Podría estar más sola
sin mi soledad─
tan habituada estoy a mi destino –
tal vez la otra ─paz─
podría interrumpir la oscuridad─
y llenar el pequeño cuarto –
demasiado exiguo ─en su medida- para contener
el sacramento ─de él─
no estoy habituada a la esperanza─
podría entrometerse en ─
su dulce ostentación ─violar el lugar─
ordenado para el sufrimiento ─
sería más fácil
fallecer ─con la tierra a la vista─
que conquistar ─mi azul península─
perecer ─de deleite─
-"No es posible crecer en la intolerancia. El educador coherentemente progresista sabe que estar demasiado seguro de sus certezas puede conducirlo a considerar que fuera de ellas no hay salvación. El intolerante es autoritario y mesiánico. Por eso mismo en nada ayuda al desarrollo de la democracia." (Paulo Freire). - "Las razones no se transmiten, se engendran, por cooperación, en el diálogo." (Antonio Machado). - “La ética no se dice, la ética se muestra”. (Wittgenstein)
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lunes, 29 de septiembre de 2025
domingo, 28 de septiembre de 2025
"LAS BIBLIOTECARIAS QUE ARRIESGAN HASTA LA VIDA CONTRA LA OFENSIVA CENSORA EN EEUU". María Ramírez, elDiario.es 27/09/2025
El documental ‘The Librarians’ retrata a las mujeres que resisten ante la cruzada de legisladores y activistas conservadores en bibliotecas escolares que empezó en Texas, Florida y Luisiana y se ha extendido por todo el país
Trailer del documental the librarians
Una mujer habla a contraluz delante de una ventana. Sólo se ve su silueta oscurecida y a ratos destellos de sus gafas. Un subtítulo la identifica como “bibliotecaria anónima” de Texas que ha sufrido acoso por cuestionar la eliminación de libros respaldada por el gobernador de su estado.
“Nunca se nos ocurrió que nos atacarían, nunca pensé que estaríamos en la primera línea… Somos guardianes del espacio, de los recursos, de la gente. Ahora nos han puesto en el frente y tenemos que contar nuestra historia”, dice la bibliotecaria de Texas en el arranque del documental The Librarians, que se ha estrenado este viernes en los cines del Reino Unido y llega la semana próxima a las pantallas en Estados Unidos.
El miedo no es infundado. Las heroínas de este documental, que salen en su mayoría a cara descubierta, cuentan sus despidos, los emails intimidatorios y las amenazas físicas, incluso de hombres con pistola que hablan abiertamente de matar a las bibliotecarias o los concejales que las apoyen. Un congreso de bibliotecarios en Estados Unidos es ahora un evento con medidas de seguridad reforzadas. “Si me hubieras dicho hace unos años que un congreso de bibliotecarios iba a necesitar esto, habría dicho que estás loca”, dice una bibliotecaria a la cámara.
Amanda Jones, bibliotecaria de un instituto en una pequeña ciudad de Luisiana, se ha esforzado en dejar claro en público que siempre lleva varias pistolas para protegerse. Cuando llega a un lugar, está acostumbrada a mirar dónde está la puerta de emergencia o cómo puede huir en caso de tiroteo. Jones es una de las que no se ha rendido pese a las amenazas. Desde que en 2022 habló en una reunión pública contra la eliminación de libros con referencias a la comunidad LGTBI o el racismo, la persecución ha sido constante.
Julie Miller se encontró su nombre escrito en todos los documentos de un hombre al que define como “agitador a sueldo” que la ha denunciado y dice ser parte del grupo Moms for Liberty, una red de mujeres conservadoras financiada por donaciones millonarias que se ha dedicado a promocionar a candidatos a los consejos escolares y hacer listas de libros supuestamente pornográficos, desde un cuento de una pareja de pingüinos machos hasta Maus, el libro sobre el Holocausto de Art Spiegelman (la excusa en este caso son las viñetas de ratones “desnudos” cuando en la mayoría llevan ropa). CONTINUAR LEYENDO
sábado, 27 de septiembre de 2025
"CONTINUIDAD EN LOS PARQUES". Un cuento fantástico de Julio Cortázar.
Cortázar habla de una modalidad extrema de lo fantástico “ahí donde los límites entre lo real y lo fantástico cesan de valer y las dos cosas se interfusionan” [16]. El ejemplo que él mismo da es su cuento “Continuidad de los parques”. (Marcela Carranza)
Continuidad de Los Parques
Julio Cortázar
Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías, volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito, de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restañaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer.
Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.
FIN
jueves, 25 de septiembre de 2025
"EL CUERVO". Un poema/relato de Edgar Allan Poe
I
En una noche pavorosa, inquieto
releía un vetusto mamotreto
cuando creí escuchar
un extraño ruido, de repente
como si alguien tocase suavemente
a mi puerta: «Visita impertinente
es, dije y nada más » .
II
¡Ah! me acuerdo muy bien; era en invierno
e impaciente medía el tiempo eterno
cansado de buscar
en los libros la calma bienhechora
al dolor de mi muerta Leonora
que habita con los ángeles ahora
¡para siempre jamás!
III
Sentí el sedeño y crujidor y elástico
rozar de las cortinas, un fantástico
terror, como jamás
sentido había y quise aquel ruido
explicando, mi espíritu oprimido
calmar por fin: «Un viajero perdido
es, dije y nada más ».
IV
Ya sintiendo más calma: «Caballero
exclamé, o dama, suplicaros quiero
os sirváis excusar
mas mi atención no estaba bien despierta
y fue vuestra llamada tan incierta…»
Abrí entonces de par en par la puerta:
tinieblas nada más.
V
Miro al espacio, exploro la tiniebla
y siento entonces que mi mente puebla
turba de ideas cual
ningún otro mortal las tuvo antes
y escucho con oídos anhelantes
«Leonora » unas voces susurrantes
murmurar nada más.
VI
Vuelvo a mi estancia con pavor secreto
y a escuchar torno pálido e inquieto
más fuerte golpear;
«algo, me digo, toca en mi ventana,
comprender quiero la señal arcana
y calmar esta angustia sobrehumana »:
¡el viento y nada más!
VII
Y la ventana abrí: revolcando
vi entonces un cuervo venerando
como ave de otra edad;
sin mayor ceremonia entró en mis salas
con gesto señorial y negras alas
y sobre un busto, en el dintel, de Palas
posóse y nada más.
VIII
Miro al pájaro negro, sonriente
ante su grave y serio continente
y le comienzo a hablar,
no sin un dejo de intención irónica:
«Oh cuervo, oh venerable ave anacrónica,
¿cuál es tu nombre en la región plutónica? »
Dijo el cuervo: «Jamás ».
IX
En este caso al par grotesco y raro
maravilléme al escuchar tan claro
tal nombre pronunciar
y debo confesar que sentí susto
pues ante nadie, creo, tuvo el gusto
de un cuervo ver, posado sobre un busto
con tal nombre: «Jamás ».
X
Cual si hubiese vertido en ese acento
el alma, calló el ave y ni un momento
las plumas movió ya,
«otros de mí han huido y se me alcanza
que él partirá mañana sin tardanza
como me ha abandonado la esperanza »;
dijo el cuervo: «¡Jamás! »
XI
Una respuesta al escuchar tan neta
me dije, no sin inquietud secreta,
«Es esto nada más.
Cuanto aprendió de un amo infortunado,
a quien tenaz ha perseguido el hado
y por solo estribillo ha conservado
¡ese jamás, jamás! »
XII
Rodé mi asiento hasta quedar enfrente
de la puerta, del busto y del vidente
cuervo y entonces ya
reclinado en la blanda sedería
en ensueños fantásticos me hundía,
pensando siempre que decir querría
aquel jamás, jamás.
