Ayer, 3 de marzo, el Boletín de la Fundación Pioneros publicaba un artículo que escribí hace algún tiempo bajo el título: "Mujer y gitana". Todo empezó cuando asistítí a una Jornada que organizaba la Asociación de Mujeres Gitanas "Sim Romí" y que trataba el tema de "Feminismo e Interculturalidad".
MUJER Y GITANA
Tuve la suerte de participar en las X
Jornadas Sim Romi que, bajo el lema “Feminismo e Interculturalidad”, se
celebraron en Bilbao organizadas por la Asociación de Mujeres Gitanas del mismo
nombre.
Me decidí a ir porque ya hacía algún
tiempo que participaba en la Tertulia Literaria Dialógica que había organizado
dicha asociación. Allí, además de leer a García Lorca y a Shakespeare, entre
otros autores y autoras, había conocido a diferentes mujeres gitanas que, desde
un principio, acabaron con los estereotipos que yo tenía acerca de ellas. Es
decir, con esa imagen deformada que nos ha transmitido la sociedad a través de
diferentes mecanismos. Soraya, Rosa, Victoria, Dora, Jessi y otras mujeres
gitanas participantes de la tertulia me habían mostrado sin tapujos la calidad
humana que anidaba en ellas y su resolución y lucha por conseguir, tanto en
el pueblo gitano como en toda la sociedad, una igualdad efectiva entre hombres
y mujeres. Como bien dice Rosa, su presidenta: “Para mejorar el proceso de
convivencia se tiene que trabajar sobre el conocimiento”. Ella tiene claro que
los estereotipos surgen del desconocimiento. “Si no conoces algo te crees lo
que te cuentan, sin poder valorar si es cierto o falso. Hay que tener en
cuenta que para avanzar en el respeto la base es conocer”. Y eso es lo que yo
había aprendido, entre otras cosas, compartiendo palabras con aquellas
magníficas personas en la tertulia.
A pesar de esos avances en mi visión de la mujer gitana, recuerdo que no fue hasta transcurrido algún tiempo de las Jornadas cuando me percaté de que en el cartel de las misma no aparecía la expresión más al uso y que he venido utilizando en esta pequeña carta: MUJER GITANA. Sino que aparecía con la conjunción copulativa “y” en medio de ambas como algo que, a mi entender, mientras enfatizaba el valor de ambas palabras por separado, las de “mujer” y “gitana”, no las separaba, sino que las unía con mucha más fuerza. Así pues, lo que allí aparecía, y lo que yo no había sido capaz de distinguir, era: MUJER Y GITANA. Y es que no es lo mismo, y disculpadme por la lección de gramática, utilizar en nuestro lenguaje la palabra “gitana” como adjetivo o como sustantivo. En MUJER GITANA se restringe el universo conceptual de mujer, ya que al calificarla se acota el significado universal del término. Mientras que en la expresión MUJER Y GITANA, ninguna recorta el significado de la otra, sino que emergen con mayor potencia en un universo de igualdad.
A pesar de esos avances en mi visión de la mujer gitana, recuerdo que no fue hasta transcurrido algún tiempo de las Jornadas cuando me percaté de que en el cartel de las misma no aparecía la expresión más al uso y que he venido utilizando en esta pequeña carta: MUJER GITANA. Sino que aparecía con la conjunción copulativa “y” en medio de ambas como algo que, a mi entender, mientras enfatizaba el valor de ambas palabras por separado, las de “mujer” y “gitana”, no las separaba, sino que las unía con mucha más fuerza. Así pues, lo que allí aparecía, y lo que yo no había sido capaz de distinguir, era: MUJER Y GITANA. Y es que no es lo mismo, y disculpadme por la lección de gramática, utilizar en nuestro lenguaje la palabra “gitana” como adjetivo o como sustantivo. En MUJER GITANA se restringe el universo conceptual de mujer, ya que al calificarla se acota el significado universal del término. Mientras que en la expresión MUJER Y GITANA, ninguna recorta el significado de la otra, sino que emergen con mayor potencia en un universo de igualdad.
Soy de los que piensan que, frente a los que
asignan una única identidad a las personas, somos seres con identidades
múltiples y que la identidad, además de tener diferentes rostros, no es algo
estático y definitivo, sino que se va construyendo a lo largo del tiempo.
Cuando Paulo Freire afirma que las personas somos seres de transformación y no
de adaptación, entiendo que también se refiere a la gitaneidad como expresión
viva de la cultura de un pueblo, es decir, de la forma de entender la vida de
esa comunidad.
Siempre he pensado que de la misma forma que lo que hoy
consideramos tradición nació por decisión de una serie de personas en un
determinado momento de la historia, también por decisión de otras, puede
renacer con distintos matices por la voluntad de otras, sin que por eso se
pierda la esencia de la comunidad. Esto se refleja en las palabras de Rosa
cuando dice que: “Nosotras entendemos que actualmente la educación es la base
principal para conseguir una calidad de vida digna.Es verdad que en el pueblo
gitano la educación no se había considerado como un valor, porque la familia
era para nosotros la transmisora del conocimiento. Sin embargo la visión sobre
la educación se ha ampliado y ahora tiene mucha más importancia. Por ejemplo,
anteriormente a las mujeres se les había educado para ser las que críen a los
menores y a la familia, por roles aprendidos de madres a hijas y eso también
está cambiando, siendo cada vez más las mujeres que estudian”.
No hay tradición que pueda justificar la desigualdad de ningún tipo y menos la que exista entre hombres y mujeres. Pero tampoco podemos afirmar que rompiendo con la tradición y las costumbres de un pueblo se avanza en la igualdad. Por eso, aunque en los últimos años la mujer gitana ha experimentado un gran avance en todas las áreas y cada vez son más gitanas las que acceden a estudios superiores y también al mundo laboral, ese avance no significa que esas mujeres quieran dejar de identificarse con su familia, su pueblo y su cultura. O como bien dice Rosa: “Me siento mujer, y soy consciente de lo que supone ser mujer en una sociedad patriarcal. Y por otro lado, soy gitana y sé que nuestra cultura tiene unos valores muy desconocidos para la sociedad como: el sentimiento de pertenencia, nuestra bandera, nuestra lengua, nuestros días señalados, la unión familiar, el respeto a los mayores... que me enriquecen como persona y como mujer”.
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