domingo, 8 de mayo de 2016

Un Nobel entre rejas: Coetzee llevó la literatura a la cárcel.

"¿John Maxwell?", pregunta el oficial del servicio penitenciario al chequear la lista de visitantes al Centro Universitario San Martín (Cusam) en el penal de José León Suárez. J. M. Coetzee, premio Nobel de Literatura 2003, asiente con la cabeza, y atraviesa la primera de las 13 puertas que lo separan del salón de estudiantes del Cusam, donde una treintena de convictos y guardiacárceles lo esperan.

Es su segunda visita al penal bonaerense, donde la Universidad de San Martín dicta Sociología y Trabajo social y donde se desarrollan talleres de poesía, de narración y de teatro. Ya ha pasado por la experiencia de visitar la cárcel, aquí y en su Sudáfrica natal, luego del apartheid. "Voy para ver la realidad", dice Coetzee a esta cronista de LA NACION y añade quedamente: "Hay gente que está presa y no debería estarlo".

Y compara sus experiencias: "Las cárceles sudafricanas son más fuertes en materia de vigilancia". Tiene razón: en José León Suárez no hay revisión para los visitantes al Cusam. Nadie mirará qué lleva el autor de Esperando a los bárbaros, Infancia yJuventud, entre muchos otros libros, en su morral de cuero negro, ni qué puede tener en la cartera la escritora australiana Delia Falconer. Minimalista, el profesor y editor australiano Ivor Indyk, que completa la comitiva, va en mangas de camisa.
En casi todas las puertas enrejadas que se abren a lo largo del camino hasta el Cusam, el saludo a Coetzee (cuya pronunciación tiene decenas de variantes en estas tierras) es cálido. "Es un gusto tenerlo aquí de nuevo", le dice al estrecharle la mano el director del penal, Paulo Vera. Y cuando ingresa en el centro de estudiantes Azucena Villaflor, Martín Bustamante (convicto con salidas transitorias los fines de semana), con sus propios libros en la mano, reitera ese saludo. CONTINUAR LEYENDO.
Fuente: Diario La Nación

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