'El último día de Terranova', del autor gallego, narra la posguerra y la Transición en España a través de la vida en una librería condenada al cierre
"Si desaparece el factor humano en los intercambios —y una librería es un lugar donde alguien que te da el libro con la mano—, también va a desaparecer lo humano en el libro. Tal vez es demasiado determinista, pero hay parte de razón. La ciudad existe porque existen librerías, el taller de bicicletas, las tabernas… En Coruña abrieron un centro comercial. La gente se sentaba allí porque llueve. Pensaron: “Si se sientan, no compran”. Quitaron los bancos y la gente se sentaba en las fuentes, así que pusieron unos hierros. En los libros te puedes sentar siempre. La literatura es resistencia, una intervención contra la realidad. Una vez existió esa idea de las vanguardias de que podías cambiar el mundo pintando, cantando, bailando. Lo inútil podía influir en lo útil, cambiar la vida. Ahora se perdió eso. Hubo una renuncia. Asumimos el discurso de lo útil. “Vuestra utilidad es el entretenimiento”, nos dicen. “Dedicaos a eso”. Pero uno sabe que hay libros que le han cambiado la forma de mirar, y eso también es cambiar la realidad, ¿no? Aunque sea por un instante, en un tris. Un tris vale mucho."
"Toda escritura es poética porque el lenguaje se pone o no se pone en vilo. Hay palabras que alcanzan esta condición. La lengua se pone en otro tiempo, que no es pasado ni futuro, sino otro tiempo."
"Otro detector de la literatura es que es una creación que no quiere dominar. La diferencia con otros discursos —la filosofía, la historia— es que no te quiere dominar. Cuando te quiere dominar notas que pasa algo raro, que está intoxicada."
"Parte del viaje literario consiste en luchar contra tus convenciones, contra tu propia estupidez. Eso no quita que la literatura tenga una dimensión de activismo, pero no puede caer en la condición de instrumental. Acabaríamos matándola. Eso sí, todo lo que escribes te va a comprometer."
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