XIII
Largo tiempo quedéme así en reposo
aquel extraño pájaro ominoso
mirando sin cesar,
ocupaba el diván de terciopelo
do juntos nos sentamos y en mi duelo
pensaba que Ella, nunca en este suelo
lo ocuparía más.
XIV
Entonces parecióme el aire denso
con el aroma de quemado incienso
de un invisible altar;
y escucho voces repetir fervientes:
«Olvida a Leonor, bebe el nepenthes
bebe el olvido en sus letales fuentes »;
dijo el cuervo: «¡Jamás! »
XV
«Profeta, dije, augur de otras edades
que arrojaron las negras tempestades
aquí para mi mal,
huésped de esta morada de tristura,
dí, fosco engendro de la noche oscura,
si un bálsamo habrá al fin a mi amargura »:
dijo el cuervo: «¡Jamás! »
XVI
«Profeta, dije, o diablo, infausto cuervo
por Dios, por mí, por mi dolor acerbo,
por tu poder fatal
dime si alguna vez a Leonora
volveré a ver en la eternal aurora
donde feliz con los querubes mora »;
dijo el cuervo: «¡Jamás! »
XVII
«Sea tal palabra la postrera
retorna a la plutónica rivera,»
grité: «¡No vuelvas más,
no dejes ni una huella, ni una pluma
y mi espíritu envuelto en densa bruma
libra por fin el peso que le abruma! »
dijo el cuervo: «¡Jamás! »
XVIII
Y el cuervo inmóvil, fúnebre y adusto
sigue siempre de Palas sobre el busto
y bajo mi fanal,
proyecta mancha lúgubre en la alfombra
y su mirada de demonio asombra…
¡Ay! ¿Mi alma enlutada de su sombra
se librará? ¡Jamás!
miércoles, 24 de septiembre de 2025
"La formación de lectores literarios y críticos como desafío institucional. Etnografía escolar en contextos vulnerables". Un artículo de Óscar Araya-Maldonado y Cristina Del-Moral-Barrigüete (Universidad de Granada) publicado en "Ocnos: revista de estudios sobre lectura", Vol. 24, Nº. 2, 2025
Este artículo estudia las prácticas de lectura literaria que se sostienen en escuelas con estudiantado en riesgo de vulnerabilidad, desde una mirada que va de lo general a lo particular, profundizando en las acciones a nivel institucional y el quehacer cotidiano de maestros. Su objetivo es identificar las principalesestrategias desplegadas para la formación de lectores literarios. Por medio de una investigación etnográficacon enfoque de estudio de caso, se visitaron durante nueve meses distintas escuelas de la zona norte de Granada, Andalucía, en las que se trabajó con ocho maestros de Educación Primaria. Las técnicas de recogida de información empleadas fueron el análisis documental, la observación participante y la entrevista semiestructurada. Los resultados muestran que los esfuerzos institucionales y las estrategias de mediación se focalizan mayoritariamente en el desarrollo del hábito lector. Con esto, se constatan escasas ayudas y espacios para el desarrollo de la competencia interpretativa. Además, se evidencian limitadas acciones por parte de las bibliotecas escolares para la formación de lectores y lectoras. Se concluye la necesidad de fortalecer planes de lectura de los centros educativos que definan propósitos y accionesconcretas para avanzar en la consolidación de la educación literaria.
lunes, 22 de septiembre de 2025
"BESASTE A LILLY"!. Un cuento de Charles Bukowski
Era un miércoles por la noche. La televisión no estuvo interesante. Theodore tenía cincuenta y seis años. Su mujer, Margaret, cincuenta. Llevaban veinte años casados y no tenían hijos. Ted apagó la luz. Se desperezaron en la oscuridad.
—Bueno —dijo Margie—, ¿es que no me vas a dar el beso de buenas noches?
Ted suspiró y se volvió hacia ella. Le dio un beso rápido.
¿Llamas a eso un beso?
Ted no contestó.
—Aquella mujer del programa era igual que Lilly, ¿verdad?
—No sé.
—Sí sabes.
—Escucha, no empieces nada. Así no ocurrirá nada.
—Lo que pasa es que no quieres analizar las cosas. Solo quieres cerrarte como una lapa. Sé sincero. Aquella mujer del programa se parecía a Lilly, ¿verdad?
—Está bien. Tenía un cierto parecido.
—¿Te hizo pensar en Lilly?
—Dios santo…
—¡No seas evasivo! ¿Te hizo pensar en ella?
—Por un momento, sí…
—¿Y te sentías a gusto?
—No. Escucha, Margie, eso pasó hace cinco años.
—¿Acaso el tiempo hace que lo que pasó no pasase?
—Te dije que lo lamentaba.
—¡Que lo lamentabas! ¿Sabes lo que pasé yo? ¿Te imaginas que hubiese hecho yo lo mismo con un hombre? ¿Qué habrías sentido?
—No sé. Hazlo y lo sabré.
—¡Muy gracioso! ¿Es que quieres reírte de mí?
—Marge, hemos discutido este asunto cuatrocientas o quinientas noches.
—¿Cuando hacías el amor con Lilly, la besabas como me besaste ahora a mí?
—No, claro que no…
—¿Cómo, entonces? ¿Cómo?
—¡Por Dios! Basta ya.
—¿Cómo?
—Bueno, distinto.
—¿Distinto en qué sentido?
—Bueno, había una novedad. Me excitaba…
Marge se sentó en la cama y gritó. Luego dejó de hacerlo.
—Y cuando me besas a mí no te excitas, ¿verdad?
—Es que estamos habituados el uno al otro.
—Pero eso es el amor; vivir y hacerse mayores juntos.
—Bien.
—¿«Bien»? ¿Qué quieres decir con bien?
—Quiero decir que tienes razón.
—Lo dices, pero se ve que no lo crees. Lo único que quieres es no hablar. Has vivido conmigo todos estos años. ¿Sabes por qué?
—No estoy seguro. La gente se habitúa, se acostumbra a las cosas, es como el trabajo. La gente se acomoda. Es lo que pasa.
—¿Quieres decir que estar conmigo es como un trabajo? ¿Es como un trabajo ahora?
—Bueno, en el trabajo hay que registrarse.
—¡Ya vuelves a empezar! ¡Esto es una discusión seria!
—Está bien.
—¿«Está bien»? Eres un asqueroso imbécil. ¡Animal! ¡Te estás quedando dormido!
—Margy, ¿qué quieres que haga? ¡Eso pasó hace años!
—¡Está bien, te diré lo que quiero que hagas! ¡Quiero que me beses a mí como besabas a Lilly! ¡Quiero que me lo metas como a Lilly!
—No puedo hacerlo…
—¿Por qué? Porque no te excito como Lilly, ¿verdad? ¿Porque no soy una novedad?
—Apenas recuerdo a Lilly.
—La recuerdas perfectamente. Está bien. ¡No tienes que metérmelo! ¡Solo bésame como a Lilly!
—Oh, por Dios, Margy, ¡déjalo ya, por favor, te lo suplico!
—¡Quiero saber por qué hemos vivido juntos todos estos años! ¿He desperdiciado mi vida?
—Todos la desperdician, casi todo el mundo.
—¿Desperdician sus vidas?
—Creo que sí.
—¡Si pudieses simplemente imaginar cuánto te odio!
—¿Quieres el divorcio?
—¿Que si quiero el divorcio? ¡Oh, Dios mío, qué tranquilo eres! ¡Destrozas mi maldita vida y luego me preguntas si quiero el divorcio! ¡Tengo cincuenta años! ¡Te he dado mi vida! ¿Adonde voy a ir?
