Todas las mutaciones históricas generan incertidumbres y predicciones, y la actual, de una formidable magnitud, no podía escapar a ellas. Es probable que dentro de algunas décadas todas nuestras inquietudes sean enjuiciadas con asombro o jocosidad, pero las primicias tecnológicas nos imponen múltiples interrogaciones y conjeturas. Las controversias acerca del porvenir del libro y de la lectura oscilan entre los profetas del Apocalipsis, para los que el final de la "galaxia Gutenberg" provocará confusión y empobrecimiento intelectual, y los apóstoles de un nuevo Renacimiento, avivados por la incipiente y luminosa "sociedad de la información". He aquí una muestra de ambas posturas. La primera cita pertenece a Sven Birkerts y está tornada de su libro Elegía a Gutenberg. Elfuturo de la lectura en la era electrónica; la segunda procede de Socied@d digit@l, libro cuyo autor es José B. Terceiro.
Todo esto confirmó mi antigua sospecha de que, habiendo madurado en una cultura electrónica, mis alumnos de manera natural exhibirían determinadas habilidades y carecerían de otras. Pero las implicaciones, como empecé a darme cuenta, eran asombrosas, en particular si se las consideraba no como una carencia generacional temporal sino como un cambio permanente. [ ... ] Estrictamente, esto significaba: no sólo que una gran parte de nuestra población no era capaz de disfrutar de algunas obras
literarias, sino que se estaba desarrollando una situación mucho más grave. De hecho, toda nuestra historia colectiva subjetiva -el alma de nuestro cuerpo social- se encuentra codificada en forma impresa. Codificada y transmitida durante incontables generaciones por medio de la palabra, sobre todo a través de los libros. No me refiero aquí a hechos e información, sino a datos intangibles algo más difíciles de captar: esas expresiones que nos dicen quiénes somos y quiénes hemos sido, que son el registro de los individuos que vivieron en distintas épocas y que, de hecho, constituyen reflexiones acumuladas de la especie. Si una persona se olvida de lo impreso -al hallarlo demasiado poco inmediato, demasiado complicado, irrelevante en comparación con la intensidad del presente-, entonces, ¿qué sucederá al sentido de continuidad y cultura de esa persona?
[ ... ] No es que esté a punto de sugerir que todo esto suceda por no leer a Henry James. Pero sí afirmo que de todo esto procede no poder leer a James o a cualquier otro mensajero de ese mundo reciente que se desvanece rápidamente. Nuestra repentina transición histórica hacia una cultura electrónica nos ha arrojado a un ámbito de ignorancia. Hemos sido despojados no sólo de las costumbres y maneras que nos eran conocidas sino, además, de los referentes morales y psicológicos que nos eran familiares. Al observar nuestra sociedad, ya no vemos líderes auténticos ni grandes sabios. No tenemos un gallardo Nuevo Mundo, sino un Nuevo Mundo terrorífico. CONTINUAR LEYENDO
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