Cierta vez, en cierto país, hubo un gran concurso. Consistía en premiar a la persona que tuviera el nombre más corto.
Se presentó muchísima gente. El que estaba a punto de ganar era un señor llamado O.
Todo el mundo ya empezaba a gritar ¡Viva, viva!, cuando todo quedó interrumpido porque se había presentado Casio reclamando el premio.
Él era Casi-o.
Ya empezaban a gritar de nuevo ¡Viva, viva!, cuando llegó alguien que decía tener el nombre más corto que Casio.
Se llamaba Nicasio, o sea, ni-casi-o. Y ganó Nicasio.
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