Autora de más de un centenar de historias para el público infantil y juvenil, así como de novelas y ensayos, Ana Maria Machado (Río de Janeiro, Brasil, 1941) es también artista plástica y periodista. Se ha desempeñado principalmente como editora y aguda crítica teatral, labores de las que decidió apartarse para dedicarse a escribir y fundar Malasartes, la primera librería de su país especializada en literatura infantil.
“Soy escritora y la ficción me permite dar cuenta de lo que ocurre en el entorno; soy también autora de novelas históricas que están insertas en nuestra vida”, advierte la formidable intelectual, quien acostumbra dedicar las mañanas a la escritura y continúa siendo una ávida lectura de autores como Philip Roth –a quien espera ver consagrarse con el Premio Nobel de Literatura–, Albert Camus, Gabriel García Márquez, José Saramago o Rubem Fonseca.
De vuelta a Río de Janeiro, tras finalizar su doctorado en lingüística de la École Practique des Hautes Études de París, dictó clases de teoría literaria y literatura brasileña en la Universidad Federal y la Escuela de Comunicación, para luego ocupar el cargo como primera catedrática de literatura infantil en la Pontificia Universidad Católica.
Leer para escribir y dialogar
¿Qué libros recuerda haber leído durante su niñez?
Mi papá tenía la costumbre de tomar un libro en su versión original para luego contármelo con sus propias palabras: recuerdo El Quijote, Las aventuras de Robinson Crusoe, así como Los viajes de Gulliver, sobre todo la parte correspondiente a Liliput: ese hombre inmenso rodeado de todos esos seres pequeñitos, y que sin embargo habían logrado atarlo y mantenerlo preso.
Él también me contaba muchos cuentos de hadas e historias que hacen parte de la tradición literaria universal: los cuentos de Charles Perrault y Han Christian Andersen. Recuerdo mucho las historias de El gato con botas o El patito feo.
Y además mis padres también tenían la costumbre de leerme con frecuencia las historias de Monteiro Lobato, un escritor brasileño muy destacado quien escribió para niños entre las décadas del 20 y el 40, considerado todo un clásico.
¿Dedicaban un momento especial para realizar estas lecturas?
Es posible, pero la verdad no lo recuerdo; sé bien quién me contó una historia o me habló de un cuento porque no necesariamente tenía que ser una actividad para antes de dormir. Papá y mamá me contaban cuentos todo el tiempo.
¿Por qué resulta tan importante que los clásicos literarios puedan estar al alcance de los niños?
Hay dos posturas sobre este asunto: la de aquellos países desarrollados en los que hay una tradición respecto a la importancia de la lectura de este tipo de obras, en las que el esfuerzo debe hacerse en la expansión y modernización de sus bibliotecas, y la de países como los nuestros, de tradición mucho más reciente, en los que muchas veces se debe comenzar a partir de cero.
Uno de los principales aliados en procura de construir esta tradición es sin lugar a dudas la escuela y posteriormente la multiplicación de bibliotecas, porque los niños deben habituarse a convivir con los libros, saber que ahí están y que pueden tomarlos cuando quieran.
Las bibliotecas podrán ser importantes en la medida que sean capaces de tener una programación novedosa y divertida que resulte atractiva para los niños, aunque insisto en que esto hace parte de una segunda fase.
Fuente:MaguaRed. Cultura y primera infancia en la web
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