—¡Puedes irte al infierno! Estoy harto de oírte. Harto de tus quejas.
—¡Imagínate que hubiera hecho yo lo mismo con un hombre!
—Ojalá lo hubieras hecho. ¡Ojalá!
Theodore cerró los ojos… Margaret gimoteó. En la calle ladró un perro. Alguien intentaba poner un auto en marcha. No arrancaba. Treinta grados de temperatura en un pueblecito de Illinois. James Carter era el presidente de los Estados Unidos.
Theodore empezó a roncar. Margaret fue hasta el armario y sacó el revólver del cajón del fondo. Un revólver .22. Estaba cargado. Volvió a la cama junto a su marido. Lo empujó.
—Ted, querido, estás roncando…
Lo empujó otra vez.
—¿Qué pasa…? —preguntó Ted.
Ella quitó el seguro al revólver, apoyó el cañón en el pecho de él y apretó el gatillo. La cama se balanceó y Margaret disparó de nuevo. De la boca de Theodore surgió un sonido muy parecido a un pedo. No parecía dolerle. La luna brillaba en la ventana. Margaret se fijó en que el agujero era pequeño y apenas manaba sangre. Colocó el arma al otro lado del pecho de Theodore. Volvió a apretar el gatillo. Esta vez no hubo sonido alguno. Pero él seguía respirando. Lo observó. Manaba sangre. La sangre hedía espantosamente.
Ahora que estaba muriéndose, casi lo amaba. Pero Lilly, cuando pensaba en Lilly… la boca de Ted en la suya, y todo lo demás, entonces deseaba disparar otra vez… Ted estaba muy guapo con suéteres de cuello alto, le sentaban muy bien, le quedaba muy bien el verde, y cuando se tiraba un pedo en la cama, primero siempre se daba la vuelta… Nunca los tiraba contra ella. Rara vez faltaba al trabajo. No podría ir al día siguiente… Margaret estuvo un rato llorando y luego se quedó dormida.
*
Al despertar, Theodore tuvo la sensación de que tenía cañas largas y agudas clavadas a los lados del pecho. No sentía dolor. Se llevó las manos al pecho, las alzó luego a la luz de la luna. Estaban manchadas de sangre. Se desconcertó. Miró a Margaret. Estaba dormida y tenía en la mano el revólver que él le había enseñado a manejar para su defensa.
Se incorporó y la sangre empezó a salir más de prisa de ambos agujeros del pecho. Margaret le había disparado mientras dormía. Por tirarse a Lilly. Ni siquiera había sido capaz de venirse con Lilly.
Pensó: «Estoy casi muerto, pero si pudiese huir de ella, tendría una oportunidad.» Estiró con cuidado el brazo y liberó el revólver de entre los dedos de Margaret. Aún tenía quitado el seguro. No quiero matarte, pensó, solo quiero largarme. Creo que llevo por lo menos quince años deseando hacerlo.
Consiguió levantarse de la cama. Cogió el revólver y apuntó al muslo de Margaret. Al derecho. Disparó.
Margaret gritó y él le tapó la boca con la mano. Esperó unos segundos y luego apartó la mano.
—¿Qué haces, Theodore?
Volvió a apuntar, al muslo izquierdo ahora. Disparó. Apagó su nuevo grito volviendo a taparle la boca. Aguantó unos segundos, luego retiró la mano.
—Besaste a Lilly —dijo Margaret.
Quedaban dos balas en el tambor del revólver. Ted se irguió y se miró los agujeros del pecho. El del lado derecho ya no sangraba. Del izquierdo salía, a intervalos regulares, un hilillo fino como una aguja.
—¡Te mataré! —dijo Margy desde la cama.
—Quieres matarme realmente, ¿verdad?
—¡Sí, sí! ¡Y lo haré!
Ted empezó a sentirse mal, mareado. ¿Dónde estaban los policías? Tenían que haber oído todos los disparos. ¿Dónde estaban? ¿Es que nadie había oído los disparos?
Miró hacia la ventana. Disparó contra los cristales. Se sentía cada vez más débil. Cayó de rodillas. Se arrastró de rodillas hasta la otra ventana. Disparó otra vez. La bala hizo un agujero redondo en el cristal, pero el cristal no se rompió. Pasó delante de él una sombra negra. Luego, desapareció. Theodore pensó: «¡Tengo que tirar fuera este revólver!» Reunió sus últimas fuerzas. Lanzó el revólver contra el cristal. El cristal se rompió, pero el revólver volvió a caer dentro de la habitación.
*
Cuando recobró el conocimiento, su mujer estaba de pie ante él. Se sostenía sobre ambas piernas, las piernas contra las que él había disparado. Cargaba otra vez el revólver.
—Voy a matarte —dijo.
—¡Margy, por amor de Dios! ¡Escucha! ¡Te quiero!
—¡Arrástrate, perro mentiroso!
—Margy, por favor…
Theodore empezó a arrastrarse hacia la otra habitación.
Ella lo seguía.
—Así que te excitaba besar a Lilly…
—¡No, no! ¡No me gustaba! ¡Me repugnaba!
—¡Te voy a arrancar de la boca esos labios malditos!
—¡Margy! ¡Dios mío!
Le puso el cañón del revólver en la boca.
—¡Toma un beso!
Disparó. La bala se llevó parte del labio inferior y parte de la mandíbula. Theodore no perdió el conocimiento. Vio uno de sus propios zapatos en el suelo. Aunó de nuevo todas sus fuerzas y lanzó el zapato contra otra ventana. El cristal se rompió y el zapato cayó a la calle.
Margaret alzó de nuevo el revólver y se apuntó al pecho. Apretó el gatillo…
*
Cuando la policía derribó la puerta, Margaret estaba de pie sujetando el revólver.
—¡Ya está bien, señora, suelte el revólver! —dijo uno de los policías.
Theodore aún intentaba huir, arrastrándose. Margaret le apuntó con el revólver, disparó, erró el tiro.
Luego, se desplomó en su camisón púrpura.
—¿Qué diablos ha pasado aquí? —preguntó uno de los policías, inclinándose sobre Theodore.
Theodore volvió la cabeza. Su boca era un coágulo rojo.
—Skirrr —dijo Theodore—. Skirr…
—Me fastidian estas peleas domésticas —dijo el otro policía—. ¡Qué asco…!
—Sí —dijo el primer policía.
—Precisamente esta mañana reñí con mi mujer. Uno nunca sabe.
—Skirr… —dijo Theodore.
Lilly estaba en casa viendo una vieja película de Marlon Brando en la televisión. Estaba sola.
Siempre había estado enamorada de Marlon. Se tiró un pedo suave. Se alzó la bata y empezó a masturbarse.
