Sentada en el rincón de la chimenea, la anciana suspiraba quedamente mientras revolvía la sopa: nunca se había sentido tan triste. Muchos, muchos años habían pasado y habían dejado el peso de los inviernos sobre sus hombros y habían encanecido sus cabellos sin traerle siquiera un hijito. Tanto a ella como a su viejo y querido esposo les apenaba su falta, porque fuera había muchos niños jugando en la nieve. Les resultaba duro aceptar que ninguno fuera en verdad el suyo. Pero, ¡ay!, ahora ya no les quedaban esperanzas de obtener tal bendición. No verían nunca un gorrito de piel colgado de la repisa de la chimenea, ni dos zapatillas secándose junto al fuego.
El anciano trajo un haz de leña y se sentó. Luego, mientras oía a los niños reírse y batir palmas, miró por la ventana. Allí estaban, bailando alegremente alrededor del muñeco de nieve que acababan de hacer. Se sonrió al ver el evidente parecido que el muñeco tenía con el alcalde del pueblo, tan gordo y pomposo era.
-Mira, Marusha -le dijo a su mujer-. Ven a ver el muñeco que han hecho.
Juntos ante la ventana, se rieron al ver cuánto se divertían los niños. De repente, el anciano se volvió hacia Marusha con una brillante idea.
-Salgamos a ver si nosotros también podemos hacer un muñequito de nieve. CONTINUAR LEYENDO
Nota: Hay cuentos para niños que se encuentran, con variaciones, en todos los países, en todas las lenguas, y no sabemos muy bien por qué un mismo cuento transcurre en Ucrania, en Andalucía, en Sebastopol o en Navarra. Con otros nombres, con otros trajes, pero se trata del mismo cuento. Un claro ejemplo es La niña de nieve, que yo he oído en muchos idiomas y trata de dos campesinos que no pueden tener hijos. Entonces, en un día de nevada, el campesino forma una niña con la nieve, y con una sartén le hace los pies (veo, en el negro de la sartén, el blanco de los piececitos de la niña, y me parece muy creíble). Llega un día en que la niña ya tiene ocho o nueve años, y los padres están locos con ella. Y entonces, llega la noche de San Juan, y todos los niños del pueblo hacen hogueras y saltan por encima de ellas. Los padres advierten a la niña, pero ella salta también y se derrite. Es un cuento que me contaba mi abuela, y a mí me daba una pena tremenda esa niña. Pues ese cuento lo he encontrado yo en otros muchos idiomas y países. (Ana Mª Matute)
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