Me gustaríaque me oyeras la voz y yo pudiera
oír la tuya.
Sí, sí. Hablo contigo
mirada silenciosa
que recorre estas líneas.
Y repruebas, tal vez, este imposible
deseo de salirse del papel y la tinta.
¿Qué nos diríamos?
No sé, pero siempre mejor
que el conversar a solas
dando vuelta a las frases, a sonidos
(el poner y el sacar paréntesis y al rato
colocarlos de nuevo).
Si tu voz irrumpiera
y quebrara esta misma
línea… ¡Adelante!
Ya te esperaba. Pasa.
Vamos al fondo. Hay algunos frutales.
Ya verás. Entra.
IX
cómo duele el silencio cuando es hecho de voces
ausentes, de palabras
que nadie dice:
risas de sombra, voces,
conversaciones muertas.
Cuando duele el vacío y es un hierro
y pesa al corazón como un pájaro muerto.
Cuando la ausencia es dura presencia de la muerte,
dura presencia, muro para golpear llorando
y ensangrentar el puño y golpear todavía.
No abren, no se abre, no va a abrir más nunca.
Circe Maia (1932)
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