sábado, 10 de febrero de 2024

"¿SON LOS LIBROS CADA VEZ MÁS CORTOS?". Un artículo de Pablo Cerezal (5 FEB 2024)

Parece una pregunta retórica cuando vemos cómo, cada día, las estanterías de las librerías acumulan un mayor número de volúmenes con menor número de páginas. ¿Cuáles pueden ser las causas de este «adelgazamiento literario»?

«Tiempo de lectura: 2 minutos», advierten numerosos medios digitales bajo los titulares de los artículos que publican. Obviamente, son conscientes de la aceleración de los tiempos y la poca disponibilidad de la mayoría de personas para emplear 2 minutos de su vida en depende qué cuestiones.

Afortunadamente, los libros aún no contienen advertencias, en su cubierta, del tiempo que se necesita emplear en su lectura. Pero algo debe estar ocurriendo, posiblemente relacionado con el tiempo, cuando según un informe de la organización norteamericana sin ánimo de lucro Wordsrated, las editoriales están produciendo libros cada vez más cortos. Dicho informe asegura que, en la última década, los bestsellers han disminuido su cantidad de páginas en más de un 11% y los libros de más de 400 páginas tienden a desaparecer.

Allá por 1647, Baltasar Gracián dejó escrito, en su volumen de aforismos Oráculo manual y arte de prudencia, que «Lo bueno si breve, dos veces bueno. Y lo malo, si poco, no tan malo». La primera frase se popularizó de tal manera que ha llegado hasta nuestros días, en que se sigue utilizando para múltiples cuestiones. ¿Será este el motivo por el que cada vez los libros tienen menos páginas?

Difícilmente podríamos asegurar que el adelgazamiento de los libros se produce en base a una mayor calidad de los textos que contienen. Porque la calidad literaria nada tiene que ver con el número de páginas. Así, podemos pasar de la media de 600 páginas que contienen cada uno de los 7 volúmenes de En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust a las poco más de 100 páginas de La metamorfosis de Kafka, por poner sólo un ejemplo de obras maestras de la literatura de dispar longitud.

En España, el informe Panorámica de la edición española de libros 2019, realizado con datos de la Agencia del ISBN, revela que la media de páginas de los libros es de 250, llegando casi al 50% de los libros publicados aquellos con menos de 200 páginas. Y la tendencia parece no detenerse.

Si nos fijamos en la caída de los beneficios editoriales desde la pandemia por covid-19 debida a la subida del precio del papel y otros suministros de dicha industria, podremos comprender que la publicación de libros más cortos pueda equilibrar la balanza. Antes, una persona podía invertir tres meses de su vida en leer uno de los volúmenes de Proust habiéndolo adquirido por menos de 20 euros. Ahora, en el mismo tiempo podría leer tres libros como la obra maestra de Kafka a razón unos 15 euros cada uno. El beneficio para la editorial estaría asegurado.

Si acudimos, sin embargo, a quien está al otro lado de la comercialización editorial, es decir, al lector, podremos comprender que sus hábitos han cambiado. Uno de los motivos es la excesiva exposición a lo tecnológico que, además, se esfuerza a diario para renovarse a mayor velocidad, dejando apenas tiempo para asimilar los cambios. Vivimos tiempos de inmediatez y el imperio de lo digital propicia un consumo rápido y compulsivo que merma la capacidad de atención y concentración de las personas. Si los telespectadores se decantan por consumir series en vez de películas, es que les resulta más fácil encontrar breves períodos de tiempo para esas pequeñas píldoras audiovisuales, que algo más de un par de horas para acudir al cine a ver una película. Con la lectura podría estar ocurriendo lo mismo.

Y sí, utilizamos el término consumir porque vivimos inmersos en la sociedad del consumo rápido y urgente. Algo en las antípodas de lo que significaba, no hace tanto, dedicar toda una tarde a la lectura. Así, los grandes volúmenes literarios se degustaban con la calma precisa. En la actualidad, un libro corto se puede leer durante varios trayectos en autobús, al igual que durante esos mismos trayectos muchas personas consumen capítulos de su serie favorita.

¿Y los autores? ¿Se plantean la longitud de sus obras cuando acometen la escritura? Imaginamos que no todo aquel que escribe tiene en cuenta esta tendencia a la baja en el número de páginas. Pero no son pocos los editores y personalidades culturales que denuncian el creciente deseo de publicar o «ser escritor», antes que de, verdaderamente, escribir. La mayoría de textos inéditos que reciben las editoriales son cada vez más breves. En los numerosos certámenes literarios observamos la misma tendencia. Entre las bases de la gran mayoría de estos se fija un límite de páginas que dejará fuera de competición, sin duda, muchas obras que posiblemente tengan una gran envergadura, no solo de volumen sino de calidad literaria. Esto propicia que más de una persona de las que sueña con publicar finalice textos carentes de valía con la única intención de presentarlos a dichos certámenes.

Es difícil vaticinar si en un futuro no muy lejano las cubiertas de los libros incluirán advertencias similares a las de «Tiempo de lectura: 2 minutos» que ya copan las publicaciones digitales. Confiemos en que, si esto ocurre, tengamos la certeza de que el contenido sigue a rajatabla la máxima de Baltasar Gracián.

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