FIN
sábado, 20 de septiembre de 2025
"INVENTARIO DE LUGARES PROPICIOS AL AMOR". Un poema de Ángel González
Son pocos.La primavera está muy prestigiada, peroes mejor el verano.Y también esas grietas que el otoñoforma al interceder con los domingosen algunas ciudadesya de por sí amarillas como plátanos.El invierno elimina muchos sitios:quicios de puertas orientadas al norte,orillas de los ríos,bancos públicos.Los contrafuertes exterioresde las viejas iglesiasdejan a veces huecosutilizables aunque caiga nieve.Pero desengañémonos: las bajastemperaturas y los vientos húmedoslo dificultan todo.Las ordenanzas, además, proscribenla caricia (con exencionespara determinadas zonas epidérmicas-sin interés alguno-en niños, perros y otros animales)y el «no tocar, peligro de ignominia»puede leerse en miles de miradas.¿A dónde huir, entonces?Por todas partes ojos bizcos,córneas torturadas,implacables pupilas,retinas reticentes,vigilan, desconfían, amenazan.Queda quizá el recurso de andar solo,de vaciar el alma de ternuray llenarla de hastío e indiferencia,en este tiempo hostil, propicio al odio.
viernes, 19 de septiembre de 2025
"TRABAJAR CON ÁLBUMES ILUSTRADOS EN EDUCACIÓN INFANTIL Y EDUCAR EN VALORES". Un artículo de Raquel Gutiérrez García y Carmen Álvarez-Álvarez (Universidad de Cantabria) publicado en "Ocnos: revista de estudios sobre lectura", Vol. 24, Nº. 2, 2025
El álbum ilustrado es un género literario específico, formado por texto e imágenes de manera complementaria. El mismo puede constituir un medio válido para acercarse a la lectura en las primeras edades y educar en valores en Educación Infantil. El objetivo de este estudio es conocer los usos que hacende los álbumes ilustrados en su día a día los docentes y su potencial para la educación en valores. Para elaborar este artículo se han realizado entrevistas en profundidad a 22 docentes en ejercicio. Tras el análisisde los datos cualitativos recabados se observa que todos los entrevistados usan el álbum ilustrado y lo consideran un material fundamental en la etapa, exponiendo diferentes formas de utilizarlo (antes, durante y después de la lectura), actividades y dinámicas realizadas, títulos relevantes para educar en valores, posibilidades y dificultades. Las conclusiones refrendan y amplían los resultados de estudios previos en la materia, destacando muy variadas posibilidades de los álbumes en la etapa de Educación Infantil: el género agrada y satisface a docentes y alumnado, permite la educación emocional y en valores y genera dinámicasde aprendizaje variadas y relevantes.
jueves, 18 de septiembre de 2025
"LA NOCHE DEL FÉRETRO". Un cuento de Francisco Tario (México: 1911-1977)
Entró un señor enlutado, con los zapatos muy limpios y los ojos enrojecidos por el llanto. Se aproximó al empleado y dijo:
—Necesito un féretro.
Oí distintamente su voz ronca y amarga seguida por una tos irritante que, de estar yo dormido, me hubiera hecho despertar. Oí también, en aquel preciso momento, el timbre de la puerta en la casa contigua y el ladrido del perro, quien anunciaba así su alegría.
El empleado dijo:
—Pase usted.
Y pasó el hombre sigilosamente, con un poco de asco, mirando a diestra y siniestra, como una reina anciana que visita un hospital. Parecía un tanto avergonzado del espectáculo: de aquellos cajones grises, blancos o negros que tanto asustan a los hombres, y de aquella luz amarilla y sucia que daba al local cierto aspecto de taberna.
Mi compañero de abajo se enderezó cuanto pudo para explicarme:
—El cliente es rico, conque tú serás el elegido.
La noche era fría, lluviosa, y soplaba un viento de nieve. No me apetecía, pues, moverme de aquel escondrijo tan tibio, cubiertos mis largos miembros con una suave capita de polvo, y mucho menos aventurarme —Dios sabe con qué rumbo— por esas calles tan húmedas y resbaladizas.
El enlutado seguía tosiendo y examinando uno a uno los féretros. Nos miraba curiosamente, sin aproximarse demasiado, cual si temiera que uno de nosotros, en un momento dado, pudiera abrir la boca y tragarlo. En voz baja, respetando fingidamente el dolor del cliente, iba el empleado elogiando su mercancía, haciendo notar entre otras cosas su sobriedad, duración y comodidad.
De súbito, advertí sobre mi espina un cosquilleo bien conocido: el empleado me quitaba el polvo ceremoniosamente con un cepillo de gruesas cerdas que me produjo risa. Procuré estrecharme contra el muro, observando de soslayo al enlutado. Vi sus ojos tristes, abultados —verdaderos ojos de rana— que repasaban mi cuerpo de arriba abajo. Escuché de nuevo su voz cavernosa:
—El finado es robusto, ¿sabe?
Fue entonces cuando pensé:
"Me llevará sin duda".
En efecto, prorrumpió:
—Creo que me convenga éste.
Ajustaron el precio —en mi concepto, irrisorio— y me trasladaron a un automóvil demasiado fúnebre, con las llantas blancas. La lluvia seguía cayendo en aisladas gotas frías. El cierzo me penetraba a través de los poros, helándome la sangre. Una sombra humana, en el interior del vehículo, sollozaba ahogadamente, llevándose con frecuencia el pañuelo a la boca. Otra, más rígida y grave, con el cuello del capote subido, hacía girar extrañamente el volante... CONTINUAR LEYENDO
miércoles, 17 de septiembre de 2025
"LA ETERNIDAD PREMEDITADA". Un poema del poeta brasileño Lêdo Ivo
Esto será la eternidad:
un perenne subir escaleras.
Y siempre estarás al principio de la escalera
aunque todos los días sean peldaños.
Dios ¿por qué hiciste la eternidad?
¿Por qué nos obligas a subir tantas escaleras?
martes, 16 de septiembre de 2025
"ANTIGUOS BECARIOS". Antonio Muñoz Molina, El País 13 SEPT 2025
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FRAN PULIDO |
Muchos profesores, ingenieros o científicos decisivos en el progreso de España en el último medio siglo han llegado a serlo gracias a las ayudas públicas. Pero hoy peligra el ascensor social
Bastaba una beca para cambiarnos la vida. Hasta muy poco antes, nuestro destino habría más o menos idéntico al de nuestros padres, niños de la guerra que habían abandonado la escuela antes de los 10 años: una escuela, a veces, de las que en mi tierra llamaban “de perra gorda”, porque estaban situadas en portales o camarachones de casas particulares, las de los maestros o maestras sin titulación pero con una buena voluntad de enseñar que podía ser compatible con la palmeta y los castigos en un trastero a oscuras. En la primera escuela a la que yo asistí, y en la que aprendí a leer, a escribir y hacer cuentas, no había pupitres, y las sillas bajas infantiles las había llevado cada uno de su casa. Escribíamos con pizarrín en una pizarra que apoyábamos sobre las rodillas. La maestra fumigaba los asientos para eliminar las pulgas y chinches que se alojaban fácilmente en el trenzado de anea. Para la mayoría de los que llenábamos aquellas aulas de una mezcla de olor a tiza y a sudor infantil, la escuela acabaría al cabo de cinco o seis años como máximo, antes aun en el caso de las niñas. Al cumplir 11 o 12, los varones se iban a ayudar a sus padres en el campo, o a ganar un jornal pobre y necesario como aprendices en talleres o tiendas.
La infancia se acababa muy pronto, y la adolescencia no existía. Casi nadie podía permitírsela. Los chicos se ponían pantalón largo, y en vez del flequillo recto escolar se peinaban con raya, y el mechón hacia atrás les descubría la frente, como a adultos precoces. Algunos empezaban a fumar. Ahora tenían algo de dinero, para frecuentar billares y futbolines, y para comprar cigarros sueltos. Los domingos por la tarde, salían a la calle con zapatos de personas mayores bien lustrados y hacían sonar con algo de jactancia las monedas que llevaban en el bolsillo, y los llaveros innecesarios que se colgaban de la hebilla del cinturón. La vida estaba encaminada de antemano: progresarían de aprendices a oficiales, algunos de los que trabajaban en el campo encontrarían empleos más seguros en alguna pequeña industria, muchos de ellos emigrarían con sus padres a Cataluña, o a Alemania, donde su falta de formación los limitaría siempre a tareas secundarias, aunque mucho mejor pagadas de las que habrían hecho en su tierra. Se echarían novia al cabo de no muchos años, irían al ejército, del que volverían para casarse, establecerse algo mejor, tener hijos. El porvenir de las que fueron niñas y no llegaron a terminar ni la escuela primaria sería aún más estrecho, aunque ellas pugnaran interiormente para no quedarse atrapadas.
