El ritual es el mismo cada anochecer. Se pone el pijama, pasa por el baño y a la cama. Salta y salta sobre el colchón. Se ríe siempre, se le ocurren en ese momento del día todas las preguntas de su vida, apura el sol. Qué difícil es el verano para mandar a dormir a los niños. Bajamos la persiana, encendemos la luz de la mesilla y él elige un libro de su estantería. A veces, continúa con el que dejó ayer; a veces, quiere un cómic o un atlas de dinosaurios o uno de risa. Casi siempre uno gamberro. Yo no tengo sentido del humor leyendo, pero él sí. Él quiere pasárselo muy bien. Y quiere leer conmigo, todavía.
Hasta ahora, la lectura habitaba en ese lugar del día, al final. Nunca es una obligación. Pero creo que él piensa que la jornada termina siempre así para todos. Es lo que hemos hecho durante toda su vida. Entiende sin entender que leer es su buenas noches, su pequeño narcótico, su infusión. Le pregunto ahora mismo por qué le gusta leer y me dice tres cosas: porque aprende, porque se divierte y porque así pasa tiempo con nosotros. La última respuesta no la vi venir. Se llama Pablo y tiene siete años.
Qué es lo que hace que un niño elija leer. Sin duda, tener libros a mano es una premisa. Ver a sus padres hacerlo puede que también. Me parece importante que decida los títulos en cuanto sea capaz. Para mí, ninguna de esas tres cosas lo fue. Sí hay un libro en la vida de cada uno que nos transforma en lector. Un libro con el que dices quiero regresar a ese lugar imposible, quiero perder de nuevo la noción de las horas, de todo el ruido exterior. E interior. Y, a veces, con esa novela, con ese poema, con ese juego de las palabras, también puedes llegar a decirte: ahora voy a intentar escribirlo. Nadie sabe, excepto quien lo sostiene, la intimidad a la que responde un libro. Y esta es la verdad: a él le ha convertido en lector Capitán Calzoncillos.
Casi nunca elegiría para él los libros que él señala en la librería o en la biblioteca. Qué gran decepción que le pesara el ritmo de El libro de la selva o que no le interesaran los poemas de Gloria Fuertes. Hay álbumes preciosos, de ilustraciones delicadas y textos donde cada palabra tiene un peso y una belleza. Pero si eso no es lo que necesita para su verano, ¿no estaría poniendo trabas a la lectura? ¿No estaría traicionando la libertad de leer? ¿No estaría dinamitando el puente que le conducirá hacia otras páginas? CONTINUAR LEYENDO
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