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sábado, 17 de septiembre de 2016

Cervantes y Shakespeare no escribieron para niños. …pero casi todo niño conoce a Cervantes y a Shakespeare. Pronto saben de ese hombre seco de carnes y enjuto de rostro, montado en un caballo, rival de molinos y aliado de un panzón. (Adolfo Córdova)


Niños y niñas pequeños leen estas historias dentro de un mundo en el que todavía no se separan las obras en géneros literarios ni tradiciones artísticas; en él hay personajes bíblicos, leyendas, dichos populares, cuentos de hadas. Escuchan fragmentos de los textos, disfrutan las películas y los dibujos animados que hacen parodias o pastiches. Ven una pintura del Quijote o una obra de teatro guiñol de Romeo y Julieta y, listo, ya habrán leído a Cervantes y a Shakespeare. Iniciará un proceso de construcción de esa obra en su imaginario que quizá nunca incluya al texto original.

Personajes, libros, que son parte de un paisaje en el que vivimos: presentes, pero periféricos, alejados, virtuales, irreales. Libros irreales, lecturas virtuales: todos los comentan, nadie los ha leído, son el centro de un permanente teléfono descompuesto que prescinde del original. Estrellas allá arriba, sumidas en la galaxia.

Decimos Ser o no ser, hablamos de quijotadas, de tener un sancho como palabras corrientes que ya no es necesario buscar en el diccionario.

Shakespeare o Cervantes como el Che Guevara en cualquier camiseta. Ídolos, héroes, muñecos. Romeo y Julieta y el Quijote como marcas de identidad.

Cervantes y Shakespeare no escribieron para niños. Charles Perrault nació en 1628, 12 años después de la muerte de estos grandes autores, y pasarían varias décadas antes de que inaugurara, con sus cuentos de hadas, el género literario que ha tardado unos 300 años en ser reconocido, más o menos, como tal: el infantil.

Existen, por supuesto, algunas adaptaciones notables para niños.
La cuestión será si ¿leer o no leerlas? Recomendaría, en todo caso, preferir las versiones que hagan crecer la historia por otras vías: un cómic, los cuentos de Shakespeare de Mary y Charles Lamb (un clásico en sí mismo –aquí una reseña de la edición de Castillo), un libro ilustrado cuidadoso de los textos (pienso en El libro de Don Quijote para niños de Haroldo Maglia, ilustrado por Jesús Gabán), o el poema del acto I de Romeo y Julieta en La Reina Mab: El hada de las pesadillas (Pequeño Editor).

 Si no estamos seguros, intentemos cultivar la espera, hagamos la promesa: un día podrás andar en bicicleta, un día podrás viajar solo, un día podrás leer a Cervantes y a Shakespeare. Crecer con el deseo de descubrir nuevas lecturas.

En el artículo aparecen algunas recomendaciones de ediciones con textos íntegros de Shakespeare y Cervantes o adaptaciones cuidadas, que respetan al lector.


Fuente: Blog Linternas y bosques. Literatura infantil y juvenil

jueves, 26 de mayo de 2016

Shakespeare y Cervantes, esa es la cuestión. La coincidencia hace 400 años de la muerte de estos dos grandes de la literatura universal alienta la búsqueda de una identidad compartida. Alberto Manguel.

Nuestra aptitud para ver constelaciones de estrellas distantes entre sí y por lo general muertas se vuelca en otras áreas de nuestra vida sensible. Agrupamos en una misma cartografía imaginaria hitos geográficos disímiles, hechos históricos aislados, personas cuyo solo punto común es un idioma o un cumpleaños compartido. Creamos así circunstancias cuya explicación puede ser encontrada solamente en la astrología o la quiromancia, y a partir de estos embrujos intentamos responder a viejas preguntas metafísicas sobre el azar y la fortuna. El hecho de que las fechas de William Shakespeare y Miguel de Cervantes casi coincidan hace que no solo asociemos a estos dos personajes singulares en obligatorias celebraciones oficiales, sino que busquemos en estos seres tan diferentes una identidad compartida.