Unos pocos, en esa generación, fuimos más afortunados. Algún profesor alentó a nuestros padres para que no nos sacaran tan pronto de la escuela, les informó de que había becas, y de que si sacábamos buenas notas podríamos obtenerlas, y así seguir estudiando sin ser una carga para la familia: el Bachillerato, primero, que entonces empezaba a los 11 años, y quizás tal vez la universidad. En nuestra ciudad se había abierto un instituto público, así que no tendríamos que irnos lejos, a una pensión o un internado. Ahora salíamos por las tardes del instituto y nos encontrábamos con los antiguos amigos de la calle y la escuela, algunos con monos azules de trabajo, con la ropa empolvada de los peones de albañil. Con un sentimiento de deslealtad nos estábamos alejando de ellos.
Y nos alejamos más todavía cuando por fin nos fuimos a la universidad, poniendo tierra por medio, tierra y formas de hablar y de vivir, y de estar en el mundo. Nuestros padres no habían terminado la escuela: nosotros íbamos a tener lo que hasta entonces solo había estado al alcance de los privilegiados, una carrera universitaria. Las becas eran casi siempre escasas, y uno, solo por primera vez en una capital, tenía que ser frugal en su cuarto de pensión, y recurrir de vez en cuando a los paquetes salvadores de embutidos y conservas que nos mandaban nuestras madres. En el alma del becario la necesidad de ser frugal se combinaba con la de estudiar mucho para no bajar la nota, y si tenía inquietudes antifranquistas, con el miedo a ser detenido y a sufrir represalias políticas que podrían costarle la beca, y por lo tanto el frágil porvenir, sobre el que otros socialmente mejor situados no sufrían la menor incertidumbre. Éramos, a la fuerza, estudiosos y apocados, y bastante inseguros. Un mal paso, un golpe de mala suerte, podía devolvernos a las vidas y a los lugares que apenas estábamos dejando atrás.
Fuimos unos pocos, en los años finales de la dictadura y en la Transición: con la democracia, con los primeros gobiernos progresistas, ya vinieron muchos más, y muchas más, sobre todo. El otro día, en una entrevista del periódico, hablaba de nosotros alguien que por su edad también pertenece a aquella oleada, Eva Alcón, presidenta de los rectores de las universidades españolas: “¿Cuánta gente conocemos que fue la primera generación de universitarios de su familia, y gracias a poder ir a una universidad con precios públicos pudo transformarse en médicos, abogados, periodistas?”.
Nos reconocemos sin dificultad, los unos a los otros, hombres y mujeres. Solo gracias a un sistema público de enseñanza y apoyo social tuvimos la oportunidad de desarrollar con suficiente plenitud nuestras mejores facultades, y quizás por eso hay en muchos de nosotros un sentido poderoso del valor de la educación como conquista democrática y de la justicia social. La superstición americana del éxito personal con su grosera división entre ganadores y perdedores —ya hay hasta quien deleita en decir losers— es un contagio reciente al que la mayor parte de nosotros nos sentimos inmunes. Nuestros posibles méritos no habrían cuajado sin un entorno favorable, y sin la ayuda de quienes nos alentaron cuando más falta nos hacía. Y el logro de cada uno es más pleno en la medida en que contribuye al bien común: cuántos profesores, ingenieros, científicos, han llegado a serlo gracias a las becas, y han sido decisivos en el progreso del país en el último medio siglo.
Ahora predominan las cabezas canosas y las jubilaciones inquietas y muy atareadas, y también una cierta melancolía política, que no tiene solo que ver con la edad, ni con los variados espantos que nos trae a todos cada día, sino con el retroceso de aquel empuje igualitario que cambió al mismo tiempo nuestro país y nuestras vidas personales. La profesora Eva Alcón, que sabe de lo que habla, lo explica con toda claridad: “El ascensor social se está perdiendo. Uno tiene beca y no puede seguir estudiando”. En los años setenta, con becas siempre escasas, en Madrid o en Granada, yo podía compartir una habitación en un piso de estudiantes, o en una pensión aseada y austera, en la que gracias a un pequeño suplemento hasta podía ducharme los domingos. Y terminada la carrera no necesitaba otra acreditación que mi título para buscar un trabajo o presentarme a unas oposiciones: nunca habría podido pagarme uno de esos másteres o cursos en el extranjero que ahora acumulan con desesperación los recién licenciados. El dinero vuelve a trazar una tajante frontera social. “Con 3.000 euros de beca, ¿quién estudia en Madrid o Barcelona con una habitación en un piso digna?“, dice Eva Alcón. Es mentira que baste el esfuerzo personal para conseguir la vida que se desea. Sin un grado suficiente de justicia social, la meritocracia es una farsa tan descarada como los privilegios de nacimiento que disfrutan muchos de quienes con más ardor la defienden. Y tan triste como el talento malogrado es aquel que ni siquiera ha tenido la oportunidad de revelarse.
lunes, 15 de septiembre de 2025
"INDIFELIDAD". Un cuento de Silvina Ocampo
Nadie sabía que éramos amigos. Nadie oyó los diálogos, ni vio las miradas que nos sirvieron de vínculo. Nadie sabía que año tras año nos citábamos, a mediados de la primavera, en la glorieta silvestre de las barrancas que daban al río, y que estas entrevistas duraban hasta el fin del otoño, y que año tras año, como sucede en los cuentos y en la vida real, hablábamos de las mismas interminables, íntimas cosas. No faltábamos jamás a las citas. Yo acudía a veces con un sombrero de paja sucio, cuyas alas pintaban sombras en mi cara ovalada; ella, con un reflejo alado en sus ojos parpadeantes. No sé bien de qué hablábamos, pero me aventuro a evocarlo: yo, de un anzuelo con carne cruda en la punta del hilo de una caña de pescar; ella, de un hormiguero importante, con túneles y edificaciones sólidas; yo, de una estatua de terracota y de un avión, y del avión a chorro; ella de las semillas que hay en la basura; yo, de las fornicaciones debajo de los puentes; ella, de los gusanos, de las almendras, de las flores violetas de los paraísos, del estiércol dorado; yo, de los zafiros, de las esmeraldas, de los rubíes del reloj. La muerte no nos separaba. La muerte no interrumpía el coloquio inalterable de nuestras voces. Sin embargo el tiempo pasa, suele pasar a veces.
—No me amas bastante —yo le decía—. A veces tengo que esperarte.
—¿Qué es amar? —me preguntaba.
—Amar es una cosa siempre diferente —le respondía.
—¿Pero qué sabor tiene? ¿Qué hábitos?
—Sabe a miel, a lluvia, a polvo, a barro, cuando llueve. Sus hábitos son múltiples, tan maravillosos como horribles a veces.
—¿De qué te servirá?
—De nada.
—¿Para qué quieres que te ame, entonces?
—Para que podamos hablar.
—¿No hablamos?
—No hacemos otra cosa.
—¿Entonces, te amo?
—Me amas, sin duda me amas.
Cuando llegábamos a proferir estas últimas frases, la noche invariablemente caía y el sueño nos tumbaba en nuestros lechos. A veces soñábamos el uno con el otro. No soñábamos con otras cosas. El sueño no nos separaba, tampoco nos separaba la muerte, ni el trabajo, ni las distracciones, ni la crueldad, ni la familia. Sin embargo el tiempo pasaba y como suele acontecer pasaba junto a la felicidad, rozándola, carcomiéndola como si no hubiera existido. El sombrero de paja cada vez más sucio, amarillento como las hojas encendidas de una fogata, se rompía; la glorieta se resquebrajó en sucesivas tormentas. Yo cambié de vestiduras y de costumbres. Casi podría decirse, de cuerpo. La ingratitud no es necesariamente pura.
