dedicada a Cuba, es de Fina García-Marruz, una de las voces poéticas más relevantes de la literatura hispanoamericana. De su compromiso social y su mirada fraternal hacia los que poco o nada poseen es buen testimonio el poema ‘Los millonarios’, que no son los indecentes plutócratas del mundo, sino los que en cada país sostienen con su esfuerzo y su trabajo el bienestar de los demás, los que dan sentido y continuidad a la vida.
LOS MILLONARIOSDía a día vienen en el periódico sus fotos.Los carboneros de la región, por cuatro añosdestacados. Los de la industria textilera. El níquel.Los de la caña. Los millonarios del trabajo.No los que tienen cuarenta mil pesos en el bancosino cuarenta mil horas de esfuerzo acumulado.Ahí están, los de rostros sudorosos, y sonrientessiempre. Cambian y son los mismos. Así es también el mar.¿Quién precisa los rasgos que se borranpara rehacerse, y seguir? Hay como una sonrisapropagándose, como un incendio suave, de rostro a rostro.Una fila está en pie: la otra se agachaporque salgan bien todos. Hay el que pareceque escucha la canturía lejana. El serio. Elque bromeó un rato antes. El del sombreroredondo como un halo. El viejo que sostieneen las manos nudosas, el suyo, ocultandoalgún roto del pantalón. El joven de la novia,jugueteándole por la comisuradel labio, la playa, el boleróndel domingo que se dejó para después. El que tieneaún como una huella de fuego entre los surcosde la frente. Los hombres en camisa y sin adornos.Siempre estarán ahí, rostros anónimos,ojos del mucho sol a la intemperie.Sus trabajos sostienen hasta el último ocio.Nuestra oficina limpia, sus manchadoszapatos de ir a pie. Quejas menudasrebotan contra la roca de su enorme silencioque sabe reír al fuerte sol sin quejadel resisterio de las dos pasadas.Ustedes, los que tienen por solo premiola banderita, el sello, y el inmenso respetode su pueblo, no vean estas palabrasque aún no tienen la belleza merecida.Sé que todo pan salió de vuestros hornos.Duro bregar y tan humilde risa. No hay estatuasque cuenten sus arrugas, entre bromas, del oscuroenorme, pasar diario. Ninguna huellaquedará entre papeles que el viento lleva tanta y tantaentrega de vida, cañeros columnarios, oh mineros sin precio,oh pobres millonarios de mi patria.FINA GARCÍA-MARRUZ
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