domingo, 25 de febrero de 2024

"DI BALADNA / NUESTRA TIERRA". Un poema de la poeta sudanesa-estadounidense Emtithal “Emi” Mahmoud

Emtithal Mahmoud, poeta galardonada a nivel mundial, recita un poema nuevo en la COP26 para enfatizar que la crisis climática es una crisis humana, en especial para las personas refugiadas y desplazadas.

Mahmoud escribió el poema después de hablar con personas refugiadas de Bangladesh, Camerún y Jordania que sufren estragos directos a causa del cambio climático.


Si estás leyendo esto, te perdono.
Te alejaste de mi corazón, mi bebé.
Se perdió el amor que nos teníamos
en tus primeros años.

Cuando eras pequeña, te maravillaban
las plantas y los bichos que por mi pecho corrían.
Idolatrabas el agua, en mis ríos nadabas.
Bebías el agua de lluvia y, al caer la nieve, reías.
Suplicabas que saliera el sol en los días nublados.

No dudabas en meter tus dedos en el lodo
ni en jugar con piedritas, gotitas y gusanos.
Construiste un refugio para quienes caprichosamente vagaban.
Llenaste los estantes de las cocinas
con jarrones de bichos y mariposas.

Bebías de la brisa de mis árboles.
Tomabas sorbos de miel, savia y resina con alegría y calma.
Viniste a mí, recostaste tu cabeza en mi dulce seno;
tu cuerpo, exhausto, en mis bolsillos.
Me amabas.

Cuidaste de mí incluso antes de saber
qué significaba cuidar.
Te ocupaste de mí incluso antes de saber
qué significa ocuparse de alguien.
Labrabas, sembrabas, cultivabas,
mi pequeña jardinera.
Me conocías.

Últimamente, me lastimas.
Cortas y rompes.
Me aniquilas.
pero te perdono

porque soy parte de ti,
como lo fui de tus hermanas y hermanos antes de ti
y de quienes se han acercado a mí, así que te perdono.
Te perdono por haber cosechado
sin la menor intención de sembrar nuevamente.
Te perdono por tu avaricia, tu gula y tus desechos.

Cuando eras pequeña,
me preguntabas por qué lo hacían,
por qué hermanos y hermanas manchaban la tierra
con la sangre de tu pueblo,
por qué sacudían las ramas de tu árbol genealógico,
por qué te hacían perder la esperanza y la certeza.
Todo ocurría al mismo tiempo. Me buscabas.
Te cobijabas en la sombra de las magnolias y de las palmas.
Me rogabas que te explicara todo aquello.

En aquel momento, solo pude prometer
que me encontrarías sin importar dónde estuvieras.
Pero, ahora, no me queda mucho por prometer.
Han perforado mis costados. Mis rubíes, el oro
y los diamantes han sido robados.
Las ilusiones yacen en mis muslos.

Hago lo que puedo por sanar, pero estoy exhausta.
El dolor no desaparece con facilidad.
Mis aguas corren, pero no llega la calma.
Los más pequeños se sofocan con el aire en mis pulmones.
Toso, vomito, me hundo.
Estoy llena de moratones. No logro sanar,
y mis hijas e hijos mueren en mis manos.

Aquí, en los abandonados valles de tu juventud,
las visitas no llegan por gusto, sino por necesidad.
Me siento completa nuevamente.
Izdahara y Abdulghani hunden sus manos en el lodo.
Los retoños se aferran, y me siento completa nuevamente.

Hatem construye monumentos a mis cielos,
captura los rayos del sol, canaliza la fuerza del relámpago. 
Me siento completa nuevamente.

Luka y Layatu llenan sus hogares con mis frutos.
Sus hijas e hijos comen y crecen, tienen salud.
Me siento completa nuevamente.
Osman protesta.
“La solución no depende solo de mí”, señala.
Te necesito

para construir y reconstruir, para concebir
para que la vida nazca de la implacable tierra
para que el oasis surja de las cenizas
para crear un refugio con las heridas
y con el golpe de los rayos

Permíteme ser mucho más que un lugar de descanso.
Permíteme ser mucho más que tu hogar.
Mi bebé, si estás leyendo esto, te perdono.

— Tu madre
Si estas tierras pudieran hablar, ¿nos darían las gracias, nos aplaudirían, 
nos dejarían en ridículo o nos rogarían? ¿Temblarían por el dolor y por la furia?
Solía hacerme estas preguntas todo el tiempo.

Cuando tenía once años, mis ojos vieron caer la casa de mi vecina.
Las inundaciones se llevaron la tierra y el barro que muchas personas utilizaban 
para construir sus hogares.
Vi cómo caminaba por el agua que se había apoderado de su casa, hacía lo posible 
por salvar lo poco que quedaba.
Nuestro país estaba sumido en el caos, y la tierra empezaba a deshacerse también 
de nosotros.

¿Acaso no quisieras evitar
que el siguiente tornado destruya tu casa,
que tu ciudad desaparezca con el siguiente huracán,
que tu pueblo padezca hambre por la sequía,
que un rayo acabe con tu vida?

Las langostas en el Cuerno de África,
las inundaciones en Sudán del Sur,
las heladas en Chicago,
los incendios en California y en Australia.
La incesante amenaza de lluvia
o la interminable espera de su llegada.

Estamos al borde de un posible cambio,
un punto de quiebra que nos definirá.

Hielo o fuego. ¿Cómo acabará el mundo?
No lo sé. Tampoco quiero averiguarlo
ni en esta generación ni en la siguiente.

Para acceder al vídeo en que la poeta recita su poema PULSA AQUÍ

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