Distraído, ya borracho, acudía al Night Club y acariciaba con la punta de los dedos y de las miradas las alas de la amada ausente convertidas en otras alas, los ojos convertidos en otros ojos. ¿Se trataba de un ángel? Una descripción minuciosa nos ayudaría tal vez a descubrirlo. Unos pequeños espejitos en forma de rombos o de triángulos pegados a un tul azul eléctrico relumbraban en las noches; sobre esas capas consecutivas de tul se hallaba un corselete verdoso de terciopelo, cuya suavidad se asemejaba a los pétalos de las rosas; un acerado relámpago de lentejuelas repetidas al infinito, irisaba el contorno del ruedo de esa falda que se plegaba y se desplegaba al viento como dentro del agua las aletas de algunos peces, o algunas plumas de la cola, en abanico, del pavo real. Se trataba del vestido de una mujer, y como ese vestido revestía un cuerpo creía que me había enamorado del cuerpo.
Todo el mundo oyó las palabras que nos decíamos (sólo la infancia mantiene secretos inviolados). Para besarnos, a veces nos demorábamos en los zaguanes, en los corredores, en los ascensores, para ocultar los proyectos que nos decíamos al oído. Todo el mundo sabía que éramos amantes y que nos encerrábamos en los cuartos de una casa amarilla, con las persianas cerradas, para escondernos.
—No me amas bastante —yo le decía—. A veces tengo que esperarte, no compartes mi ansiedad.
—¿Qué es amar?
—No me lo preguntes, el mundo está lleno de trampas. Amar es sufrir, pero también es la felicidad (o se le parece).
—¿Para qué quieres que te ame si amar es sufrir y la felicidad es ilusoria?
—Para que hablemos.
—¿No estamos hablando?
—Sí.
—Entonces, te amo.
Y dejaron de hablar. El vestido estaba sucio, roto, no brillaba en la noche. ¿Dónde estaban sus alas, sus espejitos?
—Un día me olvidaste.
—Nunca te olvidé. Amé tu recuerdo en un vestido —dijeron en la glorieta las dos voces que nadie oyó.
FIN
domingo, 14 de septiembre de 2025
"ME BASTA ASÍ". Un poema de Ángel González
Si yo fuese Diosy tuviese el secreto,haríaun ser exacto a ti;lo probaría(a la manera de los panaderoscuando prueban el pan, es decir:con la boca),y si ese sabor fueseigual al tuyo, o seatu mismo olor, y tu manerade sonreír,y de guardar silencio,y de estrechar mi mano estrictamente,y de besarnos sin hacernos daño-de esto sí estoy seguro: pongotanta atención cuando te beso-;
entonces,
si yo fuese Dios,podría repetirte y repetirte,siempre la misma y siempre diferente,sin cansarme jamás del juego idéntico,sin desdeñar tampoco la que fuistepor la que ibas a ser dentro de nada;ya no sé si me explico, pero quieroaclarar si yo fueseDios, haríalo posible por ser Ángel Gonzálezpara quererte tal como te quiero,para aguardar con calmaa que te crees tú misma cada día,a que sorprendas todas las mañanasla luz recién nacida con tu propialuz, y corrasla cortina impalpable que separael sueño de la vida,resucitándome con tu palabra,Lázaro alegre,yo, mojado todavíade sombras y pereza,sorprendido y absortoen la contemplación de todo aquelloque, en unión de mí mismo,recuperas y salvas, mueves, dejasabandonado cuando -luego- callas...(Escucho tu silencio.
Oigo
constelaciones: existes.
Creo en ti.
Eres.
Me basta.)
sábado, 13 de septiembre de 2025
"CIEN AÑOS DE ÁNGEL GONZÁLEZ, poeta y “santo por lo civil”. Sergio C. Fanjul, El País 6 SEPT 2025
En el centenario de su nacimiento, diversos homenajes y publicaciones recuerdan al autor ovetense, conocido por su compromiso cívico, el humor, el amor y la amarga ironía
Ángel González fue un “ciudadano normal” que algunas veces escribía poesía. Él mismo lo dijo, y lo confirma su viuda: “Creo que su natural modestia no permitió jamás que el poeta eclipsara a la persona. Le molestaban aquellos que iban por la vida con la máscara de poeta creyéndose superiores a los demás mortales”, dice Susana Rivera, profesora de Literatura en la Universidad de Nuevo México, donde González enseñaba y ambos se conocieron. Tal vez por eso tuvo el cuidado de escribir una poesía cercana pero comprometida, atravesada por la dificultad de la sencillez (“Es muy difícil escribir claro”, decía), de una profundidad accesible, donde se mezcla la conciencia cívica, el humor, el amor, la ternura y una amarga ironía marca de la casa. Ángel González es uno de esos autores que (como, por ejemplo, Julio Cortázar) generan gran complicidad con el lector. Que caen bien. Que te quieres llevar a casa.
A Ángel González, que pensaba que al porvenir le llamaban así porque no venía nunca, un día se le empezó a “adelgazar el futuro”, como se nos adelgaza a todos. Y tanto se le adelgazó que le llegó la muerte, en 2008, a los 82 años. Pero su futuro continuó, aun sin él: este 6 de septiembre se cumplen cien años de su nacimiento, en aquel Oviedo de 1925, y su figura sigue muy viva, como se demuestra en los numerosos actos y publicaciones por su centenario. Su memoria es como se describió en otros versos: “Un escombro tenaz, que se resiste / a su ruina, que lucha contra el viento”.
Un centenario lleno de cosas. El pasado 22 de marzo, en los alrededores del Día de la Poesía, el Instituto Cervantes homenajeó a González; también lo hizo en julio la Semana Negra de Gijón (donde el poeta instauró una sesión poética a medianoche, que sigue celebrándose, y de la que se conserva un famoso vídeo de González cantando con su amigo Joaquín Sabina), y entre el 14 y el 16 de octubre lo hará la Universidad de Oviedo en un congreso internacional. Publicaciones varias: la antología Eso era amor (Nórdica), con prólogo de Javier Rioyo e ilustraciones de Pablo Auladell, así como la que prepara la editorial Huerga & Fierro, a cargo José Manuel Lucía Mejías. Papeles del Náufrago publicará Soy un fingidor, una colección de sus “autorretratos” poéticos entre 1956 y 2008. Para los más pequeños una antología preparada por Ester Sánchez en el sello asturiano Pintar-Pintar, en colaboración con María Rosa Serdio, especialista en la difusión de la poesía entre los jóvenes, con audios del poeta e ilustraciones de Marina Buxó.
