Es pintor, ensayista, dramaturgo, novelista, 'performer', poeta... También crítico de arte, como queda claro en su último libro, 'El cuaderno de Bento', que publica Alfaguara. Una libreta perdida del filósofo Spinoza le sirve de excusa para seguir hablando de teoría del arte y 'modos de ver'. De cómo el arte puede cambiar la manera de percibir la vida.
John Berger (Londres, 1926) vive desde hace tiempo en una zona rural de Francia. Cuando descuelga el teléfono responde en francés, pasa al inglés y este entrevistador no sabe si le dice oui o we. Las primeras frases de la conversación son equívocas y balbuceantes por ambas partes. Luego Berger pide que espere un momento y resuenan sus pasos alejándose y una conversación; también una risa o el graznido de un pato. Es inevitable imaginar el lugar y la luz de esa habitación desconocida, o la ropa que puede llevar puesta el escritor (¿hará frío allí? ¿tendrá cerca una chimenea o la salida a un patio?). Berger vuelve a coger el teléfono, informa de que ha cerrado la puerta y de que puede hablar sin prisas ni interrupciones. Sin embargo, en varias ocasiones los intervalos entre pregunta y respuesta van a ser largos y alarmantemente silenciosos, punteados de suspiros de esfuerzo, como si Berger sacara sus palabras de algún lugar profundo e inaccesible.
-Usted afirma que en el acto de dibujar hay algo natural, espontáneo. Creo que dice, incluso, que es previo a la lógica. Aclárenos qué quiere decir.
-Digo que dibujar se ha convertido en algo natural para mí, no que sea así para todo el mundo. Dibujaba desde niño, luego fui a una escuela de arte y de hecho, cuando tenía 30 años, yo era pintor. Dibujar tiene, además de una dimensión mental, de la imaginación, una dimensión mecánica, manual; llega a convertirse en una costumbre de la mano. Es como quien es cocinero o cocinera: tras años de cocinar, muchos gestos que eran complicados se han convertido en naturales. Las manos los han aprendido.
Fuente: elcultural.com
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