Desde un punto de vista histórico, sus realidades fueron notoriamente distintas. La Inglaterra de Shakespeare transitó entre la autoridad de Isabel y la de Jaime, la primera de ambiciones imperiales y la segunda de preocupaciones sobre todo internas, calidades reflejadas en obras como Hamlet y Julio César por una parte, y en Macbeth y El rey Lear por otra. El teatro era un arte menoscabado en Inglaterra: cuando Shakespeare murió, después de haber escrito algunas de las obras que ahora universalmente consideramos imprescindibles para nuestra imaginación, no hubo ceremonias oficiales en Stratford-upon-Avon, ninguno de sus contemporáneos europeos escribió su elegía en su honor, y nadie en Inglaterra propuso que fuese sepultado en la abadía de Westminster, donde yacían los escritores célebres como Spencer y Chaucer. Shakespeare era (según cuenta su casi contemporáneo John Aubrey) hijo de un carnicero y de adolescente le gustaba recitar poemas ante los azorados matarifes. Fue actor, empresario teatral, recaudador de impuestos (como Cervantes) y no sabemos con certeza si alguna vez viajó al extranjero. La primera traducción de una de sus obras apareció en Alemania en 1762, casi siglo y medio después de su muerte.

Cervantes vivió en una España que extendía su autoridad en la parte del Nuevo Mundo que le había sido otorgado por el Tratado de Tordesillas, con la cruz y la espada, degollando un “infinito número de ánimas,” dice el padre Las Casas, para “henchirse de riquezas en muy breves días y subir a estados muy altos y sin proporción de sus personas” con “la insaciable codicia y ambición que han tenido, que ha sido mayor que en el mundo ser pudo”. Por medio de sucesivas expulsiones de judíos y árabes, y luego de conversos, España había querido inventarse una identidad cristiana pura, negando la realidad de sus raíces entrelazadas. En tales circunstancias, el Quijote resulta un acto subversivo, con la entrega de la autoría de lo que será la obra cumbre de la literatura española a un moro, Cide Hamete, y con el testimonio del morisco Ricote denunciando la infamia de las medidas de expulsión. Miguel de Cervantes (nos dice él mismo) “fue soldado muchos años, y cinco y medio cautivo. Perdió en la batalla de Lepanto la mano izquierda de un arcabuzazo, herida que, aunque parece fea, él la tiene por hermosa”. Tuvo comisiones en Andalucía, fue recaudador de impuestos (como Shakespeare), padeció cárcel en Sevilla, fue miembro de la Congregación de Esclavos del Santísimo Sacramento y más tarde novicio de la Orden Tercera. Su Quijote lo hizo tan famoso que cuando escribió la segunda parte pudo decir al bachiller Carrasco, y sin exageración, “que tengo para mí que el día de hoy están impresos más de doce mil libros de tal historia; si no, dígalo Portugal, Barcelona y Valencia, donde se han impreso; y aún hay fama que se está imprimiendo en Amberes, y a mí se me trasluce que no ha de haber nación ni lengua donde no se traduzca”.

Fuente: cultura.elpais.com

domingo, 8 de mayo de 2016

Shakespeare en Siria (del Blog de Imanol Zubero).

En el 400 aniversario de la muerte de Shakespeare (y de Cervantes), sus viejas palabras no han perdido ni un ápice de actualidad. Encuentro en el número 63 de la revista digital CTXT un texto extraído de la obra de teatro Sir Thomas More,escrita entre 1596 y 1601 por varios dramaturgos de la época y revisada en 1603 por otros autores, entre los que se encuentra William Shakespeare. Los investigadores han llegado a la conclusión de que entre las páginas añadidas al texto original hay al menos tres, en total 147 líneas, que pueden ser atribuidas sin ninguna duda a Shakespeare. En estas líneas, el autor pone en boca del protagonista de la obra, Tomás Moro, canciller del rey Enrique VIII, una extraordinaria reflexión contra las protestas que estallaron en las calles de Londres, rechazando dar refugio a los miles de hugonotes que, huyendo de la violenta persecución que el protestantismo sufría en Francia, buscaban refugio en Inglaterra.

La obra completa puede leerse en inglés aquí. Traducido por Víctor Rico, el fragmento al que me refiero merecería ser leído en voz alta y meditado todos los días en todas las reuniones en las que las y los dirigentes políticos de la Unión Europea toman decisiones sobre las personas que buscan refugio en nuestro continente:

Mirad, aquello que os ofende es lo que reclamáis,
es decir, la paz. Ninguno de los presentes,
si hubieran vivido hombres así cuando erais niños,
que hubieran recortado la paz, como pretendéis vosotros ahora,
la paz en la que habéis crecido hasta hoy,
os hubiera sido arrebatada, y los tiempos sangrientos
no os hubieran permitido convertiros en hombres,
ay, pobres infelices, ¿qué es lo que habríais logrado,
aunque os hubiésemos concedido aquello que buscabais?

