domingo, 13 de febrero de 2022

"CATALINA Y LOS BOSQUES DE HORMIGÓN". Una obra de teatro de David Acera y Ana Laura Barros sobre la especulación del suelo.

A CATALINA no le gustan los tomates; mejor dicho, le gustan, pero prefiere otras cosas, como por ejemplo el aguacate. En su pueblo Valdemimbre hay tomates, hay aguacates, hay campos de trigo, hay gallinas y otros animales y hay casas y casitas, unas grandes y otras pequeñas, donde se alojan todos los vecinos. Pero en Valdemimbre, como en tantos otros sitios, empiezan a ocurrir cosas ingratas que van en contra de lo bello y de lo práctico, de la naturaleza y de lo útil que son para las personas los frutos que la naturaleza da.

Cuando llegan los especuladores – los que negocian abusivamente o aprovechando circunstancias desfavorables para otros –, que pretenden cubrir de cemento los tomates, los aguacates, los campos de trigo y las casas de los vecinos, destruyéndolas para levantar otras más altas y ganar con ellas mucho, muchísimo dinero, Catalina comprende que van a destruir Valdemimbre y busca «sin éxito» ayudas para impedirlo.

Un poeta irlandés, quizás el más famoso, llamado W. B. Yeats, escribió hace tiempo una obra de teatro: La Condesa Catalina. Como ocurrirá en Valdemimbre si no se consigue detener a quienes sólo piensan en su propia ambición, los campesinos de la historia de Yeats pasan hambre, porque del cemento no se puede sacar pan ni patatas. La Condesa Catalina busca ayudas para salvar a su gente y sólo consigue que el Demonio le compre su alma. La mujer de Yeats y la niña de Ana Laura y David, las dos Catalinas, son valientes y generosas y están dispuestas a luchar por los débiles; ante todo viendo y sacando conclusiones de lo que sucede a su alrededor para comprometerse a continuación.

Los autores de este libro hacen la labor de iniciación a la disidencia con gracia, habilidad, eficacia y lucidez. Un hermoso cuento que nos aclara la perversa función del capitalismo. Mientras lo leía yo tarareaba: «un tomate se balanceaba sobre la tela de una araña como veía que resistía fue a buscar a otro tomate...» Si la canción que me cantaban cuando era una niña, en vez de ser solamente un pequeño relato infantilizado, hubiera continuado explicando la historia de Catalina – que hace crecer a los niños interesando al mismo tiempo a los adultos y que cumple con la función de los buenos cuentos infantiles – yo no hubiera tenido que buscar tanto en lo que llamamos literatura infantil para entender la verdad.

Gracias por la lectura de Catalina y los bosques de hormigón.

Lolo Rico

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