El premio Príncipe de Asturias de las Letras, en 1985, o el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, en 1996, laurearon su carrera ya en el siglo pasado, como el ingreso en la Real Academia en 1997, pero “su obra sigue muy vigente”, apunta Rivera, “Ángel nunca pasó por tinieblas del purgatorio a donde se dice que son arrojados los escritores esperando la mano de la posteridad. Su poesía siempre permaneció iluminada por sus lectores”. Si bien Rivera recibe constante feedback de los lectores, también se nota en la academia: acaba de publicarse en la Universidad de Alcalá la tesis La métrica de Ángel González: variaciones rítmicas y discursivas de Jesús Aguilar Fernández Gallego, cuyo título, raro en una tesis, describe exactamente el contenido. CONTINUAR LEYENDO
viernes, 12 de septiembre de 2025
"LA ESPERA". Un cuento de Jorge Luis Borges
El coche lo dejó en el cuatro mil cuatro de esa calle del Noroeste. No habían dado las nueve de la mañana; el hombre notó con aprobación los manchados plátanos, el cuadrado de tierra al pie de cada uno, las decentes casas de balconcito, la farmacia contigua, los desvaídos rombos de la pinturería y ferretería. Un largo y ciego paredón de hospital cerraba la acera de enfrente; el sol reverberaba, más lejos, en unos invernáculos. E1 hombre pensó que esas cosas (ahora arbitrarias y casuales y en cualquier orden, como las que se ven en los sueños) serían con el tiempo, si Dios quisiera, invariables, necesarias y familiares. En la vidriera de la farmacia se leía en letras de loza: Breslauer, los judíos estaban desplazando a los italianos, que habían desplazado a los criollos. Mejor así; el hombre prefería no alternar con gente de su sangre.
El cochero le ayudó a bajar el baúl; una mujer de aire distraído o cansado abrió por fin la puerta. Desde el pescante el cochero le devolvió una de las monedas, un vintén oriental que estaba en su bolsillo desde esa noche en el hotel de Melo. E1 hombre le entregó cuarenta centavos, y en el acto sintió: "Tengo la obligación de obrar de manera que todos se olviden de mí. He cometido dos errores: he dado una moneda de otro país y he dejado ver que me importa esa equivocación".
Precedido por la mujer, atravesó el zaguán y el primer patio. La pieza que le habían reservado daba, felizmente, al segundo. La cama era de hierro, que el artífice había deformado en curvas fantásticas, figurando ramas y pámpanos; había, asimismo, un alto ropero de pino, una mesa de luz, un estante con libros a ras del suelo, dos sillas desparejas y un lavatorio con su palangana, su jarra, su jabonera y un botellón de vidrio turbio. Un mapa de la provincia de Buenos Aires y un crucifijo adornaban las paredes; el papel era carmesí, con grandes pavos reales repetidos, de cola desplegada. La única puerta daba al patio. Fue necesario variar la colocación de las sillas para dar cabida al baúl. Todo lo aprobó el inquilino; cuando la mujer le preguntó cómo se llamaba, dijo Villari, no como un desafío secreto, no para mitigar una humillación que, en verdad, no sentía, sino porque ese nombre lo trabajaba, porque le fue imposible pensar en otro. No lo sedujo, ciertamente, el error literario de imaginar que asumir el nombre del enemigo podía ser una astucia. El señor Villari, al principio, no dejaba la casa; cumplidas unas cuantas semanas, dio en salir, un rato, al oscurecer. Alguna noche entró en el cinematógrafo que había a las tres cuadras. No pasó nunca de la última fila; siempre se levantaba un poco antes del fin de la función. Vio trágicas historias del hampa; éstas, sin duda, incluían errores, éstas, sin duda, incluían imágenes que también lo eran de su vida anterior; Villari no las advirtió porque la idea de una coincidencia entre el arte y la realidad era ajena a él. Dócilmente trataba de que le gustaran las cosas; quería adelantarse a la intención con que se las mostraban. A diferencia de quienes han leído novelas, no se veía nunca a sí mismo como un personaje del arte. CONTINUAR LEYENDO
jueves, 11 de septiembre de 2025
"YA NO HAY MÁS QUE DECIR". El último poema de Javier Sicilia, poeta mexicano, cuyo hijo Juan Francisco fue encontrado muerto el 28 de marzo de 2014 en Cuernavaca
Ya no hay más que decir
el mundo ya no es digno de la Palabra
nos la ahogaron adentro
como te asfixiaron
como te desgarraron a ti los pulmones
y el dolor no se me aparta
solo pervive el mundo por un puñado de justos
por tu silencio y el mío
Juanelo.
El mundo ya no es digno de la palabra, es mi último poema, no puedo escribir más poesía...la poesía ya no existe en mi.
el mundo ya no es digno de la Palabra
nos la ahogaron adentro
como te asfixiaron
como te desgarraron a ti los pulmones
y el dolor no se me aparta
solo pervive el mundo por un puñado de justos
por tu silencio y el mío
Juanelo.
El mundo ya no es digno de la palabra, es mi último poema, no puedo escribir más poesía...la poesía ya no existe en mi.
miércoles, 10 de septiembre de 2025
"GENTES Y CUENTOS ¿A QUIÉN PERTENECE LA LITERATURA?" (Las comunidades encuentran su voz a través de los cuentos). Un libro de Sarah Hirschman. Espacios de lectura. Fondo de Cultura Económica (2011)
En 1969, Hirschman asistió en Harvard a un seminario de Paulo Freire, filósofo y educador brasileño, quien desarrolló programas de alfabetización con el fin de fortalecer la toma de conciencia. Está concientización, escribe Hirschman, se da “en la medida en que la gente profundiza en la comprensión de su condición e intenta mejorar su control sobre esta”. Esta forma de aprendizaje sustituye “lo que Freire rechaza desdeñosamente como educación “bancaria”, en la que los maestros depositan información nueva que consideran importante en las mentes de estudiantes condescendientes y pasivos”. [...] Hirschman se preguntó si “las múltiples, ricas y complejas obras literarias”, y en particular los cuentos, podían tener el mismo efecto de liberación y empoderamiento; si una educación basada en discusiones alrededor de relatos literarios podría mejorar visiblemente las condiciones de vida de los menos privilegiados.
Hirschman inició el programa Gente y cuentos en 1972, en un conjunto habitacional para gente de bajos ingresos en Cambridge, Massachusetts, cuando invitó a participar de manera informal a un grupo de jóvenes madres latinas que, sentadas en los escalones de la entrada, cuidaban de sus hijos. Desde entonces hasta ahora,Hirschman ha trabajado sin descanso en el mejoramiento y la institucionalización de su programa. Las sesiones en inglés se agregaron en 1986, y desde entonces People and Stories/Gente y cuentos, como se llama ahora, se ha convertido en una organización formal sin fines de lucro, con programas en más de 14 estados en Estados Unidos, América Latina y Francia.
martes, 9 de septiembre de 2025
"A la deriva". Un cuento de Horacio Quiroga.
El hombre pisó algo blancuzco, y en seguida sintió la mordedura en el pie. Saltó adelante, y al volverse con un juramento vio una yaracacusú que, arrollada sobre sí misma, esperaba otro ataque.
El hombre echó una veloz ojeada a su pie, donde dos gotitas de sangre engrosaban dificultosamente, y sacó el machete de la cintura. La víbora vio la amenaza, y hundió más la cabeza en el centro mismo de su espiral; pero el machete cayó de lomo, dislocándole las vértebras.
El hombre se bajó hasta la mordedura, quitó las gotitas de sangre, y durante un instante contempló. Un dolor agudo nacía de los dos puntitos violetas, y comenzaba a invadir todo el pie. Apresuradamente se ligó el tobillo con su pañuelo y siguió por la picada hacia su rancho.
El dolor en el pie aumentaba, con sensación de tirante abultamiento, y de pronto el hombre sintió dos o tres fulgurantes puntadas que, como relámpagos, habían irradiado desde la herida hasta la mitad de la pantorrilla. Movía la pierna con dificultad; una metálica sequedad de garganta, seguida de sed quemante, le arrancó un nuevo juramento.
Llegó por fin al rancho y se echó de brazos sobre la rueda de un trapiche. Los dos puntitos violeta desaparecían ahora en la monstruosa hinchazón del pie entero. La piel parecía adelgazada y a punto de ceder, de tensa. Quiso llamar a su mujer, y la voz se quebró en un ronco arrastre de garganta reseca. La sed lo devoraba. CONTINUAR LEYENDO
lunes, 8 de septiembre de 2025
"¡NO SOY NADIE!". Un poema de Emily Dickinson
¡Soy Nadie! ¿Y tú, quién eres?