Conseguid que se los lleven, y conseguiréis que este clamor vuestro
haya arrebatado toda la majestuosidad de Inglaterra;
Imaginad que veis a los desdichados forasteros,
con sus hijos a la espalda y su equipaje humilde,
arrastrándose a los puertos y costas para ser deportados,
y vosotros, sentados como reyes sobre vuestros deseos,
la autoridad silenciada por vuestra trifulca,
y vosotros, ataviados con vuestras opiniones,
¿qué habríais conseguido? Yo os lo diré. Habríais probado
que la insolencia y la mano dura prevalecen,
que el orden es reprimido; y en ese escenario,
ninguno de vosotros llegaría a viejo,
ya que otros rufianes, a su antojo,
con la misma mano, las mismas razones y el mismo derecho,
os depredarían, y los hombres, como peces voraces,
se devorarían los unos a los otros.

Permitidme plantear ante vosotros, amigos,
un supuesto; y si lo tenéis en cuenta,
entenderéis la horrible forma
que ha adquirido vuestra innovación. [...]

[...] Marchaos a Francia
o Flandes, a alguna provincia alemana, a España o Portugal,
a cualquier parte que no esté en alianza con Inglaterra,
donde no podréis ser sino extranjeros. ¿Os agradaría
encontrar una nación con un temperamento tan bárbaro
que, estallando con una violencia espantosa,
no os proporcionase un hogar en sus dominios,
afilase sus abominables cuchillos contra vuestras gargantas,
os desdeñara como a perros, como si Dios
no fuera vuestro dueño ni os hubiera creado, como si los elementos
no fueran en absoluto apropiados para vuestro bienestar,
sino un privilegio reservado a ellos? ¿Qué pensaríais
si se os usara de esa manera? Este es el caso de los extranjeros
y tal es vuestra monumental falta de humanidad.

Fuente: imanol-zubero.blogspot.com.es/

viernes, 19 de febrero de 2016

Edición (1908) de la obra de Shakespeare: A Midsummer Night’s Dream (Sueño de una noche de verano) ilustrada por Arthur Rackham

Esta obra, escrita en la última década del siglo XVI, cuando Shakespeare tenía unos 30 años, narra lo acontecido durante la boda de Teseo e Hipólita en un bosque cercano gobernado por Oberon y Titania, reyes de las hadas. En este espacio es donde tiene lugar toda la cadena de enredos y amoríos que involucran a humanos y seres mágicos: dos parejas de enamorados, los actores que van a representar una obra con motivo de la boda, y los propios reyes de las Hadas, que también son causantes y víctimas de las confusiones producidas por un elixir mágico de amor. La mitología y el folclore se funden en este texto de ambientación clásica plagado de humor, malentendidos, sentimientos y fantasía.


He aquí algunas de las magníficas ilustraciones:


lunes, 15 de febrero de 2016

¿Shakespeare era realmente tan popular en su época como en la actualidad?

  •  Hamlet es la obra más popular de Shakespeare hoy en día
  • ¿Cuál era la percepción de sus contemporáneos en el siglo XVII?
Cuatro siglos después de su muerte, las líneas más famosas de Shakespeare son sin lugar a duda 'To be or not to be' (Ser o no ser) de Hamlet, su obra más popular hoy en día. Esta obra ha sido traducida hasta la fecha en más de 75 idiomas (incluido el klingon) y sigue siendo uno de los montajes más representados en los escenarios del mundo entero. El Globe-to-Globe Hamlet production de la prestigiosa compañía The Globe Theatre ha estado de gira durante más de dos años con esta producción que hemos podido ver en Madrid el pasado mes de abril de 2015.

Laurence Olivier, Kenneth Branagh, David Tennant, Jude Law, Maxine Peake y Ethan Hawke son solamente unos de los muchos actores que dieron vida a Hamlet en los últimos 50 años lo que lo ha convertido en uno de los papeles teatrales más icónicos.

Ahora si miramos el número de publicaciones y reediciones de cada obra de Shakespeare en la base de datos World Shakespeare Bibliography, podemos comprobar que la tendencia ha gravitado en torno a las tragedias (como la de Hamlet). Pero no siempre ha sido el caso. CONTINUAR LEYENDO