Antiguamente la literatura infantil y juvenil no existía. ¿Por qué surge?
Durante siglos los niños participaron de la literatura popular sin considerarse un público diferenciado. La literatura “para ellos” surge a medida que la infancia pasó a considerarse como una etapa de la vida con rasgos y necesidades específicas.
¿En qué momento ocurre esto?
Los libros para niños y jóvenes empezaron a producirse a gran escala en el siglo XIX. La extensión de la escolarización conllevó la necesidad de tener libros en las aulas y también dotó a muchos más niños y niñas de la capacidad de leerlos fuera de ellas.
¿Debe haber un género literario específicamente escrito para los más pequeños?
Los niños deben tener una literatura que se adapte a su capacidad de lectura y a su experiencia de vida. Hay algunas obras que no se han escrito pensando en ellos y que en cambio les son accesibles y atractivas. Pero la mayor parte de su imaginario artístico está formado por las obras que han sabido situarse a su altura y ver el mundo desde la perspectiva de sus intereses, emociones e intelecto; obras que aprovechan también su capacidad de juego con los materiales o su fascinación por la imagen.
En el caso concreto de la literatura juvenil, ¿cree que obedece a unas oportunidades del mercado o a una verdadera necesidad del aprendizaje de los adolescentes?
Creo que no hace falta producir libros dirigidos específicamente a los adolescentes más allá de los quince o dieciséis años. Al final de esta etapa se trata ya simplemente de un problema de buena selección literaria. Pero la literatura juvenil entre los doce y los dieciséis años sí que tiene razón de ser. Lo demuestra la creación de los clásicos juveniles del siglo XIX, que han nutrido las lecturas de aventuras y maduración personal de generaciones.
¿Cuál es la importancia que se da actualmente a la transmisión de valores en la literatura?
Excesiva. Cuando los adultos escriben para niños o compran libros para ellos, muy a menudo piensan que “de paso” hay que contarles cómo deben comportarse en el mundo. Pero la buena literatura cuenta cómo son los humanos, no cómo deberían ser. Posee inevitablemente una perspectiva moral, pero no debería tener una “moraleja”, como no la tienen las buenas obras para adultos.
Dicho esto, también hay que advertir que es cierto que la literatura ejerce una función socializadora que puede aprovecharse para normalizar temas que están llenos de tabúes y prejuicios sociales. De hecho, los temas y valores de la literatura infantil y juvenil son un retrato sociológico excelente del modo en que la sociedad que los produce quiere verse a sí misma.
¿Es beneficiosa la actual oferta de títulos tan diversa o podemos hablar de diferentes “calidades” dentro de la literatura que debemos diferenciar?
Al igual que en la literatura para adultos, hay muchas clases de libros y de calidades. Por eso resulta necesario precisar a qué tipo de obras nos referimos en lugar de hablar de ella como un tipo único de ficción artística.
¿Qué recomendaría a los docentes que quieren fomentar la lectura de sus alumnos?
Hay mucha experiencia, investigación y prescripción sobre el tema. Algunos consejos generales son: crear un entorno poblado de obras, tanto físicamente, como en lecturas en voz alta por parte del docente de manera frecuente; otorgar tiempo de lectura autónoma en el aula; otorgar tiempo de discusión de libros en el aula; conocer muy bien los libros que se van a recomendar a los niños; asociar la lectura a actividades creativas, muy diversificadas y con sentido; llevar a cabo actividades que refuercen la autoimagen como lectores, como por ejemplo juegos de evocación de los libros leídos; enlazar la lectura en el aula con la lectura social, acudiendo a bibliotecas, actuaciones teatrales, etcétera; así como asociar a las familias en el esfuerzo por hacer evidente que la lectura ocupa un lugar imprescindible en el mundo.
¿Ve correcto cómo se evalúa actualmente la capacidad lectora?
La capacidad lectora tiene distintas habilidades relacionadas y pueden evaluarse diferenciadamente o en conjunto. Los métodos de evaluación han desarrollado procedimientos bastante sofisticados para hacerlo y nos dan información muy útil para saber cómo mejorar en nuestra enseñanza. Siempre que no los usemos para participar en competiciones entre escuelas o entre países que simplemente pongan etiquetas autocomplacientes o estigmatizantes.
La literatura está siendo relegada de los planes de estudio. ¿Qué consecuencias puede tener este hecho?
Es algo muy preocupante. Equivoca tanto objetivos como métodos. Parece considerar la educación literaria como un lujo prescindible ante la urgencia de dotar de competencias útiles para moverse de forma práctica en el mundo actual. Y centrar la educación en esta perspectiva utilitarista no responde a la formación deseable como personas y ciudadanos.
¿Por qué es tan necesaria la literatura?
La literatura resulta el mejor instrumento que poseemos para adquirir muchas competencias. Para dominar el lenguaje y la lectura, para advertir cómo el lenguaje busca efectos en el receptor o cómo nos endosa implícitos que nos permiten valorar el lenguaje publicitario, político, financiero, etc. Pero también porque el imaginario literario nos educa sentimentalmente. Su potencia es tan enorme que todas las colectividades humanas la han utilizado siempre en todas las culturas.
¿Y cómo puede estar perdiendo tanta fuerza en los planes de estudio?
Pues también hay que señalar que muchas prácticas docentes allanan el camino a este error. Si la literatura se reduce a un conocimiento histórico de obras y autores, a leer y escribir sin propósito ni exigencia, el resultado de sus beneficios no se alcanza y sustituirla por otros contenidos en los planes de estudio resulta muy tentador para los legisladores.
¿Son beneficiosas las lecturas obligatorias o cree por el contrario que causan rechazo?
Nuestros estudios muestran que los buenos lectores las valoran positivamente y los lectores débiles y los no lectores las detestan. De hecho, los segundos las utilizan para justificar su falta de afición a la lectura. Pero no parece que la lectura obligatoria sea realmente la causante de ello.
En la escuela casi todo resulta obligatorio, desde dar volteretas en gimnasia a resolver problemas matemáticos. Creo que el tema debe situarse en el cómo se utiliza la obligatoriedad. Ni siempre ni del todo: debes leer diez minutos en la cama, pero yo lo hago contigo, debes leer una obra pero eliges entre varias, etcétera.
-"No es posible crecer en la intolerancia. El educador coherentemente progresista sabe que estar demasiado seguro de sus certezas puede conducirlo a considerar que fuera de ellas no hay salvación. El intolerante es autoritario y mesiánico. Por eso mismo en nada ayuda al desarrollo de la democracia." (Paulo Freire). - "Las razones no se transmiten, se engendran, por cooperación, en el diálogo." (Antonio Machado). - “La ética no se dice, la ética se muestra”. (Wittgenstein)
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