¿Nadie, también?
¡Somos dos, entonces!
¡Calla!, podrían descubrirnos.¡Qué tedioso ser Alguien!
¡Cuánto impudor, cual una rana,
repetir tu nombre todo el día
ante una charca admirativa!
domingo, 7 de septiembre de 2025
"LA AGONÍA DE LA LIBERTAD". Wolfram Eilenberger (escritor, filósofo y Senior Fellow del St. Gallen Collegium), El País 22 AGO 2025
Las obras de Thomas Mann diagnostican la crisis del liberalismo y arrojan certeros diagnósticos del tiempo presente
“¿Dónde estamos? ¿Qué es esto? ¿Adónde nos ha transportado el sueño?“. Las inquietantes preguntas con las que Thomas Mann termina su novela del siglo, La montaña mágica, son también las nuestras. Como si nos hubiésemos despertado de un letargo muy dulce, en vista de la reciente deriva de los acontecimientos del mundo, hemos de reconocer que sentimos una perplejidad fundamental: una gran guerra persistente en Europa, una profunda conmoción de la Unión transatlántica, el innegable deterioro de los principios democráticos, el debilitamiento casi generalizado del centro liberal; el rearme en todos los frentes… Vemos que, si partimos de la experiencia que supuso el gran año de apertura de 1989, así no se habían pensado las cosas, ni planeado, ni esperado.
Precisamente en cuestiones de cultura política el diagnóstico tiene que preceder a la terapia. Al menos así rezaba el principio por el que se guio el escritor y premio Nobel Thomas Mann, quien fue cobrando conciencia política ante los acontecimientos de su tiempo, y del cual se cumplen en este verano 150 años de su nacimiento. De hecho, Mann entendió en retrospectiva sus tres grandes novelas de época, las que le dieron fama mundial, Los Buddenbrooks (1901), La montaña mágica (1924) y Doctor Faustus (1947), como una trilogía sobre el camino de la nación media alemana a la oscuridad: su camino a un nacionalismo bélico y, en definitiva, a un nacionalsocialismo aniquilador del mundo. En palabras de Mann, estas obras tratan de la posibilidad siempre latente, anunciada ya desde varias generaciones anteriores, de que configuraciones culturales enteras retrocedan hasta desembocar en el “primitivismo más arcaico”. Esta amenaza se cierne otra vez sobre Europa. ¿Qué hacer?No
[...] Quien lea otra vez las grandes novelas de Thomas Mann no encontrará en ellas terapias que lo curen todo ni recetas milagrosas. Pero sí certeros diagnósticos del tiempo presente. Y sobre todo estímulos para pensar de nuevo por sí mismo, para juzgar por sí mismo; para despertar del letargo ideológico de cada uno. Las novelas de Mann proporcionan, en otras palabras, también hoy, experiencias de auténtica liberación. Y experiencias que se hallan en el fundamento propiamente dicho de toda sociedad abierta.
sábado, 6 de septiembre de 2025
"INFIDELIDAD". Un cuento de Emilia Pardo Bazán
Con gran sorpresa oyó Isabel de boca de su amiga Claudia, mujer formal entre todas, y en quien la belleza sirve de realce a la virtud, como al azul esmalte el rico marco de oro, la confesión siguiente:
-Aquí, donde me ves, he cometido una infidelidad crudelísima, y si hoy soy tan firme y perseverante en mis afectos, es precisamente porque me aleccionaron las tristes consecuencias de aquel capricho.
-¡Capricho tú! -repitió Isabel atónita.
-Yo, hija mía... Perfecto, sólo Dios. Y gracias cuando los errores nos enseñan y nos depuran el alma.
Con levadura de malignidad, pensó Isabel para su bata de encaje:
"Te veo, pajarita... ¡Fíese usted de las moscas muertas! Buenas cosas habrás hecho a cencerros tapados... Si cuentas esta, es a fin de que creamos en tu conversión."
Y, despierta una empecatada curiosidad y una complacencia diabólica, volvióse la amiga todo oídos... Las primeras frases de Claudia fueron alarmantes.
-Cuando sucedió estaba yo soltera todavía... La inocencia no siempre nos escuda contra los errores sentimentales. Una chiquilla de dieciséis años ignora el alcance de sus acciones; juega con fuego sobre barriles atestados de pólvora, y no es capaz de compasión, por lo mismo que no ha sufrido...
La fisonomía de Claudia expresó, al decir así, tanta tristeza, que Isabel vio escrita en la hermosa cara la historia de las continuas y desvergonzadas traiciones que al esposo de su amiga achacaban con sobrado fundamento la voz pública. Y sin apiadarse, Isabel murmuró interiormente:
"Prepara, sí, prepara la rebaja... Ya conocemos estas semiconfesiones con reservas mentales y excusas confitadas... El maridito se aprovecha; pero por lo visto has madrugado tú... Pues por mí, absolución sin penitencia, hija... ¡Y cómo sabe revestirse de contrición!"
En efecto, Claudia, cabizbaja, entornaba los brillantes ojos, velados por una humareda oscura, profundamente melancólica.
-Dieciséis años. Era mi edad..., y había un ser a quien entonces quería acaso más que a ninguno. Todos los momentos de que podía disponer los dedicaba a acariciarle, a hacerle demostraciones de ternura, que él pagaba con otras mil voces más apasionadas y alegres...
-¡Claudia! -exclamó Isabel con pudibundo mohín. CONTINUAR LEYENDO
jueves, 4 de septiembre de 2025
"Hombres necios que acusáis". Un poema de Sor Juana Inés de la Cruz (México 1651-1695)
Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis.
Si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
¿por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?
Combatís su resistencia
y luego con gravedad
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.
Parecer quiere el denuedo
de vuestro parecer loco
al niño que pone el coco
y luego le tiene miedo.
Queréis con presunción necia
hallar a la que buscáis,
para pretendida, Tais,
y en la posesión, Lucrecia.
¿Qué humor puede ser más raro
que el que, falto de consejo,
él mismo empaña el espejo
y siente que no esté claro?
Con el favor y el desdén
tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien.
Opinión ninguna gana,
pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata,
y si os admite, es liviana.
Siempre tan necios andáis
que con desigual nivel
a una culpáis por cruel
y a otra por fácil culpáis.
¿Pues cómo ha de estar templada
la que vuestro amor pretende,
si la que es ingrata ofende
y la que es fácil enfada?
Mas entre el enfado y pena
que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere
y queja enhorabuena.
Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.
¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada:
la que cae de rogada
o el que ruega de caído?
¿O cuál es más de culpar,
aunque cualquiera mal haga:
la que peca por la paga
o el que paga por pecar?
¿Pues para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.
Dejad de solicitar
y después con más razón
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar.
Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo.
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El cuento transcurre en un espacio acotado, un hotel al que suelen concurrir viajantes de comercio. Un lugar de tránsito. Todo hace pensa...
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La vi cuando estaba a punto de cruzar la avenida. Estaba entre un montón de basura, abandonada sobre las raíces de un árbol. Los estudiantes...
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Llegaban por bandadas las torcazas a la hacienda y el ruido de sus alas azotaba el techo de calamina. En cambio las calandrias llegaban s...
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Saltó la barda de su casa. Detrás del solar de doña Luz estaba la calle; la otra calle, con sus piedras untadas de sol, que se hacían musica...
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Entre los personajes más célebres de la literatura oral, del folklore popular, está el hombre lobo o lobizón, que tiene